Rolando Arrojo: “Venía de un béisbol de bates de aluminio, al encontrarme con la madera resultó fácil”

Que hable pues el Tifón de San Juan de los Yeras
Por Michel Contreras.

La rivalidad es el morbo del béisbol. Nada despierta más hormonas en las gradas que los duelos de protagonistas enconados, ya sean dos equipos de odios feroces (Yankees-Boston, Industriales-Santiago) o un par de lanzadores que se juegan el orgullo en cada choque. Así fue en la pelota invernal con Camilo Pascual y Conrado Marrero. Así fue en plenas Series Nacionales cada vez que pulseaban Hurtado y Alarcón. O Huelga y Julio Rojo.


Por razones de edad, yo no alcancé a ver esas porfías. Sin embargo, “el vago azar o las precisas leyes / que rigen este sueño, el universo”, me sentaron en la primera fila de las pugnas de hombres bravos que sostenían Lázaro Valle Martell, el Gran Cañón capitalino, y Rolando Arrojo Ávila, el Tifón de San Juan de los Yeras.



Aquello era pelota. No importa que por entonces se jugara con esa aberración, el bate de aluminio. Valle y Arrojo, de azul y de naranja, se batían a tiros y apretaban los dientes y ponchaban, y en las tribunas había una fiesta inmensa que tenía los mismos porcientos de admiración y euforia.

Pasado el tiempo, Valle sufrió una lesión grave que le mojó la pólvora del brazo; regresó a los montículos, pero jamás recuperó el dominio señorial de antaño. Mientras, Arrojo optó por emigrar, y en el año 98 supimos que debutaba en Grandes Ligas con los Rayos de Tampa Bay, un equipo de expansión de La Florida.

Volvió a pasar el tiempo –al final siempre se trata de eso en esta vida-, y un amigo común me puso a Arrojo al otro lado de la línea telefónica. “Te leo siempre, compadre”, me dijo, y yo le devolví el cumplido con la emoción a flor de voz. Hablamos por un rato. Al final, entendí que Arrojo se parecía demasiado al tipo campechano que me había descrito tanta gente, y me sentí dichoso de haberlo visto en la lomita despachando rivales y colgando montones de ceros en sus cruentos combates versus los Industriales de Valle.

El espigado derecho (6’4″ y 215 libras) se estrenó en los campeonatos domésticos en 1983 con la franela de Citricultores –toda vez que pasó el Servicio Militar en Matanzas-, y allí coincidió con estelares como Lázaro Junco, Wilfredo Sánchez, Pablo Hernández y Leonardo Goire. Entonces triunfó en 11 desafíos, cayó en apenas tres, y le fue concedida la placa de Novato del Año.



Sin embargo, sería en su terruño natal que empezaría a convertirse en leyenda a fuerza de coraje y rendimiento, hasta el punto de ser uno de los serpentineros que más rápido llegaron a 150 victorias, superado tan solo por Rogelio García, Omar Ajete, Braudilio Vinent y Jorge Luis Valdés. ¿Quién podría olvidar su palmarés en la campaña 1994-95, cuando finalizó al frente de los pitchers con 1.88 de efectividad y un perfecto 11-0 en ganados y perdidos? ¿Quién no sabe que fue un lanzador que pedía la bola cada vez que se arrimaban los momentos decisivos?

Rolando Arrojo vs. Orlando El Duque Hernandez . Postemporada de 1996

Así, rompiendo monte, llegó Arrojo al team Cuba, y se impuso en Centroamericanos, Panamericanos, Copas Mundiales e Intercontinentales, e incluso coronó el sueño mayor de ser campeón de las magnas citas estivales en Barcelona, año 92. Pero, según ha dicho él mismo, “el béisbol cubano tenía un límite, el futuro de mis hijos me parecía incierto, y decidí cambiar el oro olímpico para garantizar el futuro de ellos”.

La MLB no demoró en saber de la capacidad de Arrojo. En su año inicial con los Rays ganó 14, perdió 12, lanzó para 3.56, asistió al Juego de Estrellas y quedó segundo en la disputa del premio al Novato, que le correspondió a Ben Grieve, jardinero de los Atléticos de Oakland. Un dato muy curioso: de la docena de reveses soportados, 11 fueron por la mínima diferencia de una anotación. Y otro más: varios de sus principales numeritos se parecen caprichosamente a los de otro cubano que llegó de manera tardía a Grandes Ligas, Conrado Marrero.



¿Qué le faltó a Rolando Arrojo en la pelota? Por supuesto, un anillo de Serie Mundial. Lo demás, entre lo que se incluye en el piso más alto el respeto inmarcesible de su pueblo, lo tuvo en abundancia. Que hable pues el Tifón de San Juan de los Yeras…

¿Qué recuerdas de las tres campañas en fila que ganaste al frente de la rotación de Villa Clara?

Son muchos recuerdos. El principal es el del gran equipo aguerrido donde todos éramos familia.

¿Te arrepientes de haberte ido tarde de las Series Nacionales?

