Grandes del Beisbol Cubano: Adolfo Luque


Por Víctor Joaquín Ortega

El pitcher Adolfo Luque es muchísimo más que los números beisboleros que acumuló: por encima de todo fue huracán de coraje, pasión, voluntad, ética; era la palma real, la rumba o el habano sobre la lomita, todo un temperamento cubano. Le llamaban El Habana Perfecto o Papá Montero¹.

Nació y murió en la capital: 4-8-1890; 3-7-1957.

Debutó en las Grandes Ligas con los Bravos de Boston en 1914. Cuatro años más tarde lo transfirieron al Cincinatti Red, uniforme que defendió durante once temporadas. Actuó con los Dodgers en 1930 y 1931, lo hizo con los Gigantes de Nueva York de 1932 a 1935. Resultados en la gran carpa: 194 ganados y 179 perdidos; promedio de carreras limpias de 3,24.

Éxito en dos Series Mundiales. En la de 1919, cinco innings sin permitir carreras contra las Medias Blancas, que por la venta de juegos en ese clásico ganaron el mote de las Medias Sucias; y en la de 1933, con los Gigantes, cuando a los 43 abriles, relevó frente al Washington con el score empatado y obtuvo la victoria que faltaba a su equipo para coronarse cuatro desafíos por uno.

En este encuentro sofocó la rebelión y mantuvo en un puño a los rivales. Noveno: ventaja de una carrera. Dos outs pero las bases llenas. El manager Bill Terry hacia la loma. Piensa quitarlo…La mirada, los gestos firmes de este Papá Montero que le zumba triple le cambian la idea al director. Adolfo le demuestra que hizo bien: con tres lanzamientos liquida al inicialista Joe Kuhel, quien se había cansado de batear sabroso durante el campeonato.

Pablo de la Torriente Brau, ese gran cubano puertorriqueño que cayó en España peleando contra el fascismo por la República, en crónicas y cartas confesaba su alegría porque, por encima de un montón de cosas, había conseguido cuarenta quilos para desde las gradas ver lanzar a Luque.

En el torneo profesional cubano, el Habana Perfecto debutó como tercera base del Fe en 1912. Como serpentinero obtuvo 93 alegrías frente a 62 derrotas. Fue columna vertebral del club Almendares, con un carisma a lo Kid Chocolate en el pasatiempo preferido por la más grande isla caribeña.

Como manager conquistó siete campeonatos para los azules y uno para el Cienfuegos.

Una anécdota como director lo ofrece entero. Al frente de los Alacranes en la temporada 1938-1939. Sospecha que el gigante estadounidense Ted Radclife, en combinación con los apostadores, está entregando los juegos. Lo pone a abrir ese domingo. Explota el estadounidense. Lo envía hacia las duchas. Lo sigue. Lleva un revolver arriba. Suena un disparo. El atleta importado sale a toda carrera de los vestidores en calzoncillos. Al otro día, embarcaría para su país. No hubo acusación ni juicio. Hasta se habló de que aquel ruido se debía a un portazo. El destacado periodista Eladio Secades escribió que si aquello era el golpe de una puerta al cerrarse, sería la puerta de las murallas de La Habana…

1- Según su esposa, Ivonne Resek, citada por Orlando Carrió en Los hijos de la luna: “Durante un viaje que hizo en barco de La Habana a Miami, la nave se perdió en el Triángulo de las Bermudas. Como reguero de pólvora, se dio a conocer en La Habana que Luque y sus compañeros de viaje habían desaparecido. A los tres días, y cuando en toda Cuba se lloraba su duelo, los náufragos, entre ellos Luque, aparecieron (…). Desde entonces, la gente empezó a llamarlo Papa Montero, el muerto resucitado.”

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