Lazaro Valle Martell: Entrevista.


Por Hassan Pérez Casabona.

Con su estilo agresivo de lanzar, Lázaro Valle Martell, El Supersónico de la Habana Vieja, marcó toda una etapa desde el montículo en los equipos citadinos.

Poseedor de una recta endemoniada, que sobrepasó las 98 millas, unido a una slider terrible, cosechó resultados impresionantes desde la “colina de los suspiros”. 

Sus 654 de promedio de juegos ganados lo sitúan como el octavo de todos los tiempos. 




Le encajó a sus rivales 1 351 ponches en solo 1 740 innings. Además de iniciar 209 juegos, relevó en otras 125 ocasiones. 

Vigente en la memoria su espectacular juego perfecto contra Corea del Sur, logrado en la Copa Intercontinental de San Juan en 1989, hazaña nunca antes alcanzada por serpentinero cubano, y solo reeditada desde entonces en competencias foráneas por el guantanamero Dalier Hinojosa, en el 2010, frente a los universitarios de Sir Lanka y los mayores de Malasia. 

El resto de las incursiones de Valle con la novena de las cuatro letras resultaron también formidables, al punto de cosechar 16 éxitos sin fracasos a lo largo de 11 torneos internacionales. 

Dicho palmarés representa que apenas concedió libertades a los oponentes en tres Campeonatos del Mundo –e igual número de Copas Intercontinentales y Centroamericanos–, así como los Juegos Olímpicos de Sídney 2000 y otros eventos. 

En esas 139.0 entradas de actuación consiguió un extraordinario promedio de carreras limpias permitidas de 1.04, con 153 ponches propinados. 

Entre el 23 de noviembre de 1988 y el 19 de diciembre de 1989, Valle hilvanó una cadena de 25 éxitos consecutivos que constituye aún el récord en nuestras Series Nacionales. La inigualable seguidilla comenzó en la XXVIII Serie Nacional, prosiguió durante la XV Selectiva y finalizó en la temporada XXIX. 

«Pudo extenderse la racha –me dijo–, pero caí 2 x 3 en el Nelson Fernández lanzando por el Habana Javier Gálvez, actual entrenador de pitcheo de Mayabeque». 

Este carismático pelotero, que comenzó su carrera como receptor y jardinero, con 4 jonrones como bateador, ha sido uno de nuestros pitchers más inteligentes. 




Su verbo elocuente lo hacen asombrar no solo por los conocimientos sobre la historia del béisbol y sus estrategias modernas, sino porque es capaz de disertar lo mismo acerca de la caída del Sha de Irán, o sobre Meyer Lansky, el judío financiero de la mafia norteamericana. 

Conversar con él resultó una exigente prueba. 

La memoria prodigiosa a la hora de responder, y su peculiar estilo discursivo, parecían «desafiar» con elegancia y prontitud, cual estocada de esgrima, cada interrogante. 

No rehuyó ningún tema y se adentró, por el contrario, en explicaciones peliagudas con la convicción de quien domina magistralmente la materia en la que se desenvuelve. No respondió de manera lacónica. Sabía bien que en la argumentación, coherentemente expresada, además de en las vivencias, descansaba la fuerza de su exposición.

Este diálogo pudo realizarse durante un breve descanso del estelar serpentinero, justamente a la puesta del sol, en un rústico terreno de Guanabo que él mismo ayudó a construir. Debo añadir que ello fue posible debido a la gentileza de Margarita, sostén desde hace más de 20 años de alguien tan carismático y constantemente asediado por sus admiradores. 

Con la publicación de esta entrevista, me sumo a las felicitaciones al mítico número 21 de los Azules de la capital, que el 18 de diciembre arribó a los 50 años de vida.

¿Cuáles fueron tus inicios en el béisbol?

Nací en La Habana Vieja y al igual que la mayoría de los muchachos, desde muy pequeño me fascinó la pelota. Con siete años, de la mano de Guillermo Illas y Alberto Álvarez, di mis primeros pasos en El Pontón. Luego matriculé en la Escuela de Iniciación de Béisbol Especial Regional (EIBER) donde aprendí mucho de José Elósegui padre, quien ejerció una gran influencia por su pedagogía en los jóvenes de entonces. 




