Volver a Ibar

Tomado de www.oncubamagazine.com Escrito por Eduardo González.
José Ibar Medina sigue en Cuba. De sus 43 años de vida todos los ha echado aquí, en esta isla del Caribe, rodeado de agua por todas partes. Nunca “se ha ido”, eso me dijo. Y esta mañana de miércoles, en un antiguo pueblo minero de Pinar del Río, su vida gira alrededor del béisbol.
Ya no lanza más, eso es cierto, ahora entrena, por lo que, digámoslo así, se mantiene sobre el box pese a la memoria colectiva, pese a la indiferencia culpable de muchos de nosotros.
Unas libras de más tiene el atleta retirado. Luce una camisa de su desparecido equipo Habana, zapatillas deportivas y short, pero ya no vive en San José. Vive en las Minas, un pueblo predestinado a encontrarlo. La verdad es que Minas de Matahambre y José Ibar comparten muchas cosas. No solo es el dolor, o el paso inevitable de la cumbre al abismo, la decadencia. Es ese algo sin rostro llamado olvido aunque José Ibar, en justicia, carga con cientos, miles de recuerdos.
Matahambre es su hogar, el refugio perfecto para el pitcher. El poblado que tuvo primero un estadio para llorar de alegría que la Iglesia para rezar sus penas. Aquí, en la tierra de los famosos Verdugos, unas de las mejores novenas amateurs de las que había en Cuba antes de 1959, todavía muy pocos le conocen. Casi nadie podría ver en la figura que dirige el entrenamiento matutino, al hombre de las 20 victorias en una temporada -récord para una Serie Nacional-, o al lanzador que abrió el juego del equipo Cuba contra los Orioles de Baltimore en marzo de 1999.
Mirar a Cheo hace pensar en las grandes torres de metal que someten los pozos de la mina clausurada, porque aunque a uno se le olvide, por más que se les abandone, los pozos siguen estando allí y se ven desde muy lejos, como una definitiva advertencia contra el tiempo.
Ibar es un hombre tranquilo, buen conversador. Se me hace un hombre consecuente. El estadio casi vacío. Sobre la grama, unos desconocidos entrenan. Hay, por el jardín derecho, una loma de tierra informe que turba el trazado de la cerca. Sobre ella -aunque no se ven de aquí-, permanecen las grandes torres de metal.
¿Cómo llega a la pelota?
Llegué mediante las captaciones que se hacían en las escuelas. Un día, en el horario de receso, vinieron unos profesores e hicimos swings, tiramos pelotas y nos citaron a algunos para el área especial.  Al otro día nos probaron por áreas y desde ese día fui lanzador. Tenía unos nueve años. Me escogieron por la estatura, las manos grandes y la fuerza que tenía en el brazo.
Ibar es santiaguero de nacimiento. ¿Te imaginas haber jugado por Santiago de Cuba en Series Nacionales y no con el equipo Habana?
No, para nada. En el campo donde vivía se jugaba pelota todos los domingos, ese era el espectáculo nuestro. En un potrero, en La Maya, entre equipos de barrios y en el mío estaban mis tíos. Todo giraba en el montecito aquel alrededor del juego de pelota del domingo. Para ese día se guardaba la mejor ropa. Pero de ahí a ilusionarme con ser pelotero de primer nivel pasó mucho tiempo, hasta que tuve unos 14 o 15 años (ya vivía en La Habana).
¿Y el equipo Cuba?
Siempre tuve la intención como pitcher de mejorar cada día, igual que ahora como entrenador. Cuando me tocara lanzar buscaba que no me vieran igual. Esa era mi ilusión, pero integrar el equipo Habana, después el Equipo Cuba Juvenil y el de mayores fueron cosas inesperadas.
Muy joven llegas al equipo Habana…
Fue algo muy bonito, los primeros años fueron una escuela. Desde la pelota provincial en la cual empecé siendo un niño coincidí con hombres que fiestaban y tenían otras costumbres. Ellos me ayudaron a salir adelante y me decían: “Dale, vamos, esto es pelota de hombres, no de niños”.
