Por David Díaz.
Desde 2009 hasta la actualidad, la selección nacional cubana de béisbol ha perdido a tres valiosísimos cerradores, todos con recursos bastantes similares y un físico igual de parecido. Primero el holguinero Aroldis Chapman, quien estaba previsto que trabajara al día siguiente de abandonar el conjunto antillano en el tradicional torneo de Rotterdam, Holanda, a mediados de 2009. Actualmente es una estrella consagrada en las Mayores, como taponero de los ilustres Yankees de Nueva York.
Luego le tocaría el turno al pinero Raisel Iglesias, quien lució el uniforme del team Cuba durante el III Clásico Mundial. Marchó en noviembre de 2013, tras un primer intento infructuoso dos meses antes. Hoy es plantilla de los Rojos de Cincinnati, plantel con el que tuvo un inicio de temporada como abridor, pero recientemente declaró que le gustaría fungir como apagafuegos, función ocupada durante buen tiempo por Chapman, antes de partir hacia Nueva York.
Y el caso más fresco es el del avileño Yennier Cano, quien se acomodó sin grandes dificultades y con gran rapidez en el puesto de cerrador en la selección nacional, tras actuaciones relevantes con su plantel en las Series Nacionales. Pero, inesperadamente, el día en que se anunció oficialmente la preselección cubana, de la que salió el equipo que incursionó en la Liga Canadiense, entre las novedades brillaba la solicitud de baja del béisbol antillano del nacido en el municipio de Bolivia y afincado en Morón.
No hay que ser Nostradamus, ni pasar un mínimo técnico de adivino, para dilucidar que detrás de esa petición se escondía la ambición más mayúscula que puede tener cualquier pelotero, de cualquier lugar del mundo: aportar su granito (o sus granitos) de arena en la Gran Carpa del béisbol rentado estadounidense. Y en el caso de Cano, bien creo que podrá emular el futuro de sus dos paisanos citados en este trabajo, claro está, con un trabajo profundo sobre sus deficiencias.
El serpentinero de 22 años, cerca de 90 kilogramos de peso y 1.91 metros de estatura posee como principal carta de triunfo su velocidad: una recta sostenida por encima de las 90 millas y que con mayor entrenamiento rebasará sin problemas las 95. Generalmente es un lanzador con dominio de la zona de strike, pero debe tener como prioridad el manejo de los lanzamientos rompientes, los cuales aplica, pero le falta perfección. Además, es innegable su osadía en momentos de puro nervio.
Debutó con los Tigres de Roger Machado en la campaña 53, en la que no tuvo decisión alguna y más bien su accionar fue como la popular frase del poema de Buesa: “pasarás por mi vida sin saber que pasaste”, al trabajar solo 5.1 capítulos. En la contienda siguiente logró coronarse campeón nacional y aportó a su novena 11 éxitos y cinco fracasos y seis partidos salvados. En la última Serie vuelve a repetir la diadema en el béisbol cubano –su equipo derrotó en una final imborrable de siete encuentros a Pinar del Río- y tuvo balance de 8 sonrisas y un mísero descalabro, 12 juegos rescatados, le batearon para 174 y exhibió promedio de carreras limpias galáctico de 0.91.
Acostumbrado a lanzar con el 99 del legendario vueltabajero Pedro Luis Lazo, su primer equipo Cuba fue el que intervino en el tope bilateral con una selección de Estados Unidos, efectuado en ese país del 1-8 de julio de 2015. Días después y bajo la guía de Machado, participó en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015, en los que el conjunto antillano ancló en el tercer peldaño. Igualmente participó a fines de ese año en la primera edición del Premier 12 en suelo asiático y en febrero de 2016 viajó con la escuadra felina hacia República Dominicana para pugnar en la Serie del Caribe.
Su presencia era (casi) segura en la armada que viajó a Canadá, pero pesó más su anhelo de medirse en un béisbol más cualificado y competitivo. Nada, algo tan sencillo como que hay jugadores que descubren a tiempo que la pelota cubana les va quedando chiquita y optan por dar el paso siguiente, el lógico, el que daría cualquier sensato. De momento queda esperar que logre salir de Cuba –fuentes avileñas lo ubican todavía en territorio nacional- y después a cruzar los dedos para que sea otro elemento más en la burbuja de cubanos que cada año se expande en las Grandes Ligas.
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