Yosvani Torres: 'Estuve pasando trabajo en aspectos económicos, pero nunca me desaminé'

Yosvani Torres se ha convertido en uno de los mejores lanzadores cubanos y no era fan del beisbol.
Foto: José Raú Concepción.
Por José R. Concepción.

Su inicio en el béisbol fue pura casualidad, pero su ascenso no tiene relación alguna con la suerte. Yosvani Torres es la personificación de la perseverancia. Salió de la vega para el box, dejó la siembra del tabaco para convertirse en uno de los mejores pitchers cubanos.

Este lanzador de 1,90 metros de alto y 230 libras de peso es severidad en el montículo y alegría el resto del tiempo. Le encanta pescar, cantar décimas, tocar el tres, cocinar, “hago muchas cosas”, dice.


Casado con una musicóloga habanera, lleva una vida entre dos provincias y está preocupado por no poder estar todos los días junto a su recién nacida Aitana. Para la entrevista me recibió en su casa del municipio Cerro, a pocas esquinas del estadio Latinoamericano. 

Debutó en el torneo nacional a los 24 años tras no pasar por ningún sistema de enseñanza deportiva. La experiencia de Yosvani Torres al momento de lanzar su primer choque en la provincial era casi nula. El optimismo y la fuerza de voluntad le llevaron a ganar dos Series Nacionales con Pinar del Río y a ser el jugador más valioso en la temporada 2013-2014.

Pero no lleva la cuenta de sus victorias ni se vanagloria de sus méritos, la modestia es una de las principales cualidades de este Gigante de Minas que nació en Viñales.

¿En la TV te llaman el Gigante de Minas de Matahambre, pero tú naciste en Viñales? ¿Minas o Viñales?

Nací en Viñales, más bien en un campo que pertenece a ese municipio. A los nueve años me mudé para Santa Lucía (pueblo al norte de Minas). Jugué pelota por primera vez allí e integré el equipo de Minas, por eso todos dicen que soy de Minas. En realidad soy de los dos.

¿Cómo fue tu primera experiencia en el béisbol?

Nunca seguí la pelota, de niño no la veía. La primera vez que fui al Capitán San Luis fue cuando entré en la academia, que el albergue era en el estadio (risas).

Pero cuando tenía 10 años me apunté en el equipo de la escuela. Desde el principio pichaba y me iba bien. Fui a una pre-selección provincial categoría 11-12, yo tenía un año menos, pero era alto, con buena velocidad. Sin embargo, me dieron unas cuantas líneas, entonces me molesté, tiré el guante y me fui. Pensé que sólo era bueno en Santa Lucía, porque era un pueblo chiquito. Pasaron muchos años antes de volver a jugar pelota.


Curiosamente no eras fan del béisbol. Entonces, ¿Cómo te convertiste en pelotero?

Creo que descubrí algo que me apasionaba y más vale tarde que nunca. A veces, cuando la pelota estaba puesta en el TV de la casa veía cómo los jugadores se paraban en firme, cantaban el himno… eso siempre me impresionó. Me gustaba la seriedad con que se jugaba a la pelota. En Cuba el béisbol no es un juego.

También siempre me gustó la vega, estar con la familia, todos los días dormir en la misma cama, tener un perro, criar unos pollos… Quizás eso me alejó, porque son dos mundos paralelos que no tienen nada en común.

¿Cuándo retomaste el béisbol?

En el servicio militar, a los 18 años jugué en un equipo que formaba el Jefe de Estado Mayor de la unidad, de apellido Castellón, un hombre muy fanático del béisbol que hacía estadios en cada base donde llegaba. Pero cuando salí del servicio otra vez dejé de jugar hasta los 22 años.

A esa edad fue que me presenté en la provincial gracias a Yosbel Gómez, un buen pelotero que juega todavía con Minas, hacía pre-selecciones con Pinar, pero nunca tuvo suerte. Un día que estaba lanzándole a mis hermanos y a unos amigos llegó Yosbel y se puso de árbitro. A partir de aquel momento me animó para que fuera a jugar la provincial. Después de mucha insistencia me convenció para presentarme donde estaba entrenando el equipo de Minas y me captaron.

¿En ese momento estaba en tus planes dedicar tu vida al béisbol?

No, aunque siempre me impresionó el terreno de pelota, el trabajo del pitcher; me paraba en el box y sentía algo. No sabía todo lo que significaba para mí hasta que probé en niveles más altos y supe que podía hacerlo bien. Misterios de la vida.

¿A qué te dedicaste durante el periodo entre el fin del servicio militar y tu incorporación al campeonato provincial?

A trabajar en la vega, a fumigar tabaco, guataquear, hacer de todo en la siembra del tabaco.

No pasaste por ningún sistema de enseñanza deportiva en categorías inferiores ¿cómo te las arreglas para llegar a la provincial, tener buenos resultados y aprender a tirar los lanzamientos?


Desde el principio me gustó pensar cómo dominar a los bateadores, tirarle adentro, abrirle con strike y lanzar en las esquinas.

Las primeras veces que piché escuchaba decir cómo era el agarre de los lanzamientos y luego lo experimentaba yo mismo. Como empecé tarde tuve que quemar etapas para aprender a dominar varios lanzamientos a la vez, aunque no es lo recomendado por muchos entrenadores. Sabía que nunca tendría una gran velocidad, el éxito podría estar en tener un buen repertorio de rompimientos.

Entonces, ¿se podría decir que tuviste una formación como pitcher bastante autodidacta?

Exactamente. Pero hubo muchas personas que influyeron. Escuché consejos lo mismo de mi primo Irán que bateaba en la provincial, que de figuras experimentadas como Jesús Bosmenier, Orestes González, Jesús Guerra, Faustino (Corrales), Rogelio (García), Raciel Sánchez, Juan Carlos Oliva y se me queda más gente, porque iba recogiendo un poquito de todo el mundo, tanto de amistades como de entrenadores.

¿Por qué escogiste el dorsal “56″?

Cuando me preguntaron qué número quería no había pensado en ninguno y José Rosell Melendiz, pitcher de Pinar en ese entonces me dijo que cogiera el “56″. Me gustó y lo he llevado siempre hasta en los equipos Cuba, menos en la Serie que jugué por Holguín que me dieron el “54″.

Como dices, en tu segunda Serie no hiciste equipo con Pinar y tuviste que jugar por Holguín ¿Cómo terminaste en una provincia tan lejana?

En las provinciales siempre me fue bien, excepto ese año cuando estuve enfermo con ameba y escherichia coli. Perdí mucho peso, pero seguí lanzando. Al final, tuve cinco derrotas sin victorias. Cuando se hizo la preselección ya estaba bien, pero me fui en el primer corte.

Recuerdo que fue un viernes cuando me dijeron que no iba a estar en el equipo de Pinar del Río. Entonces, Primitivo Díaz (coach) y Jesús Alonso, el delegado provincial de béisbol, me preguntaron: “¿quieres irte para Holguín el lunes?” enseguida respondí que sí. No podía perder un año, ya tenía 25. En ese momento me hubiese ido para donde sea, ni siquiera sabía dónde quedaba Holguín (risas).

Fui para ese equipo gracias a que Ido Hernández, el delegado de allá, llamó porque necesitaba pitchers. Nos fuimos Mijaíl Rivera, Alain Castañeda y yo.

¿Cómo fue ese año tan lejos de tu familia y de tu provincia?

En Holguín sufrí porque dejaba a mi mamá atrás, que más nunca pudo ver un juego de pelota. Tuve que pichar contra Pinar del Río, contra mi equipo.

Fue muy difícil, porque apenas había salido de Santa Lucía. Juego mi primera Serie y a la siguiente voy para otra provincia tan lejos. Mi abuela tenía cáncer de pulmón y estaba a punto de fallecer, mi mamá estaba mal porque siempre hemos sido muy unidos.

Fue bien complicado, pero me ayudó bastante. Pichaba casi todos los días y eso era lo que me hacía falta para mejorar.


¿En ese momento te pasó por la mente renunciar al béisbol?

No, en Holguín supe que podía sacar out en la pelota nacional. Volví de allá en el primer tercio de la Serie porque me lesioné un tendón del codo debido al sobreuso.

Regresé a Santa Lucía, donde hice una buena recuperación y comencé a entrenar solo. Una amiga de Santi Spíritus me recomendó ver una conferencia de Grandes Ligas que hablaba sobre preparación física. Con lo que entendí hice un plan de entrenamiento. Así aumenté la velocidad hasta las 88-89 millas.

