Legendario pelotero cubano Pedro José Rodríguez visita Miami

Cheito despachó 286 jonrones en Serie Nacionales

Por Jorge Ebro
Quizá sea más fácil que Pedro José Rodríguez se pare en una caja de bateo y todavía saque una pelota del parque, a que le regale una sonrisa a la cámara fotográfica en busca de su presencia en Miami.

El hombre que estremecía estadios llenos de miles de personas en Cuba y el mundo con la fuerza de sus muñecas, a sus 59 años vive en un remanso de calma y silencio que contrasta con el bullicio de la ciudad que visita, en plena Pequeña Habana, donde se realiza la entrevista.

“He venido a ver a mi hijo Roberto, al que no veía en buen rato, y a conocer a mi nieto de un año”, afirma con voz pausada. “También a reencontrarme con viejos amigos que han rebasado la prueba del tiempo y me pedían que viniera. Físicamente no estoy tan bien como parece, pero los afectos me están alegrando el alma”.

Rodríguez, más conocido entre sus legiones de seguidores como “Cheíto’’, llegó el sábado invitado por la compañía El Reencuentro, presidida por Osvaldo Pérez, un hombre de negocios que organiza choques de peloteros de Grandes Ligas para obras benéficas e invita a glorias del pasado de la pelota de la isla.

Nacido el 26 de noviembre de 1955, Rodríguez debutó en la Serie Nacional de 1973-74 y ganó el premio de Novato del Año con Azucareros, dando inicio a una estela de actuaciones que le convirtieron en un consentido de la afición.

Primero con la madera y luego con el aluminio, Rodríguez era considerado el slugger más temible de su generación y entre sus momentos inolvidables está el cuadrangular que le pegó a Rogelio García en el Estadio Latinoamericano para decidir un playoff de Selectiva en 1978.

“Nadie se ha olvidado de ese momento y los viejos se lo cuentan a los más jóvenes como si fuera algo de historia”, afirma Rodríguez. “Yo vivía para el juego, para hacer felices a los aficionados. Y la gente lo agradecía”.

Desde que en 1972, en un mundial juvenil en Venezuela, Rodríguez se plantó en la caja de bateo, los evaluadores de talento de las Mayores no dejaron de perseguirlo con ofertas, pero él no tenía en mente irse por la estrecha relación familiar, por su amor por Cienfuegos.

Luego, durante los 12 años que integró la escuadra nacional, las propuestas para jugar en Grandes Ligas no dejaron de tocar a su puerta.

“Ahora la relación es más elástica, más entendible, pero en aquellos años todo era muy drástico’’, apunta el ex tercera base sobre las décadas de 1970 y 80. “Yo era feliz jugando a la pelota. En esos tiempos la dinámica era otra. Cienfuegos y el equipo Cuba eran algo muy grande’’.

Con su forma de batear plantado en el cajón, sin dar paso adelante y apoyado solo en movimientos potentes y coordinados de cintura y muñecas, ningún otro pelotero era considerado más oportuno para dar el batazo bueno en torneos foráneos antes de Lourdes Gourriel.

El comentarista radial, Bobby Salamanca, anunciaba cada comparecencia del cinco veces campeón de cuadrangulares a la caja de bateo con una frase que todavía se repite a donde el veterano llega con su rotunda figura: “pase usted, Señor Jonrón”.

“Creo que hubiera terminado con números importantes”, explica Rodríguez, quien cerró su carrera con 286 bambinazos, pero que hubiera finalizado fácilmente por encima de los 500 y las 1,600 impulsadas de no haberse detenido su carrera de manera abrupta. “Pero a veces pasan cosas…a las que uno debe reponerse y seguir adelante”.

Rodríguez , quien defendía la antesala, llegó a tener una frecuencia de un cuadrangular cada 12.69 turnos y hubiera eclipsado fácilmente muchas marcas ofensivas de no haber sido víctima de una injusticia de la que todavía se comenta.

Amparados en un Código Penal hecho a la medida de lo absurdo, funcionarios del INDER, y muy seguramente de un nivel superior, separaron a Rodríguez del béisbol por tenencia ilegal de divisas y fue condenado a vivir lejos de lo que más amaba, de lo que mejor sabía hacer.

Durante la III Copa José Antonio Huelga Rodríguez recibió un regalo de $92 de parte de un miembro del equipo de Venezuela y al ser descubierto recibió una sanción sumamente desmedida, que nadie –salvo los que la establecieron– entendió.

Porque nada justificaba que le hombre que rechazó milllones de dólares de las Mayores recibiera un castigo desproporcionado por una cifra insignificante en su tierra. Rodríguez, como Rey Vicente Anglada y Orlando “El Duque” Hernández en otros momentos, perdió la mitad de su vida cuando le prohibieron acercarse a un terreno de béisbol.

Cheíto estuvo fuera de los diamantes tres años y tres meses, pero cuando regresó ya la magia se había esfumado y Omar Linares era el propietario de la tercera base en la escuadra nacional.

“Cuando volví ya no era el mismo, había perdido la forma física, tenía problemas en un ojo y por eso decidí retirarme”, indica Rodríguez, a quien no le gusta remover esa parte de su pasado. “Pero recuerdo como si fuera hoy ese momento en que anunciaron mi nombre nuevamente en el estadio. Pensé que se habían olvidado de mí, pero la gente se paró y estuvo minutos aplaudiéndome, como si el aplauso fuera eterno”.

Tras el retiro, Rodríguez pasó a trabajar en la Academia Provincial de Béisbol de Cienfuegos y por sus manos pasaron varios peloteros que actualmente brillan en las Mayores –Yasiel Puig, José Abreu– o están muy cerca de hacerlo.

“De todos ellos, Abreu es el que más me recuerda al tipo de pelotero que fui en mi juventud, más pausado, más analítico”, comenta Cheíto. “Sinceramente, quisiera que toda esta situación [política] se abra más para que los peloteros cubanos puedan volver, que no les cueste regresar. Todo lo que sea para mejorar a Cuba, bienvenido sea”.

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