CHEITO RODRÍGUEZ, la versión cubana de Babe Ruth.

Al slugger Pedro José Rodríguez nadie le hacía sombra en eso de mandar la esférica tan lejos como les es posible a los humanos.
Al slugger Pedro José Rodríguez nadie le hacía sombra en eso de mandar la esférica tan lejos como les es posible a los humanos.
Por Michel Contreras.

Hay dos cosas que vinculan a “Cheíto” Rodríguez con el mítico Ted Williams: la afición por la pesca y el poder ofensivo. Hay dos cosas que lo emparentan con Romelio Martínez: las libras de más y la fuerza en las muñecas. Y dos más que lo asemejan al Niño Linares: la humildad y, otra vez, el calibre de fuego en cada swing.


Cuando se habla de jonroneros en las Series Nacionales, Pedro José es un nombre inevitable. Para muchos, incluso, se trata del slugger más grande que pasó por los platos de la pelota revolucionaria. Relativamente pequeño y regordete, el hombre desforraba pelotas como entretenimiento y firmaba cuadrangulares por puro amor al arte del bateo.

Era un fenómeno. En Medellín’78 despachó 15 golpes de vuelta completa en 45 visitas al cajón. Con solo 29 abriles y una docena de contiendas disputadas, ya sumaba 276 batazos superiores a los límites y aparecía también en el Top Five histórico de otros departamentos como slugging, carreras impulsadas y bases recorridas. Llegó a tener una frecuencia de un vuelacercas cada 12.69 turnos oficiales. “Pase usted, Señor Jonrón”, se escuchaba por las ondas radiales en la voz del legendario Salamanca.

Nadie le hacía sombra en eso de mandar la esférica tan lejos como les es posible a los humanos. Por lo menos entre 1974 y 1985, nadie lo hizo. Decir “Cheíto” era decir algún sinónimo de “dios”. Entonces, durante la tercera edición de la Copa José Antonio Huelga, un jugador venezolano le regaló 92 escasos dólares y la sanción cayó sobre sus hombros con el peso de lo desmesurado.

Así quedaba trunca la carrera formidable que Pedro José Rodríguez venía escribiendo con las tintas del sacrificio y el talento. Lo autorizaron a volver a los tres años, pero ya había perdido la magia para poner de pie a las gradas con el coro espontáneo de “se va”. Tocaba retirarse, pues, y el 22 de marzo del 92, allá en Cienfuegos, se vio decir adiós a la versión cubana de Babe Ruth.


¿De dónde viene el poder?

-El poder viene con la persona, pero la técnica es fundamental. Para dar jonrones usted tiene que haber llegado al mundo con fuerza natural, pero necesita desarrollar la técnica para lograrlos con frecuencia. Yo no daba paso para batear, pero trabajaba muchísimo con las piernas. Y no eran los tiempos de las pesas; lo que hacía era bastante dumble y cuclillas.

¿Quiénes han sido los mejores sluggers de nuestra pelota?

-Son muchos. Capiró, Romelio, Muñoz, Kindelán, Linares, Casanova, Marquetti…



¿Hasta qué punto debiste lidiar contra la ‘teoría del biotipo’?

-Vengo de una familia de peloteros. Mi papá era más bajito que yo y daba unos batazos del carajo. De ahí heredé la fuerza. Creo que yo engordaba por razones genéticas pues nunca fui de comer mucho arroz y frijoles, pero normalmente jugaba con 90 kilos y eso me trajo enredos con algunos técnicos que hacían mucho énfasis en el peso corporal. Yo recuerdo un entrenamiento de la preselección en que a Romelio lo hicieron bajar de peso, luego el hombre no podía con el bate y lo dejaron fuera del equipo.

Enumérame algunos de tus batazos más grandes…

-En Santa Clara saqué una entre left y center que fue a parar a un organopónico que se llamaba La Lechuguita o algo así. En Las Tunas di uno que terminó por el cementerio. Y en el Latino, durante un Juego de Estrellas, me salió una conexión que estuvo a punto de irse del parque y al final dio en el espaldar de la tercera sección de gradas.


¿Quiénes fueron tus maestros?

–Aprendí a batear con mi abuelo y luego con mi padre, que al triunfo de la Revolución estaba en Triple A con los Indios de Cleveland. Después llegaron varios buenos entrenadores de bateo que me fueron puliendo.

¿Por qué tienen tantos defectos los bateadores cubanos de hoy?

-El problema para desarrollar los talentos se debe en parte a que los muchachos son atendidos por muchos licenciados, gente bien preparada, pero con poco conocimiento práctico. Y el bateo es muy difícil. Una persona cualquiera se lee un libro y si es inteligente, ya puede transmitirle ese conocimiento a un jugador. Pero el cómo hacerlo no lo domina a fondo, porque eso solo lo sabe el que jugó, especialmente si lo hizo a buen nivel.

