Para Albia Barrueto, amiga, que nunca más vio el póster del reglano Arocha en la pared de su cuarto.
“(…) de la nación ya se marchan hasta las cosas y los ídolos
y los pedazos de memoria
que nosotros nunca creímos que se fueran a marchar”.
Carlos Manuel Álvarez
Por Alexei Samper
Primero fue Arocha, y en la cabalgata posterior Orlando “El Duke” Hernández no sólo “se fue” sino que además, como para corroborar lo que ya se sabía (que los buenos de aquí, eran buenos allá), ganó tres meritorios anillos de Serie Mundial con los Yankees de Nueva York y luego un cuarto con los Chicago White Sox.
Su hermano Liván, al ganarla también – pero con los Marlins -, dejaría para la historia un “I love you Miami” inmenso, tan grande - y risible además- como su absoluto desconocimiento del idioma inglés en ese momento. Liván, el día que levantó aquel trofeo, no sabía decir “How are you”, pero dijo “I love you Miami” y fue tan glorioso para TODOS los cubanos, como el “To be or not to be” de Hamlet. Años más tarde, José Ariel Contreras también se pondría en la mano un anillo de oro. Todos se habían ido. Todos parecían querer irse. Y así lo hicieron. Era apenas el comienzo.
Así, en pertinente desfile, sintomático de la debacle y continuadamente acosados por disímiles peligros, en julio del 2014 se largaba también, pero de la fría Canadá, Antonio Pacheco, el Capitán de Capitanes y cruzaba junto a su esposa el Rainbow Bridge para pedirle asilo político a las autoridades norteamericanas. Ya no solo emigraban los que aún podían jugar; ya no solo emigraban los que no parecían tener a la Patria bien colocada dentro del pecho. Pacheco, según “el antiguo tarot”, era “La Patria” misma. Y se asiló (en realidad lo asilaron) aunque Pacheco solo quería “ajustarse”.
Aquel hecho, que le pareció a muchos el cierre forzoso a un imprudente telonero, o incluso, el sacrosanto robo de lo más puro de todo el movimiento deportivo cubano, ocurrió once meses después de una madrugada que parecía cualquier madrugada, de cualquier mes de agosto de cualquier año.
Ese día, (once meses antes del “cruce” de Pacheco) el mítico 79 de los cienfuegueros y de Cuba, José Dariel Abreu, iba a comer con su familia en el restaurante Polinesio; restaurante “de lujo” dentro de la gastronomía popular cienfueguera. Iba a ser, a no dudarlo, un día tranquilo en familia, nada trascendental, sin sospechar que, sentado a menos de cien metros de la sede del Gobierno Provincial, en ese instante iba a recibir una llamada que definiría su vida para siempre. Y no solo la suya.
“¿Dónde estás? Es hoy la cosa” – le dijeron. “¡Quédate ahí! En un rato pasan a recogerte”
Nadie tuvo tiempo de decir nada. Unas horas después, mientras un van viajaba por toda la Carretera Central, con él y con toda su familia dentro, y diez horas más tarde una lancha rápida los dejaba sanos y salvos en las costas de la “Española”, uno de los lancheros le confesó al otro que “había sido el viaje más tranquilo que en su vida habían hecho”.
“Para ellos no; venían con los cojones al cuello”, le contestó su compañero.
Curiosamente, cuando el peligroso viaje terminó, era que comenzaba todo.
Y ya era una mañana húmeda del mes de agosto. Del único mes de agosto, que tuvo el año 2013.
Jueves 17 de diciembre 2015
Su nombre es “Metecaña”. Así le dicen. Así lo conocen todos. Algunos incluso le achican el apodo y le dicen “Mete”. Así, a secas.
