Para Rigondeaux ganar no basta

GUILLERMO RIGONDEAUX cuando defendió con éxito sus títulos supergallo OMB y AMB al vencer al tailandés Sod Looknonyangtoy en China el 19 de julio del 2014. Foto: Chris Farina

Por Jorge Ebro

Que nadie se engañe. La pelea entre Guillermo Rigondeaux y Drian Francisco este sábado en la noche se asoma como la más dispareja y fácil que pudiera enfrentar el virtuoso cubano en su carrera, pero algunos creen que se trata de una trampa para sacarlo por completo de la luz pública.

Después de tantas oscuridades, este combate contra el filipino pudiera ser, sobre el papel, el escalón propicio para que Rigondeaux (15-0, 10 KO) vuelva a estar del lado agradable con las grandes masas de aficionados y la televisión, para que reinicie una carrera que nunca debió detenerse y ha sufrido críticas de todo tipo y de todas partes.

El doble campeón olímpico y hasta hace poco doble titular de las 122 libras, lleva todas las de ganar por su técnica depurada, por ese boxeo -que a algunos no complace- capaz de situarlo entre los 10 mejores del mundo libra por libra, según la Biblia del Boxeo, The Ring Magazine.

Pero basta ya de los triunfalismos comunes sobre la excepcionalidad de Rigondeaux y de sus innegables capacidades, y pasemos a analizar los peligros que entraña este choque contra un Francisco que se frota las manos por la oportunidad que le han situado entre las manos y la posibilidad de sorpresa.

A diferencia de Rigondeaux, quien no sube al ring desde el 31 de diciembre, Francisco (28-3-1, 22 KO) se ha mantenido más ocupado con tres peleas en el 2015 y no tiene absolutamente nada que perder salvo el combate. Su estrategia es presionar bien temprano para comprobar la resistencia de un rival con un largo período de inactividad.

Cuando debutó en el pugilismo rentado parecía destinado a grandes cosas, pero algún que otro traspiés lo han mantenido en la sombra de las divisiones pequeñas y siente que este es su último gran momento de justificar esa promesa. Francisco le ha comentado a la prensa de su país que no escatimará ni una gota de esfuerzo.

Basta revisar el record de Francisco para comprobar que sus victorias no se las regalaron. Fue a buscarlas a Tailandia, a México, a Estados Unidos, y sobre todo, en su natal Filipinas, donde se concentran varios de los mejores guerreros de las 122 libras para abajo. Ciertamente, no es Nonito Donaire, pero tampoco un improvisado ni un aparecido por obra y gracia de la providencia.

Rigondeaux, y esto no puedo dejar de enfatizarlo, no solo está obligado a ganar, sino a ganar bien, con ese convencimiento de los súper dotados, porque en juego hay mucho más que un récord invicto y una reputación. HBO, televisora a cargo del Pago Por Ver, no es la principal aliada del cubano, que digamos, y una demostración poco convincente dará munición a los críticos que se atrincheran en ratings y estilos para justificar la imposibilidad de venderlo como producto "entretenido''.

A no dudarlo, Rigondeaux debe estar pelea como la más importante de su carrera, en una noche que puede ser la más importante del año, delante de HBO, de sus nuevos socios de Roc Nation Sports, de las celebridades en Las Vegas y, especialmente, de él mismo. Esta pelea será su espejo, la imagen que lo acompañará en el futuro inmediato, su punta de lanza. No puede darse el lujo del error. En su caso, ganar no basta.

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