Galería Habana expone: ¨Cuba en pelota¨ de Reynerio Tamayo

Reynerio, más allá de sus cualidades extraordinarias como artista, más allá de las luces y las sombras, nos hace reflexionar sobre nuestra identidad perdida
Reynerio, más allá de sus cualidades extraordinarias como artista, más allá de las luces y las sombras, nos hace reflexionar sobre nuestra identidad perdida
Por Boris Cabrera.

Esta semana asistí a la exposición del artista Reynerio Tamayo titulada ¨Cuba en pelota¨ en la galería Habana, aquí en la capital. Desde que atravesé la puerta principal, un aire insólito me golpeó el rostro, a pesar del denso silencio que allí reinaba, sentí la algarabía típica de un partido de beisbol, en medio de palpitaciones y de incertidumbres, la mirada noble y firme del ¨inmortal¨, me dio la bienvenida, mientras un escalofrió fugaz me invadió el cuerpo.


Sentí que estaba entrando en la boca de los dioses del beisbol, el caballero Oms, Torriente y Esteban Bellan, saturaban el aire con épicas batallas y jonrones decisivos, a la vez que desenterraban nostalgias y me traían de la mano las historias increíbles que desde niño escuchaba.

Reynerio, más allá de sus cualidades extraordinarias como artista, más allá de las luces y las sombras, de su férreo pulso o de su talento increíble, esta vez nos hace reflexionar sobre nuestra identidad perdida, sobre nuestra pasión innata, sobre nuestra historia y sobre el ostracismo donde viven los padres fundadores de nuestro pasatiempo nacional.

La exposición es un espacio perfecto donde, desde la magia del lienzo, se funden ante nuestros ojos, los batazos del ¨bambino¨y de ¨Big papi¨ con la energía de Pedro Luis Lazo y la sabiduría del ¨rey Anglada¨. Una justificación perfecta para perpetuar y venerar en altares análogos a los héroes nacionales y foráneos que le han dado vida a este deporte, que lo han llenado de gloria e inmortalidad.


Tema aparte para el desaparecido Jose Fernández, quien en una muestra de desacato público, se alza desde su cubanía y se hace eterno en las paredes del recinto, con una sonrisa que se me antoja triunfo contra las mentes retrogradas que se aferran en silenciar sus hazañas y sus raíces más puras.

El local es una fiesta silenciosa, un homenaje colosal a esos hombres que se transmutaron en leyenda, donde los sonidos del bate de madera, de la pelota entrando en la mascota del receptor, donde el olor a yerba recién cortada y al cuero de los guantes, son imaginados por los aficionados y por curiosos ocasionales.

Me lleve a casa una percepción inédita, un salón de la fama imaginario, una sensación de viajar en el tiempo y un regocijo de grandes proporciones. ¨Cuba en pelota¨, ojalá que no quede en nuestras mentes como una metáfora triste de la desnudez de nuestro beisbol y la muestra sirva para enaltecer nuestros sentimientos más patrióticos y deportivos. 

Saludos amigos.












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