Dicen que siempre está por “La Primera de Tulipán”, que por ahí vive, por la periferia cienfueguera, y que no hay día que vaya para su casa sin darse un cañangazo de ron de dudosa procedencia. Otros dicen que no, que vive más cerca del Parque Villuendas. También dicen que es un negro noble, conversador, respetuoso y educado. Que no tiene nada porque ya lo dio todo, y que incluso se empeña en dar a los demás, lo que él mismo no tiene para disfrutar. Su “nombre”o ese apodo – como todo lo que perdura hasta la tumba – viaja sobre sus costillas hasta Caonao y La Josefa, donde también le conocen. Dicen que cuando era joven era un gran pelotero, pero que la vida lo obligó a trabajar duro. Dicen también que una vez, en sueños, se coronó Champions Bate, y que oía a la gente en el Luis Pérez aplaudirle hasta el delirio, pero nunca pudo dedicarse a algo más que a buscarse los frijoles. Él mismo dice que lo del sueño es mentira, que fue de otra manera y que él nunca contó nada. Tampoco nadie dice, ni siquiera él,5 por qué fue a Matanzas. O cuántos pesos se gastó en el agotador viaje de 193 kilómetros que hay entre esa ciudad y Cienfuegos, hoy, 17 de diciembre del 2015.
El nombre del niño es Peter. Peter Águila, el niño que se hizo amigo de Pito; la persona a la cual iban dedicados todos los jonrones que el Elefante Mayor conectaba en Cienfuegos. No vive en esa ciudad, si no a kilómetros de ella, y viaja cada día que tiene rehabilitaciones al Hospital Provincial. Y también viaja los días que juega la manada en el Cinco de Septiembre. Puede ser que fuera así antes, porque cuentan que ya Pito, aquel que lo hacía explotar de júbilo en el estadio, le compró una casa “en el pueblo” y ya Peter no tiene que viajar lejos; pero hoy Peter ha viajado. Ha ido más lejos de lo que habitualmente va. Ha ido hasta Matanzas.
Hoy, el número 79 de los Chicago White Sox, “Metecaña” y Peter Águila se funden en un abrazo interminable. Alguna fuerza, más grande que la distancia misma los une, como eslabones de cadena, delante de cientos de aficionados que lloran, tiran fotos y testifican con sus celulares para la posteridad el sublime momento. Uno, dos, probablemente tres minutos y ninguno afloja en sus ganas, ni tiene intenciones de soltar al otro.
Y hay algo de raro en cada una de las imágenes que nos han llegado. Un desalmado vende patria, un traidor, un saltarín tras los dólares del imperio no puede llorar. Un neo millonario no puede depositar con ternura su brazo derecho sobre la cabecita de un niño pobre; mucho menos al niño que dejó abandonado en el estadio. Una persona que haya olvidado de dónde vino, que haya olvidado a quien lo formó, ni abraza como abrazó Puig a su primer entrenador ni (ex)pone su pecho, abierto, limpio y desprejuiciado, para que un pobre viejo se recueste a él, y sudado y llorando le ensucie, a moco puro, su camisa de 200 dólares .
Hay algo raro en todo, pero no en lo que vemos.
Seguramente es en lo que nos han venido diciendo por mucho tiempo, y seguramente mucho de lo que he ahora he dicho no es milimétricamente cierto, porque yo apenas digo lo que a cuenta gotas me dicen, porque las personas, a veces, no pueden o no quieren decir o contar mucho.
O no les dejan decir o contar nada.
Por Alexei Samper
Ni los que se han ido son tan malos como los han pintado, ni la gente aqui los va a olvidar asi como así. Coño! Hasta cuando???
ResponderBorrarUn día, más temprano que tarde, trendremos Patria y entonces, como quería Martí esa madre, acogerá a todos sus hijos, a los de adentro y a los de afuera y se abrazarán y le mimarán y cuidarán y le alimentarán y se acabará la demagogia y los oportunismos mezquinos. Ese día llegará porque nuestra madre lo necesita, lo grita y porque sus buenos hijos, esos que llevan el decoro que muchos vendieron o cambiaron por sus egoísmos y guerras particulares, lo están haciendo posible, aunque solo se vean contratiempos. Ese día, ya viene llegando...
ResponderBorrarLo aque pasa es que los castro vendieron el discurso que entendieron y los vacios de cerebro se lo tragaron completo. Nos fuimos de Cuba porque no creiamos en un sistema que ha devorado nuestro pais. Ellos son los vende patrias, los cobardes, los ventajistas, los traidores y los demagogos... Los demas hemo sido victimas de una pandilla de asesinos, aferrados al poder, como de lugar y haciendo lo que sea necesario. Fidel Castro y quienes lo siguieron ciegamente, purgaran sus penas y pecados muy lejos del paraiso... ya sus victimas tuvimos el infierno en vida, cdo nos quedamos a recoger las migajas del desastre en que convirtieron nuestro pais...
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