“¿Qué hace cuidando baños, siendo usted una gloria de Cuba?”


Tomado del blog "Por Mano Propia" de Aldo Luberta Martinez.

¿De qué me sirvió tanto sacrificio?

Un día, siendo niño, pasé por la cerca del “Vedado Tenis”, y vi que estaban jugando béisbol, y me asomé. Lo que más me llamó la atención era uno de los lanzadores que las tiraba durísimo. Averigüé y ese tipo, que tenía un cañón en el brazo, era Julio “Jiquí” Moreno, uno de los pitchers más grandes que ha tenido Cuba, y ahí mismo juré ser como él.


Yo llegué a ser pitcher de práctica del equipo Marianao, y jugué en la liga de “Pedro Betancourt” allá en Matanzas junto a una pila que después fueron mis compañeros en los Industriales y el team Cuba: Chávez, Urbano…

¡Y después, en las Series Nacionales, llegué donde llegué! Me convertí en el mejor relevista del país.

Una vez me sacaron a relevar con las bases llenas, sin outs, y metí el brazo de tal manera, que no pudieron anotarme.

¡Y entre los hombres que retiré fue ponchando al mismísimo Miguel Cuevas que cuando empuñaba el bate metía miedo!

¡El estadio se cayó abajo!

Avemaría purísima, me erizo recordando aquello. Es inolvidable para mí. Ese día me dieron la ovación más grande que recibí en mis días de pelotero activo. Cuando el árbitro cantó el tercer strike las miles de personas que estaban presenciando el partido se pusieron de pie gritando, mientras aplaudían.

- Guagua… Guagua… Guagua…

Me quité la gorra, saludé, mis compañeros de equipo me abrazaron, llegué al banco y me eché a llorar.

Lo di todo, compadre. De verdad.

Desde que me ponía el uniforme, estaba entregando lo más profundo que tenía en mí: Mi sentimiento de pelotero. ¡Lo mismo en los Industriales que en el team nacional, porque fui duro en los 2 equipos!

Mal comíamos, mal dormíamos… Pasábamos trabajo, pero lo que nos alentaba era el anhelo de jugar béisbol.

Gané campeonatos con los azules de los Industriales, con el equipo Cuba… En el “Cerro Pelado ese” me las vi negra, porque el mar a mí me gusta verlo, pero desde bien lejos o mejor en una pintura o en una fotografía.

- ¿Cómo fue? ¿Yo oí bien?

- Oíste bien: Nos vamos para los Juegos Centroamericanos de San Juan en el barco “Cerro Pelado”, Guagua.

- ¿En barco?

- En barco. ¿Tú no sabes lo que es un barco?

- Pero lo que no entiendo es… ¿Cómo que en barco?

- Estados Unidos no quiere darle a Cuba la autorización de vuelos directos, y nos vamos en barco.

- Mi madre.

- Salimos hoy por la noche para Santiago de Cuba, ahí nos embarcamos.

Fueron como 50 horas montados encima del buque aquel.

De Cuba a Puerto Rico es un saltico, pero el problema fue que a los americanos se les ocurrió decir que si el barco entraba en aguas puertorriqueñas, lo iban a confiscar, y entonces hubo que esperar a que las autoridades puertorriqueñas nos fueran a buscar en unas barcazas.

Los problemas entre Cuba y Estados Unidos los estábamos pagando nosotros que éramos simples deportistas.

Fue mal tiempo desde que salimos, porque amenazaba el ciclón “Alma”, y en esas condiciones entrenábamos en la cubierta del buque. Era por turno; en la mañana, por ejemplo, la esgrima, el boxeo, el ciclismo, por la tarde, otro grupo, y así.

Mandaron las barcazas, y llegamos a tierra con tremendo mareo, y medio mareados, fuimos a desfilar en la ceremonia de inauguración.

¡Fue tremendo aquello!

Cuba hizo un buen papel, y nosotros, los del béisbol, como suele suceder, ganamos la medalla de oro.

Para salir de allá, fue igual: En barcazas hasta el “Cerro Pelado” y de ahí para de nuevo para la tierra.