¿De ahí te incorporaste a la Serie Nacional?

No, qué va, a pesar de proceder del sistema de enseñanza deportiva, no asistí de inmediato a la nacional porque entre 1978 y 1980, como miembro del Ministerio del Interior (MININT), participo en las competencias que se realizaban en la Sociedad Dinamo Capitán San Luis. Por cierto, existía una gran rivalidad deportiva entre los concursantes de estos eventos, que en el caso del atletismo, la carrera de orientación y otras disciplinas, formaban parte del programa de las Espartaquiadas de los Ejércitos Amigos. Debo confesarte que atesoro con mucho cariño los recuerdos de aquellos años en el MININT, donde incluso llegué a desempeñarme como patrullero de la Policía Motorizada en la Unidad de Cuba y Chacón. 

No es hasta la XXII Serie Nacional en 1980, cuando debuto con los Industriales, y aunque muchos no lo conozcan, no lo hago como lanzador, sino como tercer cátcher de los Azules. Aquel año jugué poco, pues imagínate que los enmascarados eran Pedro Medina –para mí el más temido ofensivamente de los receptores cubanos, con unas condiciones físicas excepcionales– y Juan Bravo.

Al año siguiente, como me enrolé en un curso en el Centro de Preparación de Barbosa, no asistí a la temporada beisbolera.

¿Cuándo regresas?

En 1983, en esta ocasión con Metropolitanos, como jardinero y primera base. Quiero decirte que esa fue una tremenda escuela para mí, donde tuve el privilegio de ser dirigido por Pedro Chávez, un extraordinario pelotero de una gran sencillez, dotado de sensibilidad especial para estimular a los más jóvenes. 

Ya en aquel campeonato, si bien nunca fui un slugger, las cosas me fueron mejor a la ofensiva, al punto de que llegué a desempeñarme como cuarto bate. Te confieso que mis compañeros de equipo, muchos años después, me mortificaban diciéndome que mi average ofensivo (224) solo me alcanzaba para una pizza, pero impulsé 36 carreras y conecté 4 jonrones. ¿Es algo, no? (No puede ocultar una carcajada.) 




¿Cómo y cuándo te decides a encaramarte en la lomita?

Soy pitcher, en primer lugar, gracias a Chávez, a Luis Zayas, Germán Águila y a José Modesto Darcourt, quienes conociendo la potencia de mi brazo en los tiros desde los jardines, y a que siempre en las prácticas les tiraba algunas bolas a los bateadores, me embullaron a lanzar. No creas que pensaba tomármelo muy en serio, pero la vida siempre te depara sorpresas, y en 1986, cuando por fin doy «el paso al frente», en mi primer juego frente a Granma en el Latino les di 8 escones. No te oculto que me sentí un chiquillo. Al año siguiente, viendo que no me había ido tan mal, me puse a entrenar con mayor ahínco. En la Nacional, con los Rojos, gané 7 y perdí 3, incluidas lechadas a Citricultores y Forestales con 2,80 de PCL, lo que me catapultó por primera vez a la Selectiva. Creo que esos resultados me abrieron las puertas para integrar la selección que asistió al torneo de Clubes Campeones en Rotterdam.

Siempre se ha dicho que 1989 fue un año muy especial para ti. ¿Lo consideras el momento de tu consagración?

Imagínate cómo estaba en aquella Copa Intercontinental en Puerto Rico. Para mí era como si no hubiera una sola alma más en el Paquito Montaner de Ponce. Ni me imaginé que aquella noche le tiraría un juego perfecto a los coreanos del sur. Verdad que la artillería nuestra era un trabuco temido en todo el planeta y les hicimos 11 carreras; pero sacar 24 outs sin que nadie te llegue a primera (le dimos knock-out en 8 innings), se te puede estropear por cualquier cosa: un error, un pelotazo, una luz que encandile a los jardineros… Nada, que parece que San Lázaro estaba conmigo. Claro que ese día la bola me caminaba con furia y, al terminar, el brazo no se había enterado. No podré olvidar la cara del Presidente del Comité Olímpico Cubano en ese momento, Manuel González Guerra, al decirme que había visto marcar en la pistola de los scouts 2 lanzamientos de 102 millas y 2 de 100. Y por si te parece que exagero, ahí están los reportes de Pedrito Pérez donde en los 80 envíos que efectué (73 strikes y 7 bolas) no bajé con la recta de las 94 millas por hora.




En julio de 1991 la prensa publicó: «Sufrió Valle una grave lesión que hace peligrar su asistencia a los Panamericanos». ¿Sentiste que todo acababa?

No quiero ni acordarme de aquel jueves, en el estadio de Fomento, practicando para participar en el Torneo Internacional José Antonio Huelga in Memoriam. La mano se me viró debido a una oclusión de la arteria axilar, que apenas permitió la irrigación sanguínea durante casi 6 horas. Era como si me hubieran amputado los dedos meñique y anular. Me llevaron para el hospital provincial y de ahí inmediatamente, gracias a la gestión del compañero José Ramón Fernández, para el Instituto de Angiología en la capital. Comenzaron a inyectarme, ante el peligro real de perder el brazo por la ausencia del pulso cubital, heparina con hielo en el ombligo. De más está decirte el estado depresivo en que me sumí. Pensé que nunca más podría entrar a un diamante. No quería conversar con nadie y todo me irritaba. Solo la labor de un colectivo de prestigiosos profesionales, que nunca olvidaré, con los doctores Ceballo, Oliú y Charles a la cabeza, quienes me diseñaron un plan especial de ejercicios de natación en la playa, junto a la paciencia inconmensurable de mi esposa Margarita y de mi difunto padre Andrés y mi hermana Mercedes, me devolvieron la confianza para retornar al béisbol.

¿Cuándo regresaste?

El comisionado nacional Domingo Zabala y su esposa Lolita también tuvieron mucho que ver en eso y junto a las autoridades de la ciudad me convencieron para que jugara la provincial. Era 1993 y –con el dolor terrible de haberme perdido los Panamericanos de La Habana y la Olimpiada de Barcelona, donde por primera ocasión el béisbol competía como deporte oficial– me entregué al equipo de la Ligera que se tituló. Lancé para 10 y 1, lo que me dio mucho ánimo en mi afán de regresar a la Nacional. Allí, a la hora de la verdad, con palmarés de 8 y 1 y de 7 y 3 en la Selectiva, me demostré a mí mismo que me había recuperado.

¿Qué pasó luego?

Ponce 93, la Copa en Italia, el Mundial de Nicaragua en el 94, los Panamericanos de Mar del Plata en el 95 y la Serie del 96 en la que los Industriales alzamos la corona, con Medina como timonel, que no conquistábamos desde 1992. Ese también fue un año duro porque falleció mi padre el 21 de febrero, y entonces el 23, en el Sandino, le di la última victoria al equipo frente a Villa Clara en los play off. Él no pudo ver el triunfo, pero ese día tiré con el corazón. Después me lesioné el codo, pero sobre todo me desmotivé. El 21 de abril de 1997, en el Latino de mis amores, me retiré oficialmente. Luego vino la política de enviar a un grupo de jugadores a Japón y conversaron conmigo para que me incorporara. Margarita, una vez más, me persuadió y durante 3 campañas me desempeñé con el Mitsubishi Motors Corporation, el Shidosha de Nagoya y el Shidax. Fuimos varios los antillanos que marchamos a Asia y en mi equipo, específicamente, compartí con Evenecer Godínez, actual timonel de Santiago de Cuba, Pablo Bejerano y Jorge García.




¿Qué te dejó tu recorrido por la tierra del sol naciente?

La disciplina como carta de triunfo fundamental. No fabulo si te cuento que había días de estar hasta 16 horas vestido dentro de un terreno. Aprendí a entrenar solo. Mejoré mi mecánica de pitcheo y desarrollé un pensamiento más agudo a la hora de enfrentarme a los bateadores. Ellos son para mí quienes mejor conectan los envíos en recta, debido a que pueden llegar a hacer 1 000 swines diarios. Eso forma parte de la filosofía oriental de alcanzar la perfección y el equilibrio. Me percaté también de que, mientras a la bola alta y pegada eran capaces de depositarla en el bosque derecho, todavía hoy presentan dificultades con los lanzamientos bajos. Los bateadores asiáticos, en sentido general, se colocan detrás en el rectángulo diferente a lo que sucede en Norteamérica, donde los peloteros fornidos se separan bastante de home con el objetivo de extender a plenitud los brazos y depositar sobre la bola toda su fuerza. 

