Cuba, juegos olímpicos y libertades ciudadanas


Por Dimas Castellanos.

En el artículo "Después de Río: releamos la sabiduría", publicado recientemente en el diario Granma, Oscar Sánchez Serra, basado en ideas de Fidel Castro, aborda los resultados de la delegación cubana en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

En los encuentros previos a los Juegos de los periodistas con las autoridades deportivas cubanas —según el autor— se "llenaron de medallas, que en Río de Janeiro jamás aparecieron". Afirma que "no se conquistaron no porque faltó el esfuerzo del deportista, sino porque se midió mal o se confundieron los deseos con la realidad", y plantea "alejarse del conformismo para observar que tenemos las potencialidades de superar lo alcanzado" .

A juzgar por sus palabras, de haberse "medido bien y haberse alejado del conformismo"hubiéramos obtenido un mejor resultado. Para ello recomienda poner los escasos recursos donde más dividendos aportan, identificar a tiempo las fortalezas y oportunidades —que él ubica en los deportes de combate—, poner el énfasis en los sistemasclasificatorios, en evaluar con rigor la participación de atletas que se sabe que no van a aportar nada, y en analizar con rigor el comportamiento del atletismo. De esa magistral forma, Sánchez Serra evade las verdaderas causas de la caída sufrida en el medallero olímpico y comete la misma falta que critica: confunde los deseos con la realidad.


Las causas evadidas

La sociedad está integrada por elementos que conforman un sistema vivo. Cuando uno de esos componentes sufre daños que le impiden realizar su función, gracias a la interrelación el daño se traslada al resto de los elementos. Si esa anomalía no se trata a tiempo, entonces abarcará todo el sistema. El perjuicio ocasionado con las restricciones impuestas a las libertades en Cuba hizo metástasis en el cuerpo social. Es decir, se convirtió en la crisis estructural más profunda y prolongada de nuestra historia, cuya solución es imposible sin remover la estructura del sistema. Cualquier análisis del deporte cubano, que ignore esa realidad, resulta inútil y absurdo.

¿Por qué? Porque las libertades ciudadanas guardan una relación directa con el interés, el interés con la economía y la economía con todas las actividades que realiza el ser humano. Y el deporte no es una excepción.

El empleo de enormes recursos para exhibir a Cuba entre las potencias deportivas sin contar con una economía propia y con bajos salarios, se manifestó en el desinterés y el éxodo de los atletas. Ha sido así porque la subordinación del deporte a una ideología convierte a los deportistas de sujetos en objeto de un Estado que asume todos los gastos de su preparación a cambio de poner músculos y pensamiento en función de una razón ajena al deporte.

Lo anterior es válido especialmente en el olimpismo moderno, inaugurado en 1896 bajo la concepción de su fundador, el barón Pierre de Coubertin, quien lo concibió para desarrollar las cualidades físicas y morales como fundamento del deporte; educar a la juventud con un espíritu de mejor comprensión y de amistad para la construcción de un mundo mejor y más pacífico; congregar a todos los atletas del mundo en ese gran festival cuatrienal; realizar competición de atletas individuales, no de países; de amistad, no de enfrentamiento; de unión entre hombres y mujeres de todas las culturas, latitudes, tonalidades, religiones y formas de pensar. Por esas razones el Comité Olímpico Internacional no da los resultados por naciones.


Cuba en las últimas diez ediciones

Obviando la participación en la segunda edición de los Juegos Olímpicos (París, 1900), donde el esgrimista Ramón Fonst obtuvo oro y plata y en la tercera edición (San Luis, 1904), donde se obtuvieron nueve medallas; la subordinación del deporte a la política destaca como la principal causa del descenso sufrido en las últimas diez ediciones.

En Múnich (1972) —momento en que después del fracaso de la zafra azucarera de los Diez MillonesCuba ingresó al CAME y comenzó a recibir una colosal subvención— se ocupó el lugar 14 con ocho medallas, de ellas tres de oro aportadas por el boxeo. De ahí en adelante, destinando un porciento desproporcionado del Producto Interno Bruto (PIB) a ese fin, se fue ascendiendo hasta ocupar en Barcelona (1992), el quinto lugar con 31 medallas. De ahí en lo adelante la pérdida de las subvenciones sumió a Cuba en una crisis que se reflejó en el descenso en el medallero hasta Río de Janeiro (2016), donde ocupamos el lugar 18 con 11 medallas.

La prueba de que el descenso no es coyuntural lo demuestran los resultados similares en eventos como los Juegos Centroamericanos y Panamericanos. Si la caída en Juegos Olímpicos del lugar 11 en Atenas (2004), al lugar 18 en Beijing (2008) se intentó atribuir a la "labor del enemigo", "jueces vendidos", "peleas quitadas" y "malas decisiones", los recientes resultados no dejan dudas de que la causa está en otra parte. Una de cuyas manifestaciones es el éxodo permanente de los cubanos, entre ellos los deportistas.

Aunque en septiembre del 2013 se dispuso una mayor remuneración para de­por­tistas y entrenadores, el mismo resultó tardío e insuficiente para detener la fuga. A lo que se une la ausencia del derecho a salir y regresar libremente a su país y la prohibición gubernamental de que los atletas cubanos participen en eventos fuera de casa y después representen a su país en las competiciones internacionales.


Una clara manifestación de lo anterior es el nutrido grupo de cubanos que participaron en Río de Janeiro representando a otros países: Lorenzo Sotomayor, nacionalizado en Azerbaiyan, medalla de plata en boxeo; Yasmani Copello, nacionalizado en Turquía, bronce en 400 metros con vallas;Orlando Ortega, nacionalizado en España —a quien el periodista oficialista Randy Alonso tildó de excubano— plata en los 110 metros con vallas; Osmany Juantorena, nacionalizado en Italia, plata con el equipo de voleibol; Libania Grenot, nacionalizada en Italia, finalista de los 400 metros y otros tantos que no alcanzaron el podio.

Resulta evidente que sin las subvenciones, soviéticas o venezolanas, Cuba habría ocupado siempre un lugar más alejado en el medallero. Por tanto, lo que se logró, imposible para cualquier país sin economía propia y sumido en una crisis estructural, resulta imposible de sostener. El crecimiento de PIB de Cuba sufrió un brusco decrecimiento del año 2015 al primer semestre de 2016, del 4% al 1%. Y el pronóstico es que seguirá disminuyendo, a menos que definitivamente se proceda a una reforma estructural que incluya la restitución de las libertades ciudadanas, de lo cual no hay ninguna señal.

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