¿Cuál era tu lanzamiento favorito para dar jonrones?

-A mí me gustaba la bola bajita, esa que el pitcher tira para sacar outs. La golfeaba sin problemas, era una habilidad innata que tenía.

¿El jonrón se busca o sale?

-No creo mucho en eso de que el jonrón sale solo. Yo salí muchas veces a buscarlo y en no pocas oportunidades se me dio. Adoraba los jonrones. Yo prefería batear de 5-1 con un cuadrangular que de 5-5 sin ninguno. Y en dos strikes seguía persiguiéndolo; nada de recortar el swing para buscar contacto. Incluso me gustaba pronosticarlos cuando ya tenía suficientemente analizado al lanzador.


¿Crees que fuiste un bateador estudioso?

-Bastante. Si los pitchers me enseñaban nada más que un ‘cantico’ de la mano, normalmente ya podía batearle avisado. Es una facilidad que se desarrolla con los años, a no ser que seas demasiado bruto. No basta con el talento natural, hay también que usar la cabeza. Ahí tienes el caso de Giancarlo Stanton, un jugador con una fuerza descomunal, pero que lleva años ponchándose con la misma bola bajita y afuera.

Dice Muñoz que un día le vaticinaste dos cuadrangulares…

-Eso fue en un campeonato que ya teníamos ganado. Era el último día, contra Constructores, y yo estaba un jonrón por detrás de Muñoz. Entonces le dije: ‘Guajiro, apúrate, que hoy voy a dar dos jonrones, trata de dar uno para que me ganes por menor cantidad de veces al bate”. Di uno en la primera vez al bate, él dio otro en el séptimo, y cuando llegó a home le pedí: ‘Quédate por ahí cerquita que la voy a volver a perder’. Y así fue”.

¿Cómo era aquello de que mandabas a recoger los bates?

-“Misifú”, un cargabates histórico de Villa Clara, se encargó de difundir muchas de esas anécdotas. A él le gustaba cuando yo le decía ‘recoge los bates que esto se acaba aquí’. Iba y empezaba a guardarlos, y cuando el bateador que veía detrás le preguntaba por qué hacía eso, le decía que yo lo había mandado.


¿Cuáles han sido los mejores one-two de las Series Nacionales?

-El de Linares y Casanova no duró mucho tiempo, porque uno llegaba cuando el otro estaba cerca de irse. Pacheco y Kindelán sí coincidieron bastante; eran peloteros de la misma generación. Otro muy poderoso fue el de Marquetti y Capiró. Pero la verdad, las estadísticas hablan muy bien del que formamos Muñoz y yo.

Háblame de ese momento triste, la sanción…

-Todavía no he podido averiguar cuál fue el motivo de tanto ensañamiento. Nadie me lo ha podido explicar. Llevaba doce años en el equipo nacional, recibiendo ofertas de mucho dinero dondequiera. Los scouts me estaban siguiendo desde los juveniles. Sin embargo, eso no se tuvo en cuenta a la hora de analizar mi caso. Yo siento que debía haber sido sancionado, porque al final de cuentas en el país estaba prohibida la tenencia de dólares, pero tres años me parece que fueron un castigo excesivo.



¿Qué pasó después de eso?

-Cuando regresé de Venezuela parecía que había matado a alguien o tuviera una enfermedad contagiosa, porque los mismos que antes me habían alentado, me dieron la espalda. Y lo más terrible es que estaba físicamente entero.

Con el tiempo, volviste. ¿Cómo fue aquel momento del regreso?

-En el Latino me dieron un recibimiento espectacular, y aquí en Cienfuegos ni te cuento. La gente se paró y estuvo minutos aplaudiéndome, como si el aplauso fuera eterno. Pero ya no estaba tope y hasta empecé a tener problemas con un ojo y en el Talón de Aquiles. Solo me salieron diez jonrones en tres años, no era el mismo y decidí retirarme.


¿Crees que podías haber llegado a 500 jonrones?

-Al paso que iba puede que sí, sobre todo teniendo en cuenta que después los bates fueron mejores y las pelotas, más vivas. Pero no pudo ser para mí. Otro podrá hacerlo algún día.

¿Cuántos años más pudiste jugar en el team Cuba?

-Pienso que habría durado dos o tres años más en el equipo, porque el plan era que Linares empezara en el shortstop, donde teníamos un bache en ese momento.

Dame un Equipo Ideal…

-En la receptoría me gustaban mucho Lázaro Pérez, Juan Castro, Albertico, Medina, pero me quedo con Pestano. Y en el cuadro Muñoz, Anglada, Jova y Linares. En el centro Víctor, y en las esquinas Fernando Sánchez y Casanova. Como designado, Capiró. Pitcher zurdo, Tati Valdés. Derecho, Pedro Luis Lazo. Y el manager debe estar entre Servio Borges y Jorge Fuentes.

¿Y “Cheíto” no juega?

-Que juegue como segundo designado.


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