CRÓNICAS DESDE CUBA….Nos quedamos sin villanos

Se han desvanecido en el tiempo los derbys reales y tenemos que esperar a los últimos juegos de la temporada para llenar los estadios.

Por Boris Cabrera.

Desde hace algunos años nuestro beisbol ha ido languideciendo, como enfermo incurable se ha ido recostando poco a poco en una cama cómoda y traicionera. Las muñecas poderosas, las velocidades supersónicas y las jugadas espectaculares fueron arrastradas por los vientos alisios, y los aficionados, arrastrando los pies, se alejan cada día más de los estadios y los parques beisboleros.

Nuestra isla es un campo minado de prospectos, de gente que nacen con las facultades y el talento para este deporte, es un hidra de miles de tentáculos, que los regenera en segundos cuando son cortados o extirpados, pero el tiempo que demoran las nuevas cosechas, enferman nuestra paciencia y nuestros deseos.

En medio de estas crisis, caminando en sentido contrario a éxodos y aburrimientos generalizados, nacieron los villanos, esos personajes siniestros, negativos y misteriosamente populares, que motivan la euforia, el debate y las peleas más encarnizadas entre nosotros, los fieles seguidores de este pasatiempo. Solo con su presencia son capaces de arrastrar multitudes, las turbas asisten a los estadios con piedras y palos en las lenguas, mientras hinchan las venas de sus gargantas y lanzan al aire sus enojos y frustraciones. 

Los villanos pueden ser bendecidos por los medios televisivos, ser ¨hijos de papa¨, directores de equipos, o simplemente alabados por dirigentes y directivos. Generalmente, cuando no se justifica el estatus que tiene determinado atleta, se convierte en villano, no hablo de aquel que dejo caer un elevado o el que fallo a la hora buena en determinado partido, hablo del villano eterno, aquel que haga lo que haga, diga lo que diga, revuelve la pasión más oscura de todos nosotros, aquel que tiene un largo currículo de historias opuestas, el que mete los dedos en una guillotina y no los pierde, el que se ríe en la cara de leyes y estatutos, el que miente a la prensa, pelea con demonios imaginarios y recibe palmaditas en la espalda.

El villano se ha convertido en parte necesaria de nuestro beisbol, en un ente raro que despierta morbos indescriptibles y trae público, hace que la gente prenda el televisor, lo busque, y como paparazi aficionado, espere la última noticia, el nuevo escándalo que borre de la noche los tedios y las luces apagadas. 

Me avergüenza reconocerlo, aceptar esta verdad silenciosa, me avergüenza que no sean las jugadas espectaculares y los largos cuadrangulares imanes poderosos que atraigan a las multitudes, que se hayan desvanecido en el tiempo los derbys reales y que tengamos que esperar a los últimos juegos de la temporada para llenar los estadios.

Ahora el campo quedo limpio de villanos, no se vislumbra ninguno en el horizonte con el traje puesto, como por arte de magia desaparecieron, emigraron o sacaron la bandera blanca, se rindieron o se extraviaron. ¿Qué hacemos ahora? 

Saludos amigos