El expelotero cubano Luis Ulacia se declara devoto de Fidel Castro y millonario, sin haber abandonado la isla Foto: Ernesto González |
Por Boris Luis Cabrera.
Al bate viene el número uno, juega en el campo corto y el apellido Ulacia le resalta en la espalda. Trae una sonrisa pícara y sobre sus hombros el peso de dos campeonatos olímpicos, tres mundiales y tres panamericanos. Hace un swing al aire y barre con la mirada los ángulos del diamante mientras se acerca al cajón de bateo.
Esta frente a mí, sé que no hay repertorio alguno para dominarlo, el cuadro se cierra por instinto y por oficio. El toque de bola está cantado, todos lo saben. A Ulacia eso no le preocupa, la va a tocar y sabe que la esférica encontrará el espacio del césped para dormirse y despertar los aplausos de los aficionados, de amigos y contrarios, de dudosos y fanáticos.
Enciendo mi grabadora, el bullicio de las gradas se apaga, se desvanecen jugadores al campo y corredores en bases. Luis Ulacia ahora está sentado frente a mí, dominado por el tiempo y resignado a mirar, desde las gradas, lo que ha sido su eterna pasión: el béisbol.
Ulacia, los que pudieron verte en acción en un terreno de pelota, saben que el béisbol corre por tus venas, que nació contigo, tus habilidades eran innatas y dabas la sensación que jugar al béisbol era algo fácil, te divertías como nadie y lo disfrutabas al máximo. ¿Cómo es posible que no te guste hablar de pelota ni ver los juegos por televisión?
«El béisbol abarca una serie de experiencias vividas desde niño, lo he disfrutado tanto y lo llevo en la sangre desde que nací. Mi familia siempre estuvo vinculada a este deporte, pues mi abuelo fue masajista de los equipos habaneros y de Camagüey. Por eso conocí desde niño a muchas figuras que fueron ídolos para mí: Armando Capiro, Agustin Marquetti, Rodolfo Puente, Pedro Medina, etc. Todos ellos fueron guías en mi formación y ejemplos en un terreno de béisbol. Para mis adentros siempre dije que algún día quería ser como ellos.
»El béisbol siempre fue mi pasión: jugué muchos años en series nacionales, integré el equipo Cuba en múltiples ocasiones e hice realidad mi sueño de niño. Yo lo viví, lo sufrí, lo gocé al máximo, y siempre el béisbol fue todo para mí.
»No es que no me guste ver la pelota. Siempre me gustó ver buen béisbol, aquel que vi desde niño y jugaban la gente de mi generación con dedicación, entrega en el terreno, amor a la camiseta. Pero hoy, desgraciadamente, eso no está sucediendo. Los peloteros, en su mayoría, dejan mucho que desear. Estoy viendo a estos muchachos jóvenes que tienen muchas posibilidades, le sobra la calidad y lo tienen todo al alcance de la mano, y no veo interés, ni esa garra por el equipo y eso me choca mucho. Este deporte es muy grande, es muy bello, es nuestro deporte nacional, y cuando veo que no le dan la importancia que merece, me choca mucho.
»Por eso, si me tengo que sentar en un televisor para sufrir, para no sentirme a gusto, para no disfrutar de esos grandes momentos y hazañas que hacían esos peloteros que amé desde niño; entonces prefiero no hacerlo. Para sentirme mal ya tendré bastante tiempo.
»Además, a mí sí me gusta hablar de pelota, pero tiene que ser con personas que tienen conocimientos, solo así puedo disfrutarlo. Cuando es posible intercambiar opiniones o estrategias de juego con personas que dominan el tema, todo está bien para mí. Pero en este país todo el mundo cree saber de pelota: la gente se toma atribuciones y cree que tiene la verdad absoluta en sus manos.
»Cuando te encuentras con la fanaticada apasionada ves que no aceptan opiniones diferentes, y no es lo mismo ver la pelota que jugarla, estar afuera del terreno que dentro de él. Esas cosas me molestan y la verdad que no tengo el tiempo suficiente para entablar una conversación así. Muchas veces me siento mal por eso, la mayoría de los fanáticos nunca han cogido un bate en la mano, nunca han corrido de home a primera, y se sienten con el derecho y la potestad de discutir y criticar sin tener los conocimientos suficientes para hacerlo. Por eso a veces me limito y prefiero, en general, no hablar de pelota ni discutir sobre ella».
Fuiste comisario técnico en la primera etapa de la serie nacional, ¿Cuáles eran tus funciones en ese cargo?
«Ser comisario técnico es una de las mayores responsabilidades dentro del béisbol, es el que está pendiente no solamente del juego como tal, sino de todo lo que tiene que ver con el evento en general: alojamiento, comportamiento de los equipos en los hoteles, entrenamiento, alimentación adecuada del atleta, hay que estar al tanto y revisar si ellos están en el peso correcto, velar por la disciplina y por el cumplimiento de las reglas establecidas y por el reglamento.
»Es una función muy bonita pero hay que tener mucha responsabilidad, a veces hay que tomar decisiones complicadas, pero esta primera experiencia me gustó mucho. He tratado de cumplir al máximo con todo y de ser justo, todos me han apoyado y he escuchado a los que tienen más experiencia en este tipo de trabajo para que las cosas puedan salir de la mejor manera.
»En ese momento yo me olvido de Ulacia como pelotero, ahora yo tengo la máxima responsabilidad dentro de un partido de béisbol. El comisario técnico tiene que dar parte a la comisión nacional después de cada partido, llenar unas planillas de evaluación de muchos aspectos del juego y de organización, desde las condiciones del terreno de juego, del club house, hasta el detalle más insignificante que tenga que ver con el evento en sí».
Dirigías al equipo de Camagüey cuando una enfermedad te alejó de tus funciones por un tiempo. A tu regreso, ya de alta médica, había otro director en tu lugar. ¿Fue tan grave esa enfermedad que te impedía hacer tus funciones como director o crees que alguien se aprovechó de las circunstancias para desplazarte del puesto?
«Yo empecé a sentirme mal, sentía que mi ritmo cardiaco no era el mismo, era una arritmia anormal, me venía de pronto y se me quitaba. Al principio pensé que eso era producto del estrés de dirigir. Pero un día, jugando en Pinar del Rio, por una molestia que tuve en el hotel donde estábamos, porque yo velo mucho por mi equipo, tome la decisión de ir para el hospital.
»Allí las pruebas me dieron alteradas y todos pensaron que era un infarto. Yo no lo creí, llevaba muchos días sintiéndome mal, no podía tener un infarto tan largo, además, cuando me quedaba reposando y me acostaba se me iba pasando, siempre era igual.
»Me trasladaron al cardiocentro de la Habana y las pruebas arrojaban lo mismo. Fue un médico joven de Pinar de Rio, el que siempre me dijo que eso era otra cosa y me pidió venir conmigo para la capital. Hubo discordias, por su juventud, pero al final, era el que tenía toda la razón: tenía dos vías congénitas y nunca la habían descubierto, de lo contrario, jamás hubiera existido Luis Ulacia en un terreno de béisbol.
»En medio de todo este proceso, yo había dejado a Sergio Quesada como director y el INDER de la provincia, cosa que no estuve de acuerdo, designó a Felipe Sarduy en esas funciones, siendo el comisionado provincial. Por supuesto que lo admiro y lo respeto mucho, no es nada personal, pero nunca estuve de acuerdo con eso, los muchachos no respondieron igual.
»Yo estaba formando ese equipo y tenía mis aspiraciones, todos pensábamos dentro de un par de años estar entre los grandes, allí había calidad para eso y resultados en ascenso.
»Jamás ningún médico me impidió seguir en el terreno, fue una decisión de Armando Ferrer, director del INDER de la provincia de Camagüey. Sin oír explicaciones de la enfermedad, y sin saber, simplemente me quitaron del puesto. Me fui para mi academia y les dije que no contaran conmigo para más nada, ni para entrenamientos, ni para opiniones, ni para más nada que tuviera que ver con el equipo de Camagüey. Me parece que yo merezco respeto, y no lo tuvieron».
Has conocido a Antonio Pacheco por años y han compartido el terