Ariel Miranda no es José Fernández, pero es nuestro mejor abridor para el 2017 en la MLB

Tan buenas fueron las actuaciones finales de Miranda en el 2016
que su efectividad global bajó de 5.76 a 3.88 para cerrar la campaña.
Foto: Hannah Foslien, tomada de Zimbio

Por Juan Páez / @jmanupz

La terrible y temprana muerte de José Fernández, el 25 de septiembre de este año, no solo dejó un luto sumamente perceptible en el béisbol, sino que también dejó una incógnita y rodeó de incertidumbre al béisbol cubano en las Grandes Ligas. Sin Fernández, ¿quién sería el máximo representante antillano en las lomitas de las Mayores? ¿Quién dará un paso adelante para tratar de ser tan dominante como el as de los Marlins de Miami?

Antes de que la mala fortuna le sorprendiera en su bote en aquella triste madrugada en Miami Beach, Fernández era una de las más promisorias joyas del pitcheo en la Gran Carpa. Y su talento no solo se divisaba en el futuro como gran parte del horizonte, también era parte del presente y del éxito que pudieron tener los peces en los últimos años. Era un joven de 24 años que irradiaba alegría y que parecía no haber sufrido la ingrata transición entre el béisbol menor y las Grandes Ligas, pues se gozaba el juego como cualquier niño de 10-15 años.

Sus números temporada tras temporada no dejaban de proyectar grandes cosas, no paraban de obligar a los adeptos a la pelota a pensar que este derecho sería el próximo Luis Tiant o incluso superaría los estelares números que dejó a lo largo de su carrera.

En solo cuatro años, aquí las estadísticas de José:

Año	Edad	Equipo	Liga	G	P	EFEC.	J	JI	JC	L	IP	H	R	ER	HR	BB	IBB	SO	WHIP	SO9
2013 ★	20	MIA	NL	12	6	2.19	28	28	0	0	172.2	111	47	42	10	58	5	187	0.979	9.7
2014	21	MIA	NL	4	2	2.44	8	8	0	0	51.2	36	19	14	4	13	1	70	0.948	12.2
2015	22	MIA	NL	6	1	2.92	11	11	0	0	64.2	61	21	21	4	14	0	79	1.160	11.0
2016 ★	23	MIA	NL	16	8	2.86	29	29	0	0	182.1	149	63	58	13	55	6	253	1.119	12.5

Al salir de la maravilla llamada José Fernández y poder mirar más allá de la excelencia del fallecido astro, verdaderamente no hay muchas opciones para el futuro próximo, en específico para las dos o tres próximas campañas. Aunque hay una que resulta esperanzadora y tuvo un 2016 bastante promisorio o capaz de incentivar a imaginar qué tan bueno sería su 2017.

Se trata de Ariel Miranda. Este zurdo de 27 años de edad llegó a los Marineros de Seattle en el cambio que llevó a Wade Miley a los Orioles de Baltimore. Solo lanzó 2.0 innings con los oropéndolas antes de hacer maletas con rumbo al Safeco Field para eventualmente dejar una impresión bastante buena.

Su primer reto con los navieros llegó contra la férrea toletería de los Medias Rojas de Boston, circunstancia por la que no se amilanó. Al contrario: los limitó a ocho hits y dos carreras limpias en 6.0 entradas de labor. Luego, sus próximas cuatro aperturas no fuero brillantes, pero las siguientes cinco (las últimas de la zafra) además de resultar sobresalientes, mantuvieron a los nautas en la lucha por el ansiado comodín que no pudieron alcanzar al final.

Tan buenas fueron sus actuaciones finales que su efectividad global bajó de 5.76 a 3.88 para cerrar la campaña. Aquí, sus números en los inicios entre el 7 y 29 de septiembre, lapso en el que Seattle ganó cuatro de sus cinco presentaciones:

J          G         P           IP        H        CL       BB        K        EFEC.       AVG.

5          3          1          28.1     16        6          6          21        1.91         .162

Su mayor problema, y será su tarea a aprobar durante el spring training y el comienzo de la ronda regular 2017, fue la cifra de jonrones que permitió. En el período citado, concedió seis y en total fueron 12 en 56.0 capítulos, una relación de 1.9 por cada 9.0 tramos, una barbaridad que en caso de mejorarla, podría formar parte de la élite.

No hay dudas de que, durante la próxima temporada, Cuba y los cubanos pendientes de los peloteros antillanos alrededor del mundo tendrán sus ojos puestos en Miranda y lo que pueda hacer para tratar de llenar el vacío que dejó Fernández tras su irreparable pérdida.