Danys Báez, un amigo en tiempos de turbulencia para José Fernández.

Danys Baéz y José Fernández fueron excelentes amigos.

Por Jorge Ebro.


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Dicen que a las personas se les conoce mejor en tiempos de turbulencia y José Fernández supo la veracidad de esto en su largo y tedioso período de rehabilitación de una cirugía en el codo, la tristemente conocida como Tommy John.

En medio de sus 14 meses de recuperación, Fernández habría de conocer quiénes eran sus verdaderos amigos de entre la multitud que antes de lesionarse le vitoreaba cada una de sus victorias.




"Cuando me lesioné, algunos se alejaron, pero otros permanecieron a mi lado'', comentó entonces Fernández en el 2015. "Estos días me han ayudado a evaluar muchas cosas, a conocerme mejor a mí mismo y a los que me rodean''.Uno de los que nunca se fue, sino que llegó para quedarse era Danys Báez, quien había sufrido una lesión similar a la de Fernández y pasó por el mismo proceso médico y humano del lanzador de los Marlins.

Báez estaba orgulloso de los logros de su compatriota dentro y fuera del terreno, pues formaba parte de la junta directiva de una organización caritativa de lucha contra el cáncer y había sido testigo de primera mano de la labor desinteresada del joven de Villa Clara por esas causas nobles que tanto adornan el alma.

Baseball mourns Jose Fernandez

"Te puedo poner mil ejemplos de lo mucho que hacía José para ayudar a otros'', expresó Báez. "El todavía no tenía los recursos financieros de otros, pero trabajaba de manera incansable en la comunidad, sin pedir nada a cambio. Algún día se sabrá todo lo bueno y grande que hizo''.




En principio, a Baéz y Fernández los había unido la historia común de la Tommy John y pasaban horas conversando sobre cómo vencer la adversidad y mantener el enfoque en una recuperación que suele durar entre 14 y 18 meses.

Pero luego esa relación fue pasando al plano personal y se convirtió en una amistad profunda que se extendía a todas las esferas de la vida, algo que el ex lanzador de Pinar del Río atesorará para siempre.

"Conversábamos mucho, nos contábamos cosas, él me pedía consejos antes de dar cualquier paso'', reveló Báez. "Pero José también tiene claro lo que quería, sus metas en la vida. La gente puede pensar lo que quiera del accidente fatal, pero a sus 24 años, José era extremadamente maduro''.

A lo largo de 11 temporadas en las Mayores, Báez se desarrolló como abridor y luego taponero de equipos como los Indios, los Dodgers, los Rays, los Orioles y los Filis, finalizando con foja de 40-57 y 4.25 de efectividad.

Si Fernández escapó por vía marítima hacia Estados Unidos en el 2007, Báez lo hizo aprovechando una oportunidad de fuga en los Juegos Panamericanos de 1999 en Winnipeg, Canadá, cuando era considerado una de las grandes promesas del pitcheo en la isla.

Después de haber visto tanto béisbol, Báez consideraba a Fernández un fuera de serie.




"Ni en Cuba ni en Grandes Ligas yo había visto un lanzador con tanto talento y potencial como José'', agregó Báez. "Era un director de orquesta que sabía sacar las mejores notas de su equipo. Algo único. No habrá otro como él''. 

Sin embargo, extrañará por encima de todo la personalidad del amigo, su desprendimiento y generosidad.

"José nunca dijo que no a nada cuando se trataba de ayudar, lo mismo recaudar fondos para una buena causa que regalarle una sonrisa a un niño enfermo'', recalcó Báez. "Vamos a echar de menos su presencia en el montículo, pero aún más esa cualidad humana de ayudar al desconocido, sin esperar nada a cambio''.

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