Yoenis Céspedes: la potencia que revuelve el trago de Nueva York.

A Céspedes no le pesa el traje en los Mets.
Web ScreenShot.

Por Jorge Ebro.

Aunque lo ha negado cien veces, a Reggie Jackson se le adjudica la frase "I am the straw that stirs the drink'', dando a entender que aquellos Yankees de los tumultuosos 70 del siglo pasado fluían por y para su talento, que él era el centro del universo de rayas azules y el resto del club solo seguía el arrastre de su ritmo.




De cierta forma, no le faltaba razón a Jackson. El era quien revolvía el agitado trago de Nueva York con sus largos jonrones y su personalidad abrasiva, como por estos días también lo hace Yoenis Céspedes en La Gran Manzana, pero desde el vecindario de Queens y de otra perspectiva humana diferente.

El no lo dirá porque es una persona callada que suele huir de las luces y las cámaras -al menos cuando no está en juego-, pero el slugger de los Mets revuelve, impulsa y agita los ingredientes de Nueva York, como hacía rato nadie lo hacía, como nadie lo hace desde buen tiempo en los Yankees.

Claro que están esas joyas de pitcheo que son la envidia de las Mayores, pero el impacto de Céspedes es innegable, desde que casi solo sobre sus hombros metiera a los Mets en la postemporada pasada y ahora los mantenga a flote en zona de wild card en medio de tremendas lesiones.

A Céspedes lo han llevado de un equipo a otro, de un jardín a otro, le han intentado cambiar el swing -algo que él mismo ha revelado- y jamás ha dejado de producir con una constancia que se echa en falta en algunos de sus compatriotas.

Inmenso vuelacercas de Cespedes

Tal vez no haya sido el mejor de la isla en sus Series Nacionales, pero no cabe duda de que en los cinco años de Grandes Ligas -dejando aparte a Aroldis Chapman como cerrador- se ha erigido en el mejor del creciente, aunque aún tenue contingente cubano en la mejor pelota del mundo, y todavía, a los 30 años, se encuentra en ese período de gloria temporal que en inglés denominan "prime''.

Si hasta el 2014 era bueno, en el 2015 se convirtió en estrella con una segunda mitad de temporada de ensueño que puede ser de todo menos casualidad. No por gusto acaban de premiarlo con un viaje al Juego de las Estrellas en San Diego.

Tomen en cuenta esto: Céspedes recibió la segunda mayor cantidad de votos entre todos los jardineros del viejo circuito (2,816,146), solo superado por el recontrapopular Bryce Harper (2,865,095), una verdadera máquina andante de auto propaganda, el "poster boy'' de las nuevas Grandes Ligas.

Podemos hablar de números tradicionales y sabermétricos, de esos que abundan enbaseballreference y fangrahps, de victorias para un pelotero de reemplazo y promedios de conexión dura a las pelotas. Yo prefiero mirar el carácter que hace posible las estadísticas, los que revuelven el trago realmente.




No son todos los que pueden ser cuarto bate en Nueva York. Muy pocos son los llamados y menos los capaces de echar a andar una maquinaria tan complicada, de satisfacer una fanaticada tan exigente, una prensa feroz como una jauría de lobos, en fin, de triunfar en la jungla de asfalto.

Céspedes va por la vida como si la crítica de la prensa resbalara por su piel y no importa si el barco esté a punto de zozobrar o navegue en aguas tranquilas, él siempre es el mismo, impasible, inalterable. Quizá ahí está la clave de su éxito. El pánico no habita en su rostro y eso es algo que el resto del vaso comprende y admira.

Su swing, el que quisieron transformar, es un prodigio de mecánica y poder, su brazo sobresale por encima del promedio. Céspedes resulta un espectáculo impresionante, ese por el cual vale la pena pagar la entrada y que produce al final la bebida más embriagadora que el talento pueda originar...al menos desde Cuba.

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