¿Cómo se da el hecho, tan inusual, de que regreses a nuestros clásicos?

Nuevamente, la provincial fue la salvadora con Luis Daniel Paz y Leonel Ricardo como los responsables de que compitiera por la Habana del Este. Allí perdí un solo juego y la comisión provincial me «exigió» regresar. Corría el año 2000 y obtuve 10 y 3 con 15 salvados. En los play off le gané dos juegos a Pinar y 2 a los Metros, que estaban en su campeonato de ensueño.

¿Por fin la gloria olímpica?

Sídney significó el anhelo de tantos años, que las lesiones me lo hicieron esquivo en 1992 y en Atlanta. Creo que soy el pelotero que con mayor edad, 38 años, he asistido a unos Juegos Olímpicos. Y aunque derroté a Japón, lo más importante fue la tristeza de todos cuando caímos frente a EE.UU. en la final. Estoy seguro de que ese será el momento más desdichado de los que integramos aquel conjunto. 




Después de que te retiraste en el 2002, ¿qué otros gratos momentos no olvidas?

La actuación en los Juegos de la Buena Voluntad de Seattle, el hecho de no haber perdido como lanzador del equipo Cuba un solo juego, mis victorias en los topes frente a EE.UU., y el haber sido seleccionado en 1990, junto a Linares, Pacheco y Kindelán para formar parte de las Estrellas de América que nos enfrentamos a los jugadores más destacados de Asia en un partido celebrado en el Fulton County Stadium de Atlanta.

¿Qué piensas que debe mejorar nuestro béisbol en la actualidad?

Si bien hemos mejorado el corrido de las bases, el hit and run y los toques de bola todavía, en su dimensión más amplia, son asignaturas pendientes. En el caso del pitcheo hay que inculcarles a nuestros monticulistas la importancia de ganar apretado. Nuestra mentalidad, en la pelota de hoy, no puede ser dar knock-out. Hay que saber imponerse con una carrera de ventaja y para eso hay que perfeccionar todas las tácticas. No se les pueden robar con tanta impunidad bases a los lanzadores, no se puede regalar nada cuando se está en 2 y cero, no debe anotar fácilmente, con un fly de sacrificio, un corredor que ha llegado a tercera. En fin, que debemos revisar todos estos temas. Los lanzadores tienen que conocer a la perfección a los bateadores. 

Existe un gran polémica sobre cómo debe conducirse a un lanzador. ¿Consideras que debe dirigírsele desde el banco?

Es algo muy de moda que en lo personal no respaldo. No digo que en determinada situación el alto mando del equipo se pronuncie, pero para mí lo esencial es el estudio previo que se haga sobre cada bateador. Debe trabajarse en serio, no de mentirita, con la carta de pitcheo. Hay que compenetrarse con el cátcher. En otras palabras, tienes que pensar y estudiar mucho. Y que conste que creo que un serpentinero viene a alcanzar la madurez después de al menos siete temporadas, luego de que realice una preparación tan completa que incluya desde el fortalecimiento de los trenes inferior y superior, hasta conocer cómo aplicar, para utilizar en función de sus condiciones, el principio de traslación de la fuerza. Fíjate por ejemplo que los tenistas someten a una mayor tensión que los peloteros el codo y el hombro y sin embargo se lesionan menos. Me llama la atención cómo muchos de los participantes en nuestro principal torneo no conocen, por ejemplo, que en el pitcheo todo se rota y todo se traslada, mientras que en el bateo todo se traslada y nada se rota. Un lanzador no puede empecinarse en ponchar al bateador, sino en dominarlo por cualquier vía. Quien se trepa en la lomita tiene que aprender desde sus inicios a “cambiar” un bateador por otro, en dependencia del momento del juego. Te pongo un ejemplo: Yulieski González, que acaba de obtener su primera victoria de esta Serie y que es un experimentado lanzador que ha integrado en innumerables ocasiones el equipo Cuba –en la campaña 2007-2008 conquistó 15 triunfos sin derrotas– varias veces ha sucumbido ante Industriales porque, en casi todos los casos, no ha dominado a la tanda de zurdos de la capital. Todo atleta debe interiorizar que, en el deporte, no se premian los esfuerzos sino los resultados. 