Se habla de que aquellos equipos Habana, en los cuales tú estabas, tenían una tanda temible de bateadores y en correspondencia el pitcheo era más débil, por eso no pudieron ganar una Serie Nacional…
La correlación de los equipos en aquel tiempo era distinta. Sí teníamos buenos bateadores de fuerza, buenos sluggers, pero también había buenos lanzadores. Lo que pasa es que la pelota de aquellos tiempos era distinta. Organizar un cuerpo de lanzadores con resultados, alrededor de un equipo con problemas defensivos, es complejo.
Conmigo no pasaba así, no sé si tenía más suerte -sonríe-, los aficionados decían que cuando lanzaba yo el Habana era otro, jugaba distinto. Quizás era que yo buscaba meterlos en el juego. Hablaba con los jugadores de cuadro, como Macías en la segunda, Millán en la primera, o Manuel Morales en el short, y les preguntaba: “¿Cómo le pitcheo a este? Eso me dio buenos resultados porque los metía de lleno en el juego, los mantenía pendientes.
Sí es cierto que éramos un equipo bateador, pero como te dije la correlación era distinta. Vegueros era un equipo tan bateador como nosotros y tenía un pitcheo superior, también Henequeneros, Industriales, Villa Clara, Santiago. Entre esos estaba el ganador, incluso pronosticar cuál sería era difícil. El equipo que se colara por encima de esos cinco era por un año loco.
Entonces había más calidad que ahora…
En aquellos tiempos llegar a la Serie Nacional era más difícil. Debías tener el respaldo de las facultades, la calidad y haber vivido muchas experiencias. Un pelotero nacional se reconocía en la provincial desde lejos, en el terreno, por su proyección distinta a los demás, por encima de todos.
La Serie Nacional era una escuela, el lugar a donde se entraba con mucho sacrificio, pero delante de ti había otro que también se sacrificó. Existía una rivalidad grande porque los nuevos querían el puesto y los viejos también, y eso provocaba el desarrollo. Eso se frenó en Cuba y en el equipo nacional, cuando pusieron el tope de edad y algunos peloteros fueron a jugar a Japón, Nicaragua, Colombia, hasta a Ecuador, y entonces, a esa generación de jóvenes que venían esperando y pujando hacía rato, de repente, se les abren las puertas.
En el equipo Cuba había que demostrar una y otra vez para que te tuvieran en cuenta. ¿Integrarlo de novato? fueron muy pocos los que hicieron eso.
Era una pelota muy agresiva. No desacredito esta época, pero sí era más difícil escalar cada nivel. Había más nivel en el pitcheo, en el bateo, otro somatotipo en los peloteros y se lanzaba mucho más que ahora, por las reglamentaciones.
¿Cómo se solucionarían los problemas del beisbol nuestro?
No creo que haga falta jugar en otras ligas para elevar el nivel técnico. Ese nivel lo adquieres aquí. Las habilidades, la maestría competitiva, las posibilidades, eso es otra cosa. Tenemos muchos problemas en nuestro béisbol actual. Pero el nivel técnico se adquiere trabajando aquí, porque lo tuvimos hace tiempo. Motivos hay muchos.
Tenemos que mejorar antes y no ya a nivel de selección nacional. Imagínate, si a esas alturas existen deficiencias… Este torneo que se juega ahora  con esta estructura, con la calidad concentrada, técnicamente deja mucho que desear.
En qué momento de su carrera ya en Series Nacionales José Ibar se sintió capaz de pararse en el box ante cualquiera sin preocupación
Fui atrevido siempre. Con José Miguel Pineda aprendí una filosofía que me acompañó. “Tú no tienes que preocuparte ante ningún bateador y bajo ninguna circunstancia de juego. Tu problema es contigo mismo. El bateador es quien debe preocuparse por ti, para batear lo que tú tires y donde lo tires”.
Así fui yo, pero sí, llegué a un tope de madurez deportiva alrededor del año 1995 cuando gano 14 juegos en una Serie Nacional se 65 juegos. Hubo cambios en mi repertorio que influyeron. Cambie la forma de lanzar. En los inicios era un pitcher lateral, con velocidad máxima de 85 a 86 mph y pasé a tirar por encima del brazo y llegué a 95 o 96 mph.
