El béisbol se hunde en Cuba, pero sus peloteros brillan en la MLB

El torneo beisbolero que se juega en Cuba atraviesa por una crisis profunda y su equipo nacional es el más débil de todos los tiempos, pero el talento natural del pelotero antillano sigue intacto.
El torneo beisbolero que se juega en Cuba atraviesa por una crisis profunda y su equipo nacional
es el más débil de todos los tiempos, pero el talento natural del pelotero antillano sigue intacto.
Por Marino Martínez / mmartinez@elnuevoherald.com

El torneo beisbolero que se juega en Cuba atraviesa por una crisis profunda y su equipo nacional es el más débil de todos los tiempos, pero el talento natural del pelotero antillano sigue intacto. La mejor prueba está en los 30 peloteros que actuaron en Grandes Ligas en el 2016 y el alto nivel de un grupo de ellos, casi todos provenientes de la decadente Serie Nacional.

En el 2016 se estableció un récord entre los peloteros cubanos. Por primera vez cinco jugadores nacidos en la isla pegaron más de 25 jonrones y remolcaron más de 70 carreras en una misma campaña, tres de ellos por arriba de los 30 cuadrangulares y cuatro con más de 80 remolcadas.


El villaclareño Aledmys Díaz, de los Cardenales de San Luis, lanza a primera base en el tercer inning, en julio en Miami. Pedro Portal pportal@miamiherald.com

¿Los protagonistas? En la Liga Nacional, Yoenis Céspedes con los Mets de Nueva York, Yasmani Tomás con los Diamondbacks de Arizona y Yasmani Grandal con los Dodgers de Los Ángeles. En la Americana, José Abreu con los Medias Blancas de Chicago y Kendrys Morales con los Reales de Kansas City.

Céspedes acumuló 31 jonrones y 86 impulsadas, Tomás 31 y 83, Morales 30 y 93, Grandal 27 y 72, Abreu 25 y 100.

En sus tres años en las Mayores, Abreu ha superado los 25 jonrones, las 100 remolcadas y los 175 incogibles, con average de .299. Mientras que Céspedes desde su debut en 2012 impulsa más de 80 carreras con dos años por arriba de 100, en cinco con más de 22 jonrones y dos por encima de 30.

¿En qué etapa anterior de la historia tuvimos a dos cubanos en tres temporadas sucesivas con los números ofensivos de Abreu y Céspedes? Solamente cuando actuaron el pinareño Tony Oliva y el camagüeyano Tany Pérez; además de los habaneros José Canseco y Rafael Palmeiro. El matancero Orestes Miñoso lo hizo en su etapa de esplendor, pero sin tener a otro antillano que lo acompañara con dichos números.

Aunque los cinco jugadores del 2016 lograron un nuevo récord entre cubanos, no fueron los únicos en brillar en el 2016.


El fallecido pitcher de los Miami Marlins José Fernández sumó 16 triunfos, ocho derrotas, tuvo efectividad de 2.86 y ponchó a 253 bateadores. Joseíto, oriundo de Villa Clara y que llegó a Estados Unidos siendo niño en una balsa a través del mar junto a su madre, realizó una de las mejores actuaciones entre los serpentineros de ambos circuitos.

El supersónico cerrador de los Cachorros de Chicago, Aroldis Chapman, salvó 36 juegos en 39 oportunidades, con .158 de efectividad y 88 ponches en 58 entradas.

Entre los torpederos, el villaclareño Aledmys Díaz con los Cardenales de San Luis, bateó para promedio de .300, con 17 jonrones, 65 impulsadas y .369 de embasamiento. A la defensa, el santiaguero Adeiny Hechavarría con Miami y el habanero José Iglesias con Detroit clasifican entre los mejores. Este último terminó con el más alto promedio defensivo con sólo nueve pifias.

Yunel Escobar finalizó con average de .304 con los Angelinos. Escobar y Díaz fueron los únicos cubanos con promedio de .300. Tarea nada fácil, pues sólo 25 bateadores entre los 30 equipos de ambos circuitos lograron hacerlo.

Dos peloteros que mejoraron su desempeño fueron el antesalista de los Bravos de Atlanta, Adonis García, con average de .273 y 65 impulsadas, mientras que el jardinero de los Marineros de Seattle, Leonys Martín, conectó 15 jonrones y se robó 24 bases.

Si bajo las circunstancias en que los cubanos salen de su país, cinco de ellos pegaron más de 25 jonrones e impulsaron entre 70 y 100 carreras en una misma temporada, un lanzador aspira al premio Cy Young, otro jugador fue uno de los mejores novatos y dos torpederos reúnen méritos para el Guante de Oro, la pregunta que muchos se hacen es: ¿Cuántos estarían en Grandes Ligas si lo hicieran de forma legal reclutados desde jóvenes?


La respuesta es sencilla: cuando se abran las puertas, en sólo varios años las Grandes Ligas estarán invadidas por decenas de peloteros cubanos.

