Entérate de lo que evitaron las cámaras de la televisión, los brazaletes despojados y el minuto de silencio. Foto tomada del sitio de origen |
Por Yuliet Calaña.
La noticia fue para él como morir un poco más. Para nosotros, un huracán de tristeza que azotó sin piedad al Hotel Panamericano donde, en una fracción de segundo, el entusiasmo de un equipo que es una máquina de hacer alegría, quedó reducido a un único lamento: “coño, y nosotros no estamos allá”.
Ante la imposibilidad del abrazo apretado, del estrechón de mano afectuoso, del “hay que echar palante, hermano”, el primer instinto fue enfundarnos en sus chamarretas, la de la Isla, la del equipo Cuba, para sentirnos más cerca de él, de su dolor.
Conmocionados y deshechos apenas atinamos a grabarnos un video para que supiera que aunque nuestro cuerpo marchaba hacia el Latino “a luchar por la victoria” como nos había pedido antes de partir, nuestro corazón estaba en la Isla, acompañándolo.
Después, más calmados, la profunda admiración y respeto que nos inspira Michel, comenzó a dictarnos cómo proceder: mandar a hacer coronas en nombre del equipo, enviarle un mensaje de condolencias, un brazalete negro, un 12 en la gorra, pedir en el estadio un minuto de silencio…o todo eso junto…nada nos parecía suficiente.
Un amigo se lanzó a la calle en busca de un trozo de tela oscura; otros consiguieron tijeras y comenzaron a cortar los brazaletes; “yo sé dibujar bien, voy a hacer los números 12” dijo Guilarte; “yo los recorto”, se ofreció Danny; mientras, Gálvez, recogía habitación por habitación las gorras para pegarle el número y entregaba los improvisados brazaletes.
Desde nuestra tierra amada llegaban noticias conmovedoras. Otra vez el capitán tomaba el mando en circunstancias adversas, ahora, en ese terrible juego que es la vida, no delegaba en nadie el último adiós… él mismo despidió el duelo de la madre. Y en medio del dolor, nos contó una voz temblorosa y entrecortada desde el otro lado del teléfono, habló además de su amor por la Isla, por el béisbol, por su equipo.
Del lado de acá, imantados ante el altavoz de un celular, los veteranos y novatos del equipo, los amigos y no tan amigos lloramos a la mujer que es también un poco la madre de muchas generaciones de Piratas.
En el miting de ese día no hubo arengas, ni frase hechas, ni vacías, ni estrategias, ni disertaciones tácticas. Todos llevaban encima un número 12 y eso hablaba por sí solo. Una única motivación, un único objetivo, un único sentimiento: ganar por y para él. Porque contrario a lo que piensan algunos que no lo conocen, Michel no desea ni huelga de peloteros, ni le ha pedido a los muchachos que hagan algo más que no sea entregarse a la Isla al menos la mitad de lo que lo ha hecho él.
Quienes llegaron temprano al Latino fueron testigos de que el equipo Pirata en pleno –desde el director hasta el cargabates- salió a calentar al terreno con su brazalete negro y su 12 en la gorra.
Quienes llegaron después ya no lo vieron porque fue mandado a retirar.
Al inicio los jugadores se resistieron a acatar la orden, unos más que otros, y solo atinaban a preguntarse “por qué”. Cada una de las respuestas que les dieron, a todos los niveles, fueron poco convincentes para ellos y solo desataron nuevos “por qué”. Entonces la impotencia los hizo madurar y comprender la verdadera causa y también que hay un lugar donde nadie puede prohibir, mancillar, ni arrancar el luto y se llama corazón.
Antes de iniciar el juego, abrazados y en círculo, guardaron el minuto de silencio que tampoco les concedieron para todo el estadio. En el Latino se amplificó: “el equipo de la Isla se une al dolor del pelotero Michel Enríquez por el fallecimiento hoy de su madre”. Y agregó el anunciador: “este atleta que tantas glorias le ha dado a Cuba y que es uno de los más queridos en el país”.
Quizás a los muchachos más jóvenes también les bastó esa última frase para preguntarse:“si así tratan a un pelotero de la talla de Michel que quedará para nosotros”.
Ese fatídico día en el cual el ídolo pinero recibió un segundo golpe mortal sin tiempo de recuperarse aún del primero, el día en el cual ordenaron a sus compañeros de equipo arrancarse el brazalete negro y el 12 que llevarían en la gorra en solidaridad con su capitán histórico, el número se multiplicó en el Latino: el 12 llevaban en la espalda muchos aficionados pineros presentes, “estamos contigo súper 12”, versaba un cartel en letras rojas que vio todo el mundo menos las cámaras de televisión, “esto es para el 12”, gritó un pirata mientras celebraba su jonrón, 12 fueron las carreras que bastaron para ganar y cuentan los que saben, que en otro clandestino juego, ese día, el premiado fue el número 12.
Comentarios
Publicar un comentario
Formulario de comentarios