Aprendí todo lo que sé en Cuba, lo disfruté enormemente, y en ocasiones extrañaba bastante a mi equipo Villa Clara. Estando en la MLB, la nostalgia por el béisbol cubano se negaba a abandonarme.

¿Cómo nació el sobrenombre de El Tifón?

Se lo debo al periodista José Antonio Fulgueiras, que le puso un apodo a cada pelotero de la novena.



¿Cuáles son las diferencias fundamentales entre el pitcheo de la Serie Nacional y el de Grandes Ligas?

Primero que todo el uso del cambio de velocidad y el pitcheo pegado en la zona de strike. Otra cosa es que acá todos los pitchers tienen una misión definida que cumplir en el juego y se preparan para desempeñarla. Encima de eso, se estudian videos de los rivales de turno.

¿Cuáles consideras los tres primeros requisitos que se necesitan para convertirse en un pitcher de primer nivel?

Una gran confianza en uno mismo y en sus lanzamientos, una buena mecánica y mucho control. Si todo eso lo acompaña una recta de respeto, mejor.

¿Cómo fue que conseguiste adaptarte tan rápido a aquella liga, hasta el punto de tener un primer año de ensueño?

Venía de un béisbol de bates de aluminio, y al encontrarme con la madera me resultó más fácil. Lo contrario les pasó a los bateadores cubanos que vinieron por esa época. Yo siento que merecía el Novato del Año, pero no pudo ser. Tengo la primera victoria de la franquicia, el primer juego completo, la primera lechada, fui su primer jugador estrella, y el primer pitcher novato en ganar 14 encuentros en un equipo de expansión.



¿A qué atribuyes que no pudieras repetir tus números del año de debut?

Pienso que por los cambios de equipo: fui traspasado de Tampa a Colorado y de ahí a Boston, donde tuve que acostumbrarme a trabajar en los relevos. Y algo que nunca he dicho, pero influyó bastante, es que no tuve nuevamente la oportunidad de prepararme con Pedro Pérez, para mí el mejor entrenador del mundo.

¿De qué repertorio te valiste en las Mayores?

Los lanzamientos que más usaba eran el slider, el cambio, y sobre todo la recta pegada de cuatro costuras y la sinker.

¿Quiénes te indujeron a especializarte en el pitcheo pegado?

Eso se debió a la necesidad de dominar el bate de aluminio, y se lo debo a Pedro Pérez y también a Aquino Abreu.

¿Por qué se te hacían tan incómodos los bateadores zurdos?

Porque los pitcheos laterales y a tres cuartos se les abrían y quedaban muy al centro.



¿Qué bateador cubano te castigaba más? ¿Y cuál en Grandes Ligas?

En Cuba, Fausto y Luis Álvarez. En Grandes Ligas, Ken Griffey Jr. Y el más fácil de todos era Juan Igor González.

¿Qué crees de los bateadores cubanos de hoy?

Los veo muy agresivos y poco concentrados. Deben ver más pitcheos y tienen un swing muy largo que funcionaba con el aluminio, pero con la madera necesitan acortarlo.

¿Y de nuestro béisbol en general?

La pelota cubana nunca morirá, el país es una cantera inagotable de talentos y algún día volverá al lugar que se merece.

¿Has venido a Cuba desde tu partida?

No lo he hecho, pero Tampa tiene pensado jugar allá y voy a disfrutar muchos los juegos por televisión.

¿A qué te dedicas hoy?

Trabajo en una academia de niños lanzadores; a ese nivel hay una tremenda calidad acá.



Dime qué palabra o frase corta te sugiere la mención de estos nombres:

Citricultores

Escuela.

Lázaro Valle

Rival y amigo.

Industriales

Equipo a derrotar.

Pedro Jova

Maestro.

Víctor Mesa

El mejor jardinero central que yo he visto.

Barcelona’92

Un sueño realizado.

Tampa Bay

Mi familia.

San Juan de los Yeras

Barrio y vida.

Villa Clara

Mi equipo.

Cuba

País y casa.




Labor en Cuba

Series Nacionales: 13. Juegos iniciados: 259. Juegos completos: 129. Juegos relevados: 100. Juegos ganados: 154. Juegos perdidos: 98. Lechadas: 26. Juegos salvados: 21. Innings: 2027.2. Carreras permitidas: 901. Carreras limpias: 789. Average adversario: .268. Ponches: 1138. Bases por bolas: 442. Dead balls: 169. Wild pitches: 79. Promedio de carreras limpias: 3.50.

Labor en Grandes Ligas

Temporadas: 5. Juegos iniciados: 105. Juegos completos: 4. 13. Juegos relevados: 53. Juegos ganados: 40. Juegos perdidos: 42. Lechadas: 2. Juegos salvados: 6. Innings: 700.0. Carreras permitidas: 377. Carreras limpias: 354. Average adversario: .267. Ponches: 512. Bases por bolas: 255. Dead balls: 67. Wild pitches: 13. Promedio de carreras limpias: 4.55.

Tomado de OnCuba


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