¿Mayor o menor descanso? Esa es la pregunta


El sobreuso es el mayor peligro para un lanzador. Foto: Ricardo López Hevia.


Por Sigfredo Barros.

Desde hace ya varios años en nuestras Series Nacionales existe una limitación a la cantidad de lanzamientos que puede acumular un serpentinero por cada juego, ya sea abridor, relevista intermedio o cerrador. El número fijado es 100 para que un monticulista lance —independientemente de la cantidad de innings en que actúe—, y posteriormente observar cinco días de descanso an­tes de volverse a encaramar en la lomita.

La medida tiene como objetivo cuidar los brazos, sometidos a una carga de trabajo inusual. El brazo de un ser humano es un órgano maravilloso, con una enorme capacidad de movimientos hacia todos los ángulos. Pero no está diseñado especialmente para tirar, repetidamente, una pelota de béisbol de cinco onzas de peso a una distancia de 60 pies y seis pulgadas. Por lo tanto, necesita descanso.




Entonces, ¿cuál es la cantidad de días de descanso necesaria? Ahí está el problema, pues a través de los años los técnicos y especialistas no se ponen de acuerdo; existe diversidad de criterios incluso en lo referente a la moderna especialización que utiliza a más de un lanzador para cada desafío.

Para algunos —y me cuento entre ellos—, resulta un gran misterio comprobar la resistencia y longevidad de los pitchers casi un siglo atrás. Uno de ellos, Denton Young —más co­nocido por su apodo de “Cy—”, fue capaz de trabajar durante 22 años en un total de 7 356 entradas y acumular más de 400 capítulos en cinco oportunidades y más de 300 en nueve. Su total de 511 victorias está considerado como una marca imposible de igualar.

Young subía al box cada tres días, pues aún el béisbol no había establecido la rotación de cinco abridores y mucho menos la concepción de relevistas y cerradores. Al menos que se conozca, nunca se quejó de dolores en el brazo.

Todo lo contrario sucedió con una estrella fugaz del pitcheo: el derecho japonés Dai­suke Matsusaka. Cuando era juvenil, a los 18 años de edad, era el hombre estelar de su equipo en la final por el título y en tres días consecutivos envió 413 pelotas hacia el pla­to, de ellas 250 en un juego de 17 entradas. Matsusaka llegó a Grandes Ligas años después, pero solo duró siete temporadas con 56 victorias, 43 derrotas y 4,45. El sobreuso de su brazo le pasó factura cuando aún le quedaba camino por andar.




¿Cuál es la razón de limitar los lanzamientos? Sin duda el aumento de la ofensiva. Todo, o casi todo, conspira contra el lanzador. Bateadores más altos y fuertes. Su­periores sistemas de entrenamiento. Una zona de strike más pequeña —a pesar de las definiciones de las reglas—, pelotas más vivas, bates de mejor tecnología. Esa es la principal razón de la especialización y la utilización de dos, tres y hasta cuatro serpentineros en un juego.

Por lo tanto, al final de una temporada los abridores han trabajado una cantidad de entradas mayor que los relevistas y cerradores. Estos últimos descansan mucho más, sus brazos trabajan mucho menos… pero no por eso son más efectivos.

Lo argumentado anteriormente da pie a una teoría de muchos entrenadores: el excesivo descanso es perjudicial. Trabajar durante un inning cada dos o tres días, como es el caso de los cerradores, acomoda el brazo a ese régimen y se hace necesario entonces una seria labor en el bullpen.

¿Más o menos descanso, qué es lo mejor para un lanzador? No hay un criterio unánime. Lo que sí es cierto es que la era de los juegos completos, con pitchers trabajando 300-400 entradas por temporada y ganando más de 25 desafíos, terminó. Los encuentros completos son una rareza. Según una estadística de la ESPN, en el 2009 las aperturas en Grandes Ligas de 120 lanzamientos fueron solo el 1,9%. Al parecer, 100 envíos será la norma en el presente y el futuro.

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