Eso fue en el 66, y en el 69 tuve una tremenda discusión con un hijo de puta ahí que era dirigente del deporte en aquella época, y me fui del béisbol. Un hijo de puta que nunca jugó, pero que tenía poder.

Sin dar explicaciones dejé de jugar.

A las grandes figuras se les retira del deporte activo, con una ceremonia bonita, donde la gente habla lindo, donde al que se retira le hacen regalos, se le reconoce su trayectoria, la prensa lo entrevista…

Lo mío fue con muchas penas, y ninguna gloria.

No tuve ni despedida, ni reconocimiento, ni nada. Decidí irme, y a estas alturas nadie me ha llamado para interesarse en mí. Tenía el brazo en forma, no me dolían ni los callos, pero eso no sirvió de nada. Querían salir del imbécil este que está conversando contigo, y salieron.

Mira que me he hecho la misma pregunta.

- ¿Habré hecho bien en quedarme? ¿Habré hecho bien en darle a Cuba todo lo que le di? ¿Habré hecho bien en no quedarme fuera?

En el 66, allá en Puerto Rico, se me acercó un señor muy elegante que, en perfecto español, me dijo.

- ¿Usted es Raúl López?

- Un servidor.

- Soy cazador de talentos de la organización “Bravos” de Atlanta. Necesitamos un lanzador de relevo.

- ¿Y?

- Le quiero hacer un contrato.

- ¿Un contrato?

- Aquí tiene un cheque en blanco, ponga usted la cifra.

Y entonces se me ocurrió dar una de las respuestas más estúpida que he dado en los días de mi vida:

- Señor, le agradezco, pero no cambio los millones de dólares que me puede ofrecer, por el cariño de los millones de cubanos.

- Muy amable, señor. Espero que nunca se arrepienta de lo que acaba de decir.

Perdí la oportunidad de quedarme callado, porque desde entonces me he arrepentido de lo que dije. Me dejé llevar por la emoción del momento, y no vi la propuesta con luz larga. De haber firmado, no estuviera como estoy ahora.

Te sigo contando. Cuando salí del béisbol, empecé a dar tumbos.

Trabajé en 20 cosas, me gané la vida de manera decente, pero siempre pasando más trabajos que burro de carga.

No tengo nada, nada más que los recuerdos. En mi casa están las medallas que gané, pero esas medallas no las puedo echar en la cazuela y cocinarlas en salsa para comérmelas. Eso no lo puedo hacer.

Esto nada más pasa en Cuba.

- ¿Usted es el que cuida los baños?

- Sí, compañero.

- ¿20 centavos?

- 20 centavos, compañero.

- Mire, aquí tiene… Eh, ¿usted es el “Guagua” López?

- Sí, compañero.

- Un gusto.

- El gusto es mío también.

- Déjeme darle la mano. Quiero decirle que su número 16 es un símbolo para el país; es como el 40 de Marquetti, el 5 de Muñoz, o el 31 de Medina. Pero, ¿qué hace cuidando baños, siendo usted una gloria de Cuba?

- Así es la vida, compañero.

Cada vez que oigo que me dicen eso, me dan ganas de llorar.

- Pero, ¿qué hace cuidando baños, siendo usted una gloria de Cuba?

Yo no sé si la vida me castigó por aquella bronca con el dirigente del béisbol, o por haberle dicho que no al cazador de talentos de los “Bravos” de Atlanta, pero sí sé que nunca he podido levantar cabeza.

En el 1967, en los Juegos Panamericanos de Winnipeg, Canadá, también me quisieron comprar unos agentes del béisbol de los Estados Unidos.

- Si el año pasado dije que no, en esta ocasión también voy a decir que no.

- Sabemos que el año pasado se negó, señor López. Estamos insistiendo porque en un año todo cambia, hasta la manera de pensar.

- Nunca voy a ser traidor a Cuba.

- La palabra traidor es muy dura…

- La dignidad ni se compra, ni se vende.