En estos momentos se puede integrar un equipo con jugadores de Grandes Ligas nacidos en Cuba que tendría las credenciales para ganar un Clásico Mundial. La novena sería muy superior a la que saldría de la Serie Nacional.

Pero no, está selección no es factible ni se busca, pues la inmensa mayoría de los fanáticos cubanos dentro y fuera de la isla desea que dicho equipo esté integrado por jugadores que actúan en la Serie Nacional de la isla y el campeonato de Grandes Ligas.

El gran error: eliminar el profesionalismo

Yasiel Puig, jugador de los Dodgers de Los Ángeles, al no poder actuar con el equipo Cuba gestiona integrar la escuadra de México en el próximo Clásico.

“Me gustaría jugar con la selección de mi país’’, dijo el cienfueguero José Abreu. “Esperaba que las cosas iban a cambiar después del viaje que hicimos a la isla con la MLB, pero no ha sido así’’.


¿Se imagina usted amigo lector un equipo antillano para el Clásico integrado por el mejor talento que juega en la isla reforzado con jugadores de Grandes Ligas como Abreu, Chapman, Morales, Céspedes, Díaz, Iglesias, Hechavarría, Grandal, Tomás, Puig y Escobar?.

Sin duda, dicho elenco sería un trabuco capaz de ganar el torneo mundial. Pero no, ese sueño luce imposible por ahora, pues las autoridades deportivas le siguen negando a los peloteros de Grandes Ligas que vistan el uniforme del equipo nacional para el torneo del mes de marzo.

Este atrincheramiento ideológico profundiza la crisis de la pelota cubana y es una de las tantas razones que ha llevado a que la otrora segunda potencia beisbolera del mundo en estos momentos no sea ni la séptima.

El origen del descalabro no son las llamadas deserciones, pues éstas sólo son las consecuencias del más grave error cometido en la historia de este deporte en la isla: la eliminación del profesionalismo. Y si Cuba desea regresar a ser aquella potencia beisbolera que llenaba de orgullo a toda la nación, necesita volver a eso mismo que abolió hace 55 años.

Entre 1878 y 1961, la pelota profesional cubana fue una época dorada donde se producía el mayor talento entre los latinos para las Grandes Ligas con la existencia de un intercambio abierto en ayuda técnica y material con Estados Unidos.

El desarrollo fue tan grande que los cubanos no sólo dominaban el escenario mundial amateur y el latino en Grandes Ligas, también lo hicieron con sus propios equipos en Ligas Menores con los Havana Cubans y con los Cubans Sugar Kings, así como en las Ligas Negras con luminarias como Martín Dihigo, José Méndez, Cristóbal Torriente, Alejandro Oms y muchos otros que no jugaron en las Mayores por la discriminación racial.


Cuba, después de ganar varios torneos en la Liga Internacional de la Florida y conquistar el campeonato de Triple A con los Sugar Kings, estaba lista para recibir su propia franquicia de Grandes Ligas que iba a llevar el nombre de Havana. Pero ese derecho que le pertenecía a la isla por su rica historia beisbolera, se perdió cuando se erradicó la pelota profesional.

Aquella cantera inagotable de peloteros que se detuvo en 1961 ha regresado con bríos. La oleada comenzó a principios de los años 1990 con figuras como Rey Ordóñez, Liván Hernández, su hermano Orlando (El Duque), Rolando Arrojo y René Arocha, entre otros.

Seguirán las deserciones

Brazos como los de Joseíto y Chapman, bateadores con talento como Abreu, Céspedes, Tomás, Morales, Grandal, Díaz y Escobar, guantes mágicos como los de Iglesias y Hechavarría, existen en talento potencial entre centenares de niños y jóvenes que en estos mismos momentos corren en los terrenos de pelota y en los placeres llenos de piedras de sus pueblos, esperando recibir sus oportunidades sin necesidad de hacerlo escapando a través del mar o abandonando un torneo deportivo.

Sabemos que las autoridades cubanas han permitido que varios de sus jugadores actúen en ligas profesionales en algunos países, pero aunque esta medida ayuda en algo, no resuelve los problemas que aquejan al deporte de las bolas y los strikes.


La mayoría de los peloteros desean jugar en Grandes Ligas. Por ejemplo, entre los que jugaban en Japón (segunda liga profesional del mundo), además de Yulieski Gurriel, que no siguió actuando y ahora está con los Astros de Houston, se unieron el talentoso jardinero José Adolis García, que espera contrato, y el lanzador de 22 años Héctor Mendoza, que militaba en el sistema de granja de los Gigantes de Yomiuri.

Para acabar con la mediocridad que corroe al béisbol en la isla se necesita abrirlo al ciento por ciento al profesionalismo. Si no se dan estos pasos, las deserciones seguirán aumentando, el atraso se mantendrá en sus torneos y la pelota que desde principios del pasado siglo formó parte de la cultura nacional, pudiera ser sustituida en preferencia por el balón de fútbol, un deporte que amenaza seriamente con arrebatarle la supremacía popular.

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