¡Hoy Sí se habló de pelota en La Habana!

El tema, por suerte, volvió a ser la llamada “pasión de los cubanos”, y lo principal del asunto es que todavía quedan verbos para un relato que continuará el próximo sábado

Por Reynaldo Sánchez López.

Un swing y ciento y tantos lanzamientos resultaron suficientes para esfumar casi dos años de dudas. Desde que se supo la integración del grupo B del IV Clásico Mundial de Béisbol (WBC), los amantes de esta disciplina en Cuba entendieron que el todo o nada de la competencia se jugaría ante el siempre difícil elenco de Australia, y la realidad no fue diferente.

Los Canguros, que nos pusieron a temblar en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y en el II WBC en 2009, otra vez se quedaron cortos; ahora frente a una novena antillana minimizada desde el punto de vista cualitativo, pero concentrada en que el fin justifica los medios (los utilizados horas antes frente al favorito Japón).

La mayoría catalogó aquellas maniobras ante los samuráis, expuestas a la hora de colocar lanzadores en el box, como demasiadas pocas ambiciosas. Muchos mencionaron palabras como miedo, temor, mentalidad derrotista, pero fueron esas propias tácticas las que junto al madero de Alfredo Despaigne colocaron al grupo de Carlos Martí en la segunda etapa del Clásico y les aseguró unos días más en la muy contemporánea Tokio.

Hoy, en La Habana, se volvió a hablar de pelota. Este viernes se olvidó la remontada del Barcelona ante el PSG en la Liga de Campeones, tema que había sido el “pan nuestro de cada día” desde la tarde del pasado miércoles. Sí, poco o nada se dijo en las calles de la victoria ante China, de la joya de pitcheo de Vladimir Baños, de la ofensiva de Santos, Gracial y Ayala.

Siendo sincero, las discusiones se resumían al gol de Sergi Roberto, a la grandeza de Neymar, a la osadía de los catalanes, a la actitud de los franceses, al fútbol, que cada día roba más titulares, más adeptos, mientras que el béisbol, como si fuese un niño indefenso, flaco y pequeño, no logra protegerse del grandulón que hace de las suyas a la hora de la merienda.

Este viernes, en las arterias capitalinas, escuché frases como: “Carlos Martí luce mejor que Víctor Mesa y Roger Machado juntos”, “Ese equipo no tiene estrellas pero juega mejor que muchas selecciones que contaban con mejores jugadores”, “Ojalá lleguen a la final para que vean que no todo está perdido”.

Y aunque la final puede ser vista como una auténtica quimera, la realidad es que esta novena cumplió su primer (y casi único y verdadero) objetivo y los fantasmas se redujeron a pura cenizas, porque hace unos meses miles hablaban de derrota ante Australia y existieron quienes vaticinaron un fracaso frente al muy débil China, aunque en puro plan de desdén.

Y ni lo uno ni lo otro. Marcadores de 6x0 ante los asiáticos y 4x3 frente a los canguros van dejando bien parado a un conjunto que expone claras debilidades desde la misma presentación, pero que emborracha con su juego, duerme las acciones y complica a rivales superiores, como los vistos en la Serie del Caribe y el Japón de este certamen mundial.

“No todo puede ser Lázaro Blanco, y aunque no me gustan ni Vladimir (se refiere al avileño García) ni Yera, me dio mucho gusto que lo hayan hecho bien, para darle una galleta sin mano a algunos managers que a veces descartan por descartar; en los hombres se confía”, así de dramático estaba un aficionado que vociferaba en el interior de una bodega ubicada en una de las esquinas del barrio San Leopoldo, en el municipio Centro Habana.

Otros hablaban, algunos gritaban. El tema, por suerte, volvió a ser la llamada “pasión de los cubanos”, y lo principal del asunto es que todavía quedan verbos para un relato que continuará el próximo sábado, a las 10:00 pm hora de Cuba, en la misma sede techada, frente a una nación que sabe más de guerras e injerencias que de béisbol.

Una duda, ¿cuántos estadios existirán en Israel?

Mientras Cuba suma a más 40 peloteros en los entrenamientos de primavera de las Grandes Ligas y no puede hacer uso de esos exponentes, los hebreos componen un equipo repletos de jugadores que, tal vez, no saben qué es la Franja de Gaza. Así es el deporte contemporáneo, unos ganan, otros pierden.