Liván Moinello: un rectazo de sencillez.

Liván Moinello es una prometedora figura del beisbol cubano. Foto: Radio Rebelde.

Por Jesús Arencibia.

Quien vea a este muchacho flaco, espigado, desandar descalzo, como le gusta, los trillos polvorientos de Río Feo, una zona rural de las afueras del municipio Pinar del Río, en el occidente de Cuba, tal vez no se imagine que está frente a uno de los talentos más prometedores del béisbol en la Isla, y acaso en el mundo.

Sus 20 años, 70 kilogramos de peso y 1 metro con 78 centímetros de altura no compaginan a las claras con el aplomo, la seguridad y el largo aliento que muestra Liván Moinello cada vez que se sube a la lomita, a frenar en seco a los rivales con lanzamientos que superan las 90 millas por hora. En apenas tres campeonatos jugando con los Vegueros pinareños, Moinello ha entrado por la puerta ancha, y en más de una ocasión se ha echado al hombro al equipo para llevarlo a la victoria. 




De niño no tuvo muchos ídolos lanzadores, “porque lo mío —sonríe— era batear”. Le encantaba ver desaparecer la pelota a Orestes Kindelán, el mayor jonronero de la pelota cubana. Pero un día el entrenador Cipriano Padrón (Tati), lo vio tirando una naranja en el patio de su casa y le dijo a la madre: “Ese va a ser pelotero, y va a ser pitcher”.

Y así fue. Moinello recuerda al Tati, y a Becerra, y a Esquivel, y a Ajete… con el mismo cariño con el que cada vez que se los encuentra por las calles de su provincia les planta un abrazo, un beso y les dice: “Profe”.

Inquieto por naturaleza, y “jíbaro” de palabras, cuando su equipo juega y Liván no está picheando tiene que moverse, dar paseítos, ir a buscar un vaso de agua... “Y si sé que por la rotación voy a estar varios días sin lanzar, en los entrenamientos lanzo al menos dos entradas con todo; porque como dice un amigo: “el carro en el garaje se oxida”.

Pinar del Río es una de las zonas de Cuba en las que brotan como de un manantial prodigioso buenos peloteros, especialmente lanzadores… Pero también es de las provincias del país que más ha “sangrado” en las últimas décadas con la emigración de sus talentos beisboleros, atraídos por el sueño realizable de firmar contratos millonarios en los torneos de Grandes Ligas norteamericanas. Moinello podría ser uno de ellos cuando dentro de dos años acumule la cantidad de campeonatos exigidos como mínimo por el beisbol profesional estadounidense para contratar atletas de Cuba.

Hace algún tiempo le preguntaron si no le molestaría, de ser contratado legalmente por la Gran Carpa, donar 1 millón de dólares de los que paguen para el béisbol cubano. “¡Cómo me va a molestar, respondió, si mi país me ha dado mucho más que un millón!”

“Allá, dice refiriéndose a los equipos profesionales, si eres cubano, siempre vas a ser un extranjero. Y lo nuestro es otra cosa. Qué sé yo, el cubano es muy picantoso”.




“¿Qué cambiarías de cómo se organiza y concibe la serie de béisbol en Cuba?” “Bueno, en realidad la atención a los peloteros ha mejorado. Pero a veces, por ejemplo, uno tiene que ir de Pinar del Río a Santiago, a jugar un partido, muchas horas de viaje y luego al terreno sin descanso suficiente. ¿No se podría al menos viajar en avión?”, se cuestiona.

Disciplinado y bonachón, Moinello piensa que cuando un mánager indica algo, es para cumplirlo y punto. “Si me mandan a dar cuatro bolas malas a un bateador, cómo voy a tirárselas por el medio”, razona. Al inquirirle por los mejores managers con los que ha interactuado, en su provincia y en el equipo Cuba, se cuida de dar nombres específicos. Pero sí apunta que el mejor Director es “ese que hace reír a sus peloteros, aunque estén en medio de las más grandes tensiones”.

En la Serie del Caribe 2015, en la que Vegueros resultó campeón y devolvió a Cuba la corona tras cinco décadas de ausencia; en los Panamericanos de Toronto, cuando el equipo antillano ocupó la tercera plaza; en el Premier 12, en Corea, Japón… En muy poco tiempo los escenarios internacionales donde ha brillado este joven se multiplican. 

Frente a él se abren tantos retos, y a la vez tantos filos. ¿Mantendrá esa espiral de ascenso en óptimas condiciones físicas? ¿No se dejará vencer por algunos de los vicios e indisciplinas que pierden a deportistas insignias? ¿A la vuelta de un par de años, cuando cumpla los mínimos establecidos por los cazadores de Grandes Ligas para ser contratado, seguirá tapándose los oídos, y echando pa’lante?




Y las autoridades deportivas cubanas, ¿lograrán encantar —espiritual y materialmente— a las decenas de Moinellos que ahora mismo debutan en los torneos domésticos? ¿Llegarán a regularizarse más temprano que tarde los tan esperados acuerdos para que los peloteros nacidos aquí puedan alternar temporadas en la Gran Carpa con la representación de su provincia y país cuando sean llamados a filas?

Preguntas, preguntas. Como cuando el equipo está perdiendo y hay que cambiar al pitcher. Pero calma… la afición se calma. Aquel que estaba calentando y viene a meter el brazo en la lomita es Liván Moinello.

Tomado de ElToque.

Comentarios

  1. Si entra en el el mundo del dinero a Cuba no le mandará ni un kilo prieto, que otra cosa va a decir este pinareño que con unas cuantas libras de más sería un extraordinario lanzador , no soy pinareño pero no vivo el pedacito de regionalismo

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Formulario de comentarios

Síguenos en Facebook