OPINIÓN: La mala actuación de Tigres avileños y la especulación de su fanaticada

A Ciego le restan aún nueve partidos en el calendario. La actual diferencia con el cuarto puesto no es insalvable, pero si bien escabrosa. Foto: Alejandro García
A Ciego le restan aún nueve partidos en el calendario. La actual diferencia con el cuarto puesto no es insalvable, pero si bien escabrosa. Foto: Alejandro García
Por Mario Martín Martín


Desde tiempos inmemoriales, cuando un equipo de béisbol atraviesa una mala racha, los por qué y lo por cuánto aparecen por doquier. Y casi siempre para hacer leña del árbol que amenaza con caerse. Esos eruditos blasonan: “¡no me digan que no hay culpables!”


Y en eso sí tienen razón, pues no es uno, sino muchos los que de una manera u otra pudieran incidir en las derrotas beisboleras, desde un batazo que salió de frente, hasta otro del contrario que partió hacia terreno de nadie.

Es difícil poder “leer” un partido de béisbol pues son tantas las sutilezas del juego que, a veces, en la victoria, es errado creerse mejor. En este deporte una y otra vez se llega a la conclusión de que dos más dos no tiene porque siempre dar de resultado cuatro. Las cuentas aquí no son fáciles de sacar.

Ahora mismo, con el mal momento que atraviesa el equipo Ciego de Ávila en la LVII Serie Nacional de Béisbol es frecuente escuchar —o leer en las redes sociales— que Los Tigres no tuvieron una buena preparación para esta competencia.

Esa es una definición bien “barata” que muchísimas veces se da con cualquier conjunto que no marche bien.


Y otra que suele aparecer tras los traspiés se enfoca en “claro, como no van a perder si no tienen disciplina y cada cual hace lo que quiera”. Y a renglón seguido viene la especulación: “un amigo mío vio a tal pelotero de fiesta a la una de la madrugada”.

Con todas esas conclusiones superficiales tienen que aprender a lidiar jugadores y directivos, porque esto no se da con Ciego de Ávila, sino con cuanto equipo caiga en bancarrota.

Visité con bastante frecuencia los entrenamientos de los tres veces campeones nacionales en el estadio José Ramón Cepero. No puedo juzgar si todo lo que se hizo técnicamente fue correcto bajo la dirección de Darío Cid —uno de los más profundos conocedores de este deporte en la provincia—, pero sí puedo afirmar que hubo seriedad y exigencia en ese período previo a la competencia.

También imagino como deben sentirse atletas y directivos del conjunto cuando saben de comentarios que ponen en tela de juicio el buen orden y el respeto a la camiseta que defienden. 


Por situaciones como esta comprendo ahora mejor a Roger Machado cuando meses atrás, a mi afirmación de que su tarea era bien bonita, no tardó en responderme: ¡pero en ocasiones qué ingrata!


Y que conste: no afirmo que en las filas de los actuales sub campeones nacionales ahora todo sea armonía y que no existan desavenencias, pero mucho daño hace que estas se inventen.

Por lo demás, al conjunto le restan aún nueve partidos en el calendario. La actual diferencia con el cuarto puesto no es insalvable, pero si bien escabrosa. Los aficionados se resisten a pensar que en enero Los Tigres no estén en los play off. Y quien escribe también.


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