El fenómeno Elpidio Valdés y el beisbol cubano.

Mientras nuestro equipo Cuba de beisbol avasalla a su similar de Nicaragua, en los predios de estos, es lógico preguntarse las razones que guiaron a los responsables a enviar una formación tan sólida a ese tope, y porqué el manager Roger Machado se niega a cambiar la alineación titular.

La respuesta es simple, al menos para mí. De hecho se me ha ocurrido una analogía que he bautizado como fenómeno Elpidio Valdés, que creo reúne en su justa medida mi teoría sobre el beisbol cubano internacional.

Elpidio Valdés es un héroe de los dibujos animados bautizados con su mismo nombre y con total certeza el más famoso personaje de la animación cubana de todos los tiempos. Su creador, Juan Padrón, logró con Elpidio lo que ningún otro en esta categoría.

Este héroe mambí, como todos los superhéroes, es un peleador que tiene un único final, vencer a las tropas españolas, en aras de la independencia de Cuba.

Basado en hechos reales y con un estudio inigualable dela época, Juan Padrón diseñó dicho superhéroe, que es sin dudas el equivalente a Superman, Batman o el Capitán América, capaz de sobreponerse a heridas mortales, apto para escapar de las más espinosas situaciones y dueño de un corcel invencible (Palmiche, su caballo, que a ratos parece tener más superpoderes que el propio protagonista).

Sin embargo Elpidio Valdés  (que no vuela, ni tiene capa, ni rayos laser) no es tan espectacular como el resto de los superhéroes de acción, pues tiene una ventaja, allende sus habilidades y su innata temeridad, Elpidio Valdés no tiene enemigos de consideración.

Los españoles de las historietas de Juan Padrón, y aquí si no hay basamento verídico, son unos pobres tontos (encabezados por el general Resoplez y su asistente el Andaluz), que se dejan engañar con facilidad, que desbordan cobardía, pocas habilidades militares, y que hasta el cansancio son derrotados por el coronel mambí y su caballo.

Más allá de lo divertido que son los “muñequitos” de Elpidio Valdés, estos tienen una gran deformación de la historia, pues los españoles contaban con estrategas bélicos considerados entre los mejores del mundo en esa época y habría que ver qué grado de valor tenían los soldados de España, para enfrentarse en un clima tan agotador como el nuestro, con enfermedades ajenas a ellos, contra unos mambises que salían de la nada a caerle a machetazos. Los españoles perdieron la guerra en Cuba, pero dieron valiente batalla en terreno foráneo, y aun vencidos, creo que merecen más respeto.

El beisbol cubano sufre de similar deformación, pero en este caso no solo del pasado, sino también del contexto histórico que se está viviendo.

Los triunfos que verdaderamente valen palmas, extensivo para todo el deporte cubano y no solo para el beisbol, fue la masividad y el salto cualitativo en las décadas del 80 y en especial la del 90, con su clímax en Barcelona 92 y su último toque de gracia en Sidney 2000.

Pero el beisbol en la isla, deporte nacional y parte indisoluble de la idiosincrasia del cubano, es Elpidio Valdés y se quiere que siempre existan “generales Resoplez” que vencer, para que nuestros “superhéroes” mantengan su estatus social. Especialmente en una era donde ya no le ganamos a casi nadie y la inflada historia de equipos cubanos invencibles se derrumba ante nuestros ojos, sin que nadie pueda, o quiera, hacer nada.

Es por eso que cuando en enero del presente año se criticó la extracción de varios peloteros de sus respectivos equipos de la Serie Nacional (con ese evento en marcha), para enfrentar un conjunto norteamericano universitario, de visita en el país, se nos acercó un miembro de la Comisión Nacional en el Latinoamericano y nos dijo algo así: “aflojen periodistas que ustedes saben que las ordenes son las de siempre ganar”.

Y es por eso que ahora mismo se diseñó un Cuba con más estelares que debutantes. Porque en Nicaragua hay que ganar, olvídense de darle juego a los más nuevos, de preparación para el Clásico Mundial; lo importante, bajo cualquier contexto, es ganar y que nuestros “Elpidios” trituren a sus rivales.

Roger Machado no puede atreverse, o no quiere, a presentar una alineación donde los desconocidos salgan al ruedo y así, más allá del resultado, veamos como lucen las nuevas caras del beisbol cubano. Es por eso que año tras año repetimos la misma fórmula, pues hasta que los veteranos no puedan más, o el jarro suelte el fondo, ningún debutante verá juego en el Cuba, en cualquiera de sus versiones.

Hace unos días en la radio un oyente me pedía razones, pues quería conseguir juegos de beisbol cubano de la Olimpiada de Beijing y otros eventos recientes, pues en la televisión no retransmiten esos partidos. La respuesta, no se la di así en ese momento, es elemental. Las reproducciones que tendremos en la pequeña pantalla serán de la serie documental “Confesiones de Grandes” y otras como “De la Habana a Quisqueya 30 años después” (en realidad, 42 años después) o “Marrero el Premier de los pitchers cubanos” o algunos fragmentos del jonrón de Gourriel en Parma 1988, o sea varios “Resoplez” vencidos por nuestros “Elpidios”, a la vez que hablar de épocas recientes significa, o enmarañar la historia omitiendo protagonistas (ha pasado varias veces) o mencionar jugadores que por razones personales abandonaron el país y ya no son considerados “coroneles mambises”.

Y es que la prensa deportiva cubana tiene mucha responsabilidad en este pecado, por pasarnos el año ensalzando nuestros superhéroes e intentando buscar defectos en nuestros rivales (se acuerdan cuando periodista tras periodista utilizaban la frase “… las mal llamadas Grandes Ligas…”). Somos nosotros los periodistas culpables en gran medida de la frustración de nuestra fanaticada (a veces inclusive de los propios peloteros), pues creemos que a pura bandera, orgullo, autosuficiencia y guapería podemos ganar internacionalmente. Pregunto ¿Existe alguien más orgulloso que un japonés, o más autosuficiente que un norteamericano, o más guapo que un panameño? ¿El resto de los peloteros no quieren, aman y respetan su propia bandera? Lógicamente nos estamos quedando sin argumentos cuando somos capaces de esgrimir teorías tan endebles como estas.

Lo peor de todo está aun por venir, pues para encontrarle rivales de poca monta a nuestros “Elpidios” se necesita un acto de magia fantástico o extender el tope Cuba-Nicaragua por todo el verano, en pos de hallar endebles “Resoplez” que mantengan alta la frente del beisbol cubano, un beisbol cubano que se niega a reconocer el terreno perdido y a sacudirse el polvo de las derrotas recientes (bastante polvo por cierto), intentando fórmulas novedosas y de estos tiempos.

Ojala y que el resultado sea tan alegre y fructífero como en las caricaturas de Elpidio Valdés, de momento me siento pesimista y no me atrevo a ver un claro horizonte. Unos días atrás otro radioyente pronosticaba la posibilidad de que Cuba quedará en el quinto lugar del venidero Clásico Mundial de Beisbol, a lo que con todo el escepticismo posible le respondo: “Eso habría que verlo compay”.

Sin más por ahora,

Daniel de Malas Andreu.