¡Gracias por el oro!!! Consideraciones.

El equipo Cuba de vuelta a casa, con flamante medalla de oro, mediante una sólida defensa del trono, al vencer, en calidad de invicto y en tierras lejanas del Oriente, a otros 9 conjuntos que se repartieron del segundo al décimo puesto, en el último evento internacional del 2010.
Con relevo extraordinario y un cierre a lo cubano, Jonder Martínez se hizo cargo de los tres bateadores finales de la ofensiva holandesa, para así revalidar el título de campeón de la Copa Intercontinental, evento que en su versión anterior (2006) también fue ganada por los cubanos.
Es un resultado muy bien recibido por la afición, pues el primer lugar conseguido en el Campeonato Mundial Universitario, en el pasado verano, no había saciado el hambre por el oro de la fanaticada cubana; pues si bien es cierto que ganamos espectacularmente, me dio la impresión que el conjunto americano también se pudo haber llevado el gato al agua. La gloria suprema estaba siendo esquiva para los elencos beisbolísticos del patio y ya era hora que ganáramos convincentemente.
Y convincente fue, pues a diferencia del torneo en Puerto Rico, los equipos con menor calidad que el nuestro fueron apabullados, con bates feroces y pitcheo intocable, además de la tradicional defensa hermética. Los mejores equipos de la Copa también fueron derrotados por el Cuba, que en cada una de sus salidas nos regaló victorias.
Rival tras rival Cuba fue abriéndose camino y las mieles del triunfo llegaron. Momentáneamente, nuestra sed de victorias ha sido saciada, no obstante no podemos engañarnos.
No podemos engañarnos, pues la Copa Intercontinental (por invitación), en su afán de tener variada representación del orbe, se quedó muy por debajo en términos competitivos, ya que a la hora de escoger los equipos participantes, varios de estos no tenían el nivel requerido y la aguja desde Hong Kong a Nicaragua, pasando por Italia y terminando en Cuba, se distorsionó mucho y por supuesto en varios momentos, el evento pareció la Liga del Trapo.
Por otra parte Cuba ganó, pero no logró vencer a ningún rival de relativa consideración (Corea, Japón, Taipéi, Holanda o Italia) por más de 3 carreras, nuevamente labores inmaculadas de nuestros lanzadores, sobretodas las otras cosas, preservaron el triunfo.
Para no abandonar el área del pitcheo: siento que se me van a caer los dedos tecleando “ESPECIALIZACIÓN” de los lanzadores, pues nuevamente vi a Yulieski González abrir, efectuar relevos largos y calentar, en el partido por el oro, cuando faltaban solo tres outs. ¿Qué función cumplía Yulieski en el staff de la finalizada Copa? Ni él, ni el manager, Eduardo Martin, saben, pues esta era dictaminada por las circunstancias.
Para no abandonar el área directiva: Eduardo Martín recuperó parte del prestigio perdido en Puerto Rico, al menos para mí, pues reaccionó ante la crítica y reconstruyó el equipo, creando uno más funcional y con mayor variedad de oportunidades. Otra cosa digna de señalar es que Martín no ha creído en establecidos y le ha dado banco a quienes no rinden, a la vez que sus jugadores de cambio han visto oportunidad de ensuciar el uniforme, más de las que podían esperar en un pasado no muy lejano.
Para no abandonar la reconstrucción del equipo: Giorvis Duvergel y Rudy Reyes (el capitalino en menor medida) trajeron explosividad a un line-up muy pasivo, de pronto los tres primeros bateadores del Cuba (Duvergel-Olivera-Bell) estaban capacitados para hacer de todo ofensivamente y así lo hicieron. Yoandry Urgellés por su parte completó las opciones en los jardines y cuando fue necesario, asumió la función encomendada y volvió a brillar. La reducción de 11 lanzadores a 9 resultó acertada, a pesar que aún algunos se sobre utilizaron y otros, todo lo contrario.
Acompañado de mi esposa vi a Jonder lanzar strike de lujo, para cerrar de maravillas y darnos el privilegio de ver a los nuestros celebrar, no obstante ella me comentó (la cito textualmente): “están felices, pero no parece que lo estén disfrutando tanto”.
Ella, que al verme protestar tantas veces frente al televisor (desde las preselecciones, hasta los fallidos toques de bola), apoya al equipo Cuba más que yo; pero no entiende que aún tenemos mucho terreno que recuperar, que los más exigentes (como este periodista) queremos más; queremos que los errores anteriores sean borrados con victorias inobjetables; queremos que la suerte deje de estar de nuestro lado y ganar contra todo pronóstico; queremos vencer, merecer y convencer, para volver a alardear de los triunfos de los nuestros; para sentirnos que le ganamos hasta al mismitísimo Babe Ruth o Roy Halladay; para olvidarnos del jonrón de “Papi” Ortiz; para escribirle a Matzuzaka y retarle a duelo (terreno mediante); y para que nadie nos hable de universitarios, o peloteros retirados, o equipos amateurs. Abogo por una nueva época, donde mi equipo Cuba (un equipo Cuba moderno, limpio de barreras dogmáticas, donde juegue el mejor y no el escogido) se imponga y ponga respeto, para en el futuro, lleno de orgullo decirle a mis hijos: “Hubo una época donde el Cuba, nuestro Cuba, no perdía con nadie…”
Sin más por ahora,
Daniel de Malas Andreu.

Comentarios

Síguenos en Facebook