Por esa etapa, entre mi segunda y tercera Serie, no pensé nunca dejar el béisbol, pero antes de empezar la cuarta tuve una conversación con Mario, el psicólogo del equipo de Minas. Le dije: “si este año no tengo el rendimiento suficiente como para dejar de eliminarme, no juego más”. Porque era muy difícil prepararme para la preselección y después tener un buen resultado en la Serie. Gracias a Dios gané ocho y a partir de ahí me quedé fijo en la rotación.

Esa temporada que regresaste a PR es la única en la que no abriste ningún juego ¿Cómo era aquel Yosvani Torres relevista y desconocido en Cuba?

Estaba en una carrera con mucha competencia, pasado de edad, con poca velocidad, con los movimientos sin pulir, fue muy difícil porque sientes que la gente no te ve bien.

La vida era complicada. Estaba con una licencia deportiva, que todos conocen que era un salario bastante bajo. Estuve pasando trabajo en los aspectos económicos, pero nunca me desaminé. Mis hermanos siempre me ayudaron, me decían: “nosotros nos ocupamos de todo, porque tú tienes que dedicarte a jugar pelota”. Tengo mucho que agradecerles.

En la Serie 50 te das a conocer en toda Cuba al imponer el récord de seis victorias en un play off, pero perdiste los tres primeros de cada subserie ¿cómo haces para comenzar mal y luego reponerte como si nada te afectara?

La clave está en ser positivo, pensar que lo que viene depende de ti. Uno tiene que conocer más al contrario, encontrar dónde te fallaste. Hay que analizar por qué te equivocas y cambiar, que los bateadores noten la diferencia. Si estás bien preparado, tienes control de tus lanzamientos, has estudiado bien al contrario y tienes confianza, no hay obstáculos. Los impedimentos se los pone uno mismo.

En varias Series alcanzas buenos números, sin embargo acumulas pocas victorias ¿Por qué crees que te ocurre esto?

Me parece que eso es una herencia. Escuché decir que a Jesús Guerra le pasaba igual, a Faustino (Corrales) parecido. Como existieron esos lanzadores, a parte del equipo se les fue haciendo psicológico, porque les dicen “le está pasando a Fulano lo mismo que a Mengano”. He sentido que me identifican como un lanzador que acumula pocas victorias y no me gusta porque nadie sabe lo que pasará. Quizás el próximo año lanzo para seis carreras y gano 20 juegos.

He tratado de hacerlo positivo, pero he sufrido bastante. Doy muchos ceros y el equipo batea poco. Hasta me han preguntado si alguien tiene algo contra mí, pero nada más lejos de la verdad. Sí creo que es algo psicológico, que está en el subconsciente.


En una temporada que sí ganaste mucho fue en la 53. Ese año fuiste el Jugador Más Valioso de la Serie Nacional ¿Cuál fue la clave de esa evolución, de ese proceso en el que superaste etapas complicadas?

Cada Serie me decía: “este año tengo que quedar líder en algo para que me vean” (risas), hasta que en la 53 logré varios lideratos. Esa fue la mentalidad que me ayudó a superarme, porque como me decía mi papá: “cuando vas a hacer algo, hazlo bien o no lo hagas, porque perderás el tiempo”.

Es necesario mirar siempre hacia adelante, intentar ser mejor cada día. Traté de mantener la forma física después de terminar cada temporada. Pese a comenzar tarde me vía joven, porque pensaba que podía ir mejorando y a los 30 es cuando más fuerte es el hombre. Me ayudó también el apoyo del pueblo, que siempre me dio fuerza.

No creo que al principio me haya ido tan mal como dicen. Creo que sí logré metas desde el inicio, pero sabía que lo más grande se demoraría en llegar.

Esta última temporada paraste por una lesión en el brazo ¿cómo estás ahora físicamente?

Estoy al 100 por ciento, logré lanzar bastante en el play off. Fui hasta cerrador (risas). Me agoté fuerte en esos juegos, pero el brazo está muy bien.

¿Cómo fue la experiencia de ser abridor y relevista en play off?

Me hizo sentir bien, con un compromiso más fuerte. Se me dio la confianza de relevar y abrir en los juegos importantes. Siempre disfruto cuando juego, no importa el momento en el que lance.

Comentarios

Publicar un comentario

Formulario de comentarios

Síguenos en Facebook