- Usted se lo pierde…

- Y se van por donde mismo vinieron, antes de que me ponga farruco.

¡La dignidad ni se compra, ni se vende!

Me da gracia porque esa frase no la inventé yo, la oí en un discurso un día que estaba escuchando el radio:

¡La dignidad ni se compra, ni se vende!

Si me hubiera ido de Cuba, al lo mejor no estaría cuidando baños. Quedándome en Puerto Rico o en Canadá iba a tener chance de ir a Estados Unidos a probar fortuna, como esos muchachos que están allá dando la hora: “El duque”, el hermano, Ordóñez, Arrojo, Danis Báez…

Me arrepiento de no haberme quedado, pero ya es tarde. Tengo 67 años, y sé que me voy a morir en la vida de perro esta que tengo. Lo único que me consuela, es que hay compañeros míos que están igual, o peor que yo: Cecilio Soto, el primer pelotero que tuvo Isla de la Juventud, está limpiando zapatos; Jesús Oviedo, que fue un catcher destacado de Sancti Spiritus, anda tirado en una esquina el día entero borracho, esperando que alguien se compadezca de él; “Changa” Mederos se murió y nadie se acuerda de él, y se acuerdan de José Antonio Huelga porque así le pusieron a un estadio, porque de lo contrario… El estadio de la Ciudad Deportiva se llama “Changa Mederos, pero el estadio de la Ciudad Deportiva y mierda, es lo mismo.

Ah, otra cosa, aquí en lugar de ponerle a los estadios nombres de peloteros famosos, le ponen nombres de mártires, ¡y algunos de mártires extranjeros! Yo no quiero que en un futuro tomen el nombre mío y se lo pongan a una instalación deportiva, pero es inconcebible lo que sucede.

Por ejemplo, cuando se fue a inaugurar el estadio de Santa Clara, allá por 1967 o 1968, todos estábamos convencidos de que se iba a llamar “Alejandro Ohms”, que fue un excelente pelotero nacido en esa ciudad, y cual fue la sorpresa cuando al estadio le pusieron “Augusto César Sandino”.

¿Qué tiene que ver Augusto César Sandino, que es un mártir de Nicaragua, con la pelota en Cuba?

Pero está bien, Sandino es de Nicaragua, en Nicaragua se juega béisbol, pero el estadio de Guantánamo se llama “Nguyen Van Troi”, que es vietnamita, ¡y que me digan qué vietnamita ha jugado pelota, compadre!

¡No le quito mérito como héroe, pero estoy seguro de que Nguyen Van Troi jamás vio un partido de béisbol!

Y te mencioné a Alejandro Ohms, pero te puedo decir que, al menos que conozca, nada lleva el nombre de Martín Digo, el mejor pelotero cubano de todos los tiempos.

Esto es mierda, mijo, y mi vida es más mierda que la misma mierda. A mi encanta comer arroz blanco con bistec; del bistec no me queda ni el recuerdo, y al paso que voy me a olvidar también del arroz blanco. Mis hijos no se ocupan de mí, mi esposa se murió… ¿Qué más me queda sino esperar la muerte en medio de esta vida de mierda?

Aclaración: A Raúl López, “La guagua”, lo entrevisté, en el año 1998, en el portal de mi casa; tuvimos una conversación fluida, bien cubana, él, mi padre, y yo, entre rones, risas, y lágrimas; cuidaba los baños de la terminal de ómnibus “Lido”, a escasos metros de mí residencia, en el municipio capitalino de Marianao. “La guagua” falleció, un día que no recuerdo del año 1999. Este relato forma parte de mi libro “La vida es un monólogo”, en proceso de edición.

Comentarios

  1. Buen material De Malas, tomo su decisión y desgraciadamente se arrepintió

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  2. Buen material de Malas. No se si llorar o indignarme. Quizas las dos. Trabajos como este deberán formar parte de un museo de holocausto deportivo algún día. Casos así hay por montones en Cuba.

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  3. Excelente articulo, ahora se quien fue y nueva historia del beisbol cubano para mi,
    Saludos

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