De quién fue la sugerencia
Mejoré con mucha preparación. Tenía poca velocidad y sí problemas técnicos al comienzo porque el lanzador lateral tiende a deformar la técnica. Cambiar todo después de años es difícil. La sugerencia vino la primera vez que hice preselección de equipo Cuba en el año 90, de parte de dos personas: Servio Borges y Miguel Valdés. Servio apoyaba los entrenamientos y un día me llamó. Me dijo que iba a hablar como si fuera su mi hijo porque admiraba mi dedicación y voluntad.
Me dijo: “Mira tú eres buen pitcher y hasta que no mejores la velocidad vas a ser eso: un buen pitcher nada más”. Quedé asombrado y le dije que me explicara. “Eres buen pitcher, engañas a los bateadores, tienes buenos lanzamiento, control, habilidad, siempre estás vivo en el box, pero sin velocidad nunca vas a preocupar a los contrarios, que piensen que si el equipo tuyo hace una no hay quien te gane. No sorprendes”.
Cuando Servio se va le pregunto a Miguel que debía hacer y me explica. “Con tu estatura y tu físico solo lanza por encima del brazo- me resultaba muy incómodo hacerlo. Ahora no pruebes porque estás en la preselección, pero que no se te olvide”.
Tenías que aprender a lanzar de nuevo…
Sí. En la Súper Selectiva del año 1991, primera con solo 4 equipos, enfermé de Hepatitis. En la casa solo podía pensar en aquello y en la recuperación, aunque no podía correr, hacía ejercicios sentado y con pesas. Cuando empecé a tirar de nuevo, con mi hermano recibiéndome, empecé a lanzar por encima del brazo y vi que caminaba más la pelota. A partir de ahí nunca más fui lateral.
Tuve que cambiar la mecánica completa, acomodar la técnica y mis lanzamientos.
Le recomiendo siempre a los lanzadores jóvenes que tiren por encima. Controlas mejor, Además, por el ángulo de salida de la bola y el recorrido de esta es más difícil y hay menos posibilidades para el bateador de conectar.
Tirabas una bola de nudillos famosa…
Más bien una variante de la bola de nudillos, muy efectiva que aprendí experimentando. Esa es otra, el lanzador debe tener un laboratorio, saber utilizar todo el largo de la tabla, cambiar los agarres de la pelota a partir del básico y según las características de tus dedos, la mano, la muñeca. Vas a lanzar curva, pero a tu manera según tu estilo y comodidad.
En quién te fijaste para aprender a lanzar
Fui admirador de Julio Romero, Félix Núñez, Ángel Leocadio Díaz porque eran habilidosos y ese es el tipo de pitcher que me gustan. De los contemporáneos conmigo veía mucho también a Orlando Hernández, Norge Luis Vera, Ormari Romero…
La temporada 1997-1998 me parece la mejor para un lanzador en la historia de la pelota cubana después de 1959. Los números lo dicen todo: 20 victorias y solo 2 derrotas. 189 ponches y apenas 50 bases por bola en 196,1 innings y un increíble 1,51 promedio de carreras limpias.  En la temporada 98-99 otra de ensueño, con marca de 18-2 y PCL de 2,28. ¿Cómo llegaste a ese nivel de juego fantástico? Tus mejores dos temporadas
También fueron las últimas dos temporadas con bate de aluminio. En esos dos años coincidieron muchas cosas y alcancé el tope rendimiento de mi carrera. La temporada anterior había quedado líder en entradas lanzadas, en hits permitidos, una mala temporada. Cuando se hace la preselección para el equipo nacional no me incluyen dentro de los 20 convocados después de varios años participando, sin embargo me sentía bien. Eso que pasó me motivo.
En los entrenamientos para integrar el Habana le digo al entrenador Gálvez que yo tenía un compromiso: ganar tantos juegos como el que más ganara porque estaba decepcionado conmigo. Yo iba a poner lo mío y Gálvez lo de él, ese fue el otro compromiso. Hicimos un buen equipo de trabajo y salió todo.
El último juego del campeonato fue en Santi Spiritus y yo discutía el líder en promedio de carreras limpias con Contreras y, para ganar, debía dar nueve ceros. Fue un juego cerrado, tenso desde el principio y al final logré la victoria 20 y el liderato en PCL.
A partir de ahí me sentí otro lanzador, muy confiado en mí y se me hizo simple subirme al box bajo cualquier circunstancia, en cualquier estadio y contra cualquiera.
Un récord para durar años porque no parece que alguien lo vaya a romper
Desde que pasó he estado pendiente para disfrutar cuando alguien gane 21 y felicitarlo porque de seguro va disfrutar como lo hice yo.
El juego contra los Orioles de Baltimore de las Grandes Ligas, en 1999, señaló una fecha importante en el béisbol cubano ¿cómo quedó en José Ibar?
Ese juego creó gran expectativa en todos; fíjate si es así que muchos comentaristas usan de ejemplo el jonrón que el receptor Charles Jhonson me dio en conteo desfavorable para mí, para decir que me confié porque los peloteros nuestros no le tiran a la bola en 3 y 2. Eso es un error. Aquí y en cualquier parte el bateador que tiene posibilidad, le tira a la bola, depende de cómo esté el juego. Por lo general nuestro béisbol no es tan ofensivo como ese y no hay tantos peloteros con esas posibilidades ofensivas, pero el que las tiene si le tira a la bola cuando están por arriba en el conteo.
Ese batazo quedó porque había gran expectación. Ahora, preguntas y muchas personas no saben en qué conteo Andy Morales dio el jonrón allá -sonríe- ni en cuál se lo dieron a Contreras tampoco. Ni el conteo en que le dieron el doble a Lazo e impulsaron la carrera con la cual nos ganaron aquí.
Había dudas y mucha tensión porque era la primera vez que jugábamos contra un equipo de Grandes Ligas; también en muchos aficionados porque pensaban que no teníamos su mismo nivel. El Latinoamericano estaba repleto. Recuerdo que recibiendo las señas de Manrique, por encima de su cabeza veía a Fidel moviéndose inquieto de un lado para el otro.
En entrevistas anteriores declaraste que en ocasiones no se confiaba en ti para los momentos importantes en el equipo nacional. ¿Por qué?
Pasaba una cosa. En el equipo Cuba fui el hombre orquesta. Lo mismo era abridor, o relevo intermedio que relevista largo.
¿Estabas de acuerdo con eso?
Sí, pero uno aspira a ser el pitcher del juego bueno, el importante.
Los Juegos Olímpicos de Sydney 2000. ¿Qué pasa que Ibar no abre la final contra los Estados Unidos?
Yo estaba listo para abrir ese juego. Todo estaba preparado. Ya les había lanzado a ellos y la noche anterior Antonio Pacheco me llama al cuarto para observar el juego de los americanos con Corea y recordar cómo trabajarlos. Ese día estaba en el Club House y cuando se va el equipo para la práctica de bateo, el psicólogo se me acerca para decirme que no iba a abrir. Por un problema de estrategia la dirección había acordado que Lazo comenzaba y yo relevaba. Le respondí que le dijera a la dirección del equipo que estaba listo para abrir y ganar, que por mí no quedaba.
No había dudas de la calidad de Lazo, el más grande de nuestra pelota cubana, pero en esa ocasión él era relevista corto y la decisión lo sorprendió también. En la conferencia de prensa después del juego, el director de los Estados Unidos habló de que estuvieron preocupados porque pensaban que les iba a lanzar el mismo de la otra ocasión, pero al ver un pitcher distinto se sintieron mejor anímicamente.
En los Panamericanos de Winnipeg 1999 ocurrió algo parecido
Esperaba abrir el juego contra Canadá en semifinales, pero escogieron a Norge Luis Vera. Yo era el hombre orquesta y me tocó venir de relevo en un juego tenso, tan tenso que cuando llegué a la villa me bañé y sin comer me acosté, a relajar.
¿Pedías la pelota para trabajar?
No, nunca. Yo daba a entender que estaba listo, pero no la pedía.
¿Te atreviste a anunciar un nueve ceros a algún equipo?
No. Eso lo sientes tú por dentro. Tampoco nunca tiré un pelotazo a propósito, pero sí lanzaba pegado, ni pedí disculpas por uno, porque cuando te dan jonrón no te las dan a ti. Pero no se deben tirar.
¿Disfrutabas más jugando con El Habana que con el equipo Cuba?
Con La Habana, pero no es tan así. Con Cuba decía me está mirando el país entero y no puedo quedar mal. En San José el ambiente era más familiar, la gente del barrio, mi familia.
Muchos aficionados, cuando comparan épocas, hablan de que ustedes no jugaron contra verdaderos profesionales, sino contra universitarios…
Es cierto que jugamos contra amateurs y universitarios, no como ocurre a partir de 1999 hasta la actualidad, sin embargo, el rigor que enfrentábamos en Cuba era superior al existente ahora, se podían formar hasta tres equipos de tremenda calidad, muy parejos, que perdían entre ellos. Pero los jugadores cubanos en la actualidad, internacionalmente, topan con un rigor muy superior. Por eso los peloteros actuales tienen un gran mérito, a pesar de los problemas que tienen.
Algún momento especial que recuerdes…
Además del juego contra los Orioles cuando enfrentamos a los veteranos de Venezuela, disfrazados de viejos. En esa ocasión Fidel nos llamó a Lazo, Contreras y a mí. Nos dijo: “Ustedes van a tirar – séptimo Lazo, el octavo yo y el noveno Contreras- pero tengan cuidado no vayan a esforzarse mucho con los lanzamientos. Por la edad ellos no tienen los reflejos para esquivarlos, pero miren cómo está el juego, estamos ganando por una, que no le hagan carreras (sonríe). Imagínate. Lazo vino tirando el extra para home, igual que Contreras y yo.
Entre los años 2000 y 2003 transcurre un período difícil para José Ibar. El rendimiento no fue el mismo. ¿Qué pasó?
A partir del 2000 o del año 1999, tuve problemas con una bursitis que se hizo crónica en el brazo de lanzar. A pesar de que tenía fuerza en los lanzamientos y me caminaban todavía a más de 90 mph, pero cuando trabajaba seguido sentía mucho dolor.
 ¿Te sobre utilizaron?
No, para nada. Era el rigor de los años. Recuerda que estoy lanzando desde los nueve años y siempre he tenido responsabilidad en los equipos donde estuve. El dolor se me aliviaba pero fueron años muy intermitentes. Después del último juego de la Copa Intercontinental de La Habana, en 2002, contra Corea, terminé con unas molestias insoportables y ese año casi no trabajé en la Serie Nacional.
Después José Ibar aparece como ausente del béisbol en Cuba…
Me incorporé en la serie 2003-2004, no me sentía muy bien pero tenía la ilusión. Hay cosas que muchas personas no lo saben y a veces no se manejan bien. Siempre estuve de acuerdo en que lo dijeran: “Bueno, Ibar es baja del equipo Habana por un intento de salida ilegal del país”. Después traté de incorporarme al equipo Habana. Me decían en el INDER nacional y en la Comisión Nacional que no había ningún documento que dijera que yo no podía jugar pelota, que no había sanción, pero no me dejaron jugar.
Era una sanción de palabra, me sobrepuse a esos momentos difíciles. Cuando fui a incorporarme a trabajar el Comisionado Nacional Carlos Rodríguez llamó al INDER a San José y dijo que no me pusieran a trabajar en nada que tuviera que ver con la pelota.
Le dije al director del INDER en San José que yo era técnico medio graduado de la escuela de profesores de Educación Física en béisbol y él me dijo que yo sí iba a trabajar en la pelota.
Fue un momento de mi vida, un bache. Pero me levanté y agarré mi camino de nuevo y aquí estoy. Nadie me va a ver dándole entrevistas a ningún periodista independiente que viene buscando hacer política, ni ningún activista. No me van a ver asociado a nada que no tenga que ver con la pelota.
Todo lo malo que me ha pasado en la vida solo ha logrado una cosa, que yo sea mejor en todo: mejor padre, hijo, compañero, vecino. Que me sienta más cubano, identificado más todavía, aunque nunca dejé de estarlo. Simplemente en un momento tuve otras aspiraciones deportivas, ambiciones. Ya a veces me sentía desmotivado en la pelota aquí.
Yo pagué muchas veces por la decisión tomada. Creo que dediqué los mejores años de mi vida al béisbol de San José y de Cuba y eso no se tuvo en cuenta. A veces las personas me ven en la calle y conversan de eso con nostalgia y dolor.
Me van a ver en el estadio de pelota única y exclusivamente, podrán pasar y observarme trabajando como me mantuve siempre en la Habana.
¿No hubo despedida oficial?
No, y la gente a veces está desinformada, eso no me gusta. Me he encontrado con personas que han preguntado que si estoy de visita en Cuba, que donde estoy trabajando. No, yo siempre he estado en Cuba, trabajando como entrenador de pelota en San José y ahora en Las Minas. Hubiera preferido que me dijeran, por este motivo estás sancionado dos, diez años o de por vida y acepto la responsabilidad. Siempre en la vida he asumido lo que me toca.
¿Juega aún Ibar?
No, ni al flojo. No sé batear. Por suerte lo único que hice en la pelota fue pitchear. Volvería a ser lanzador si tuviera la oportunidad, porque el lanzador es tan importante que en el momento de pitchear siempre lo mira todo el mundo. Dicen que batear es lo más difícil, pero un bateador enfrenta al lanzador unas cuatro veces por juego, sin embargo este ve a nueve bateadores unas cuatro veces y tiene que llevar en su cabeza todos los lanzamientos que tiró.
¿Cómo quiere José Ibar que lo recuerden?
Por algo que me dijo una vez ese gran músico que se llama Francisco Repilado, Compay Segundo. En una ocasión, para el Mundial del año 2001 en Taiwán, entrenábamos en la Marina Hemingway y los lanzadores hacíamos el trabajo de resistencia. Él se bajó de un carro y nos saludó a todos. Cuando arrancamos a correr, me llamó con su voz imponente, que impresionaba y me dijo: “Ibar, Ibar, hágame el favor -me puse tenso, nervioso-, dame un abrazo, tú eres el pitcher mío, el que más admiro. De los pitchers de Cuba es a ti al que más disfruto ver lanzar. Déjame tener ese honor.” El honor es mío, usted es una personalidad en el mundo -le digo yo. “Oiga, usted también -me dice-. Pero le voy a decir una cosa y que no se le olvide: nunca se crea que es el mejor, pero nunca se crea incapaz de hacer lo que hace el mejor. Deme otro abrazo.”
Y así fue. Es una filosofía real. Quisiera que me recordaran así: como capaz de hacer lo que hacía el mejor, aunque no lo fuera.

Comentarios

  1. HAy demasiadas personas en Cuba cuidando algo para que se vayan a preocupar por entrevistar a alguien que oficialmente cayó en desgracia. Al final queda una sola satisfacción: sea por el jonrón de los orioles, o por las 20 victorias, o por la forma de lanzar o por cualquier cosa, muchísmos recuerdan el nombre de Cheo Ibar. Pero me pregunto: ¿alguien sabe quien rayos es el tal Carlos Rodríguez que un día dirigió el bésbol cubano?

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  2. todo muy lindo pero los sabermetricos se perdieron

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  3. tremendo personaje ese el carlos rodriguez ese fue uno de los primeros anormales para no decir algo mas fuerte que acabo con el beisbol en cuba ,posiblemente jamas en su vida toco un guante y un bate en sus manos sin embargo le dieron la mision de acabar con la carrera deportiva de muchos peloteros en este pais ,lo mas seguro que ya ni viva en cuba, otro de los tantos errores que se han cometido en nuestra federacion de beisbol de cuba que todavia hasta los dias de hoy se siguen dejando que se cometan mas errores

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  4. Debe estar mejor que la mayoria de los pitchers de Industriales, me gustaria verlo con los azules el año que viene.
    Yo tambien pensaba que vivia en EEUU.
    Carlos Rodriguez fue malo pero comparado con el actual cualquiera luce bueno

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  5. bien por Ibar , uno de los mejores lanzadores de nuestro beisbol que siempre quisiera en mi equipo , pero Carlos Rodriguez es un anormal como el que esta ahora , Higinio, han acabado con el beisbol en Cuba y ya los peloteros no quieren ni jugar porque no sienten el amor a la pelota por culpa de la FNB .

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  6. Otro pelotero con habilidades de haber jugado en MLB.

    Billy

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