¿A qué serpentinero de tu época admiraste más?

A Braudilio Vinent y a Jorge Luis “Tati” Valdés, dos monstruos a la hora de lanzar. Ellos, además de sus números impresionantes, siempre ganaron el juego bueno, cosa que para mí es decisiva. También siento un respeto especial por Jesús Guerra y José Modesto Darcourt, muy inteligente a la hora de mezclar sus envíos. Carlos Yanes merece una distinción especial porque, a fuerza de coraje y entrega, alcanzó más de 200 victorias, cuando desde hacía rato superaba los 40 años. Eso para mí es una verdadera proeza. A escala internacional considero dos extra clases a Nolan Ryan y Greg Maddux.

¿Y de los que se desempeñan hoy en día?

De los más jóvenes me identifico, porque me recuerda mis años mozos, con Yadier Pedroso. Creo que para la mayoría de la afición y los especialistas es en la actualidad nuestro lanzador más completo. Miguel Lahera tiene condiciones fenomenales pero debe estabilizar sus resultados en las competencias importantes. Vladimir García está en su mejor momento pero, en mi opinión, todavía depende demasiado de su recta. En los últimos meses me han llamado la atención, porque no tienen miedo a la hora de encarar a los rivales, los tuneros Darién Núñez y Carlos Juan Viera. Yoelkis Cruz, caballo de batalla de los elencos de esa provincia, emplea muchas veces en exceso la sinker. El holguinero Pablo Millán Fernández tiene la virtud de tirar strikes permanentemente. Desgraciadamente no se comprende del todo que el control es la principal arma de un serpentinero. Al respecto recuerdo que una vez elogiaron a Bob Gibson y este respondió que estaba insatisfecho porque de 10 sliders que lanzaba solo caían 9 en la zona buena. Odrisamer Despaigne cuenta con un cambio efectivo, buena velocidad y dominio sobre la slider, pero tiene que mejorar su control, pues muchas veces se coloca innecesariamente debajo de los bateadores. Fredy Asiel Álvarez es quien trabaja con mayor dominio en la zona pegada, lo que combina con una formidable curva hacia abajo. Considero que únicamente debe perfeccionar cómo colocar el tercer strike, ya que he notado que, en ocasiones, lanza muy noble cuando el conteo le favorece. 




Por último, ¿qué significó para ti haber representado a nuestro país?

Para mí la Patria está por encima de todo. Soy un lector empedernido, amante de la historia de lucha de nuestro pueblo, y te digo que la hazaña de estos 55 años no tiene comparación. He tenido el privilegio de, en múltiples ocasiones en las entrañas del monstruo, vibrar escuchando las notas del Himno Nacional, y esos instantes no pueden cambiarse por todo el oro del mundo. ¿Te dije que cuando mi lesión el Comandante en Jefe, personalmente, se encargó de que me enviaran un PPG especial para que mejorara la circulación sanguínea en el brazo? ¿En qué lugar del mundo ocurre eso? He sido, como cientos de atletas, objeto de ofertas de los mercaderes que piensan que todo tiene un precio. Te cuento una anécdota. En Ponce 1993, en el momento más duro del período especial y en un escenario muy complejo donde tuvimos algunas bajas, se me acercó uno de esos chacales intentando disfrazarse de oveja. Después de darme un trago, le solté, sin dejar que se moviera: «Mira mi socio, piérdete y que no se te ocurra insinuarme que abandone el caimán porque se va a formar aquí la fiesta del guatao». El gallo se marchó sudoroso y desplumado. Nada, mi hermano, que ellos con su prepotencia nunca podrán comprendernos.

Comentarios

  1. Y ahora el esbirro viene a las "entrañas de monstruo" a unir a los cubanos. Un frustrado es lo que tu eres, Valle.

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  2. GRAN PITCHER, GRANDES EMOCIONES A LOS CAPITALINOS. PERO QUE PENA NO SE PERCATO QUE LA HISTORIA DEL BASEBALL SE ESCRIBE EN LAS GRANDES LIGAS.

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