El luto de los desvergonzados.

Cuba no está acostumbrada (ni quiere hacerlo) a morder el polvo.

Cuba cayó horrible y deshonrosamente en la Serie del Caribe, la mayoría de los medios de prensa relacionados con nuestro deporte nacional se han hecho eco de la derrota, han llegado los reclamos, los análisis, el duelo, las dudas, la incertidumbre y toda la pelota, post-59, ha sido puesta en tela de juicio. Mucho estamos de luto, pero algunos, con verdadera culpa de la tragedia actual en sus espaldas. La pregunta que todos hacen y pocos quieren responder es: ¿Quiénes son los arquitectos de la debacle del beisbol cubano?

No vine a mi teclado hoy a hacer una tesis, sino a recordar, por su nombre, algunas de las personalidades o decisiones más influyentes en el status del que padece la pelota de la isla, que en años recientes, se ha hecho público, desastre tras desastre. Allá va eso:

Fidel Castro y la erradicación del profesionalismo en Cuba: Siendo justos, Castro logró dos grandes cosas en el deporte de la isla, que se practicara el mismo en todo el territorio nacional y ponernos en el mapa mundial, al convertirnos en rivales de consideración en muchas disciplinas, sin embargo, su plan tenía fallas y masividad no es sinónimo de calidad. Una vez que la Rusia dejó de ser comunista, terminó la Guerra Fría y el interés por ayudar a la isla caribeña desapareció, el sistema deportivo cubano se empezó a desmoronar en medio de una inflación sin par, de una economía inexistente. Hoy, 25 años después, Cuba ni se ha recuperado (en ninguna aspecto de la vida, inclusive para algunos (me incluyo) ha empeorado) ni parece que vaya a hacerlo en las próximas décadas.

El surrealismo de las competiciones amateurs: Salvo el conjunto norteamericano, donde la calidad está presente en todas las categorías, Cuba estuvo paseando los eventos internacionales, desde sus primeros años, hasta 1999. Fueron terriblemente engañadores los desproporcionados marcadores, las medallas por borbotones, las cadenas de victorias consecutivas y todo lo ocurrido en ese lapso de tiempo. Pocos países llevaban peloteros de calidad a esos eventos, pues los que despuntaban, rápidamente eran firmados para el profesionalismo desde tempranas edades y nos enfrentamos a equipos campeones de torneos de fábricas o conjuntos de academias militares. Mientras se incrementaba el orgullo nacional, se inflaba un globo que ha retumbado en los oídos de todos, al explotar contundentemente en el actual siglo.

La NO autonomía de la Federación Cubana de Beisbol: Mientras sufrimos de Comisionados que hicieron bien poco por el deporte, una cosa si ha estado clara en todo este tiempo, la Federación es un títere que ni pinta ni da color, los equipos a representarnos en ultramar, muchas veces han tenido que pasar por el exigente escrutinio del Departamento de la Seguridad del Estado, mientras que decisiones trascendentales, como estructuras de la Serie Nacional, estimulación, transportación, salario, horario de los juegos, dependen de las posibilidades económicas que se les otorguen. Asi que categóricamente podemos decir que entonces ellos solo proponen ( a veces), pero la mayoría del tiempo acatan. En años recientes ha sido Higinio Vélez el Comisionado Nacional y es cierto que ha tenido que jugar con el mismo problema, pero su poco interés por defender el deporte, por exigir por sus peloteros, managers, árbitros, por buscar salidas a todos los problemas que enfrenta el mismo, le han convertido en personaje vitalicio, que al cumplir con los intereses económico-político-sociales del país, no será removido de su cargo, ni aunque Cuba pierda por nocao contra Burkina Faso y Singapur.

El amiguismo y el socialismo: Otro mal eterno. ¿Cuántos peloteros se quedaron sin integrar las filas del equipo Cuba, porque no eran amigos de los técnicos de su época? Decenas de ellos, mientras que temporada tras temporada, se repiten los mismos desmanes a la hora de confeccionar los conjuntos para los eventos internacionales.

Cero sistemas de desarrollo y scouteo: No existe en Cuba un sistema real de desarrollo de atletas y su búsqueda por categorías menores. Los peloteros tienen que correr con suerte y la mayoría de ellos salen del sistema piramidal del beisbol cubano. Llegan atletas a las Series Nacionales con 16 años, que no han tenido una base solida y quedan a merced de la fortuna, además del talento que puedan poseer.

Implementos deportivos escasos o inexistentes: No hay, literalmente, una tienda en Cuba que se dedique de manera exclusiva a la venta de implementos para el beisbol y las que lo hacen, parcialmente, tienen precios inexplicables, de procedencia dudosa, calidad desconocida y cero garantías. Muchas veces en la categorías menores juegan los que consiguen las pelotas y los bates para el equipo, a la vez que uniformar a los niños es asunto de padres muy sacrificados o con buen capital.

La corrupción generalizada: Este fenómeno es mayor y abarca a toda la sociedad, pero el tema que nos interesa aquí es el beisbol. No estamos hablando de árbitros vendidos o juegos arreglados (aunque se dan los casos), sino peor, Comisionados provinciales que cambian el reglamento para favorecer determinado municipio, el propio Higinio ajustando la ley beisbolera para sus elegidos y propios intereses. Entrenadores de categorías inferiores que piden dinero para que determinado atleta integre la selección y otros tratos más físicos, que no merecen especificidades, por lo inmoral de los mismos. En fin, la debacle.

El bate de aluminio: Nos guste o no, la era del bate de aluminio exterminó casi en su totalidad, las raíces del beisbol cubano, pues los bateadores, aun pesando 100 libras nada más, dejaron los toques de bola y los batazos por detrás del corredor, por hacer swing buscando cerca. La era del contacto, se cambio por los grandes batazos y los ponches por toneladas.

El enclaustramiento: El pelotero cubano se quedó confinado a jugar exclusivamente Series Nacionales, llenas de otros peloteros cubanos, árbitros cubanos, managers cubanos y la diversidad desapareció, por lo que los tiempos de gloria de la década del 50, se perdieron en nuestra autosuficiencia.

La prensa: Mientras que en los primeros años post-59 aun quedaban periodistas críticos, que llamaban las cosas por su nombre, estos fueron desapareciendo y los renovaron los que estudiaron en la tendencia marxista, donde toda la prensa capitalista es considerada amarillista. Llegaron entonces los rimbombantes adjetivos para nuestros atletas (utilizados por la prensa como héroes sin par del comunismo) que eran dioses perfectos y capaces de medirse con el mejor beisbol del mundo, de tú a tú, para terminar como vencedores. Los errores, las deserciones, la calamidad que se avecinaba, fue imposible de encontrarse en la prensa, pues era quimérico que alguien se atreviera a señalar esos problemas. Hoy los Michel Contreras, Yasel Porto y Aliet Arzola (cada uno en su categoría), intentan salvar la credibilidad de un prensa en la que el aficionado no confía y básicamente se burla de ella.

La esclavitud del pelotero cubano: Si ha existido un pelotero verdaderamente esclavo, es el cubano, que en más de 50 años no ha podido escoger con quien jugar, ni donde jugar, a la vez que no cuenta con un sistema de apelaciones ni mucho menos. El pelotero cubano es instrumento de los “jefazos” que deciden por él. 

La desvinculación mediática internacional: En algún momento, uno de nuestros “sesudos”, decidió cortar de raíz toda relación mediática con el beisbol internacional y a partir de allí, la pelota profesional fue un mito, del que no pudimos importar ideas, jugadas, lanzamientos, estrategias, novedades, NADA. 

La desatención del atleta y las deserciones: Es ilógico pensar que un pelotero estrella (o un ingeniero estrella) prefiera jugar en la Cuba que lo olvida, no le da importancia y le trata como uno más, por puro “patriotismo” (este término debemos analizarlo con profundidad en otra tribuna, pues no estoy muy claro del mismo, al ver el uso que ahora se le da). Estamos en la era de la comunicación (todo llega a Cuba, tarde, pero llega) y es absurdo tratar a los atletas cubanos (y a los ingenieros, doctores, científicos, etc.) con tal desatención, cuando en la peor de las ligas del mundo, pueden garantizarle un mejor porvenir a sus familias y sentirse como lo que son, partes fundamental e inseparable del espectáculo.

“La pelota cubana es para jugarla, no para hacer negocio”: Esta frase horrenda se le escapó a uno de nuestros flamantes lideres, (los que deciden por todo un pueblo y nadie entiende quien le dio esa potestad) al presentársele un proyecto donde el Coloso del Cerro se iba a convertir en un centro comercial, con mejores condiciones para el público y por supuesto un mayor atractivo. El punto es que la Serie Nacional se puede jugar a puertas cerradas, que a ningún federativo parece importarle y nos encontramos con estadios que promediaron 1000 aficionados por encuentro. Una parte de la fanaticada habla de teorías de la conspiración, mientras que la popularidad del futbol internacional va en ascenso épico en la isla y el deporte nacional, (el pobre deporte nacional) se queda soñando con el recuerdo, de eras mitológicas dudosas y héroes que pelearon contra niños y desvalidos.

Como anexo les agrego la indisciplina que hay en los terrenos y el poco respeto que se les da a los árbitros. Culpa también generada por varios de los puntos anteriormente mencionados.

Punto de aclaración, ya en el cierre. Cuba tiene mucho talento y Marquetti, Muñoz, Pacheco, Ajete, Lazo, Vinent y un centenar más hubiera jugado en Grandes Ligas, pero una cosa es el talento y otra la proyección en un terreno y las experiencias adquiridas.

Villa Clara no es culpable, sino otra consecuencia del mal trabajo de años en toda Cuba.

El Caos no fue la Serie del Caribe, no. Lo que pasa es que muy pocos hemos tratado de abrirle los ojos a los responsables y estos nos han tildado hasta de reaccionarios. El caos ha estado allí, con el Tope Cuba-USA del año pasado (0-5), o los resultados de los Clásicos del 2009 y el 2013 (donde se incumplieron las optimistas e irreales promesas), o en el célebre juego contra los Senadores de San Juan (lo mejor de Cuba-contra un equipo local, lleno de talento, pero local), o en Sídney (donde nuestros periodistas dijeron que íbamos a dejar a La Sorda, ciego y mudo), o en el mismo Tope contra los americanos en el 95 (0-4), o el del 90 (1-2), o, o, o…

Una reflexión, hablando del Clásico. Qué gran diferencia habría, si ese evento se jugara en otra fecha. 

Seguro estoy que ustedes tienen otras causas de igual magnitud o peso, pero estas que les he expuesto también van a incluirse en el “Top Ten”. Agradezco sus comentarios.

Sin más por ahora,

Daniel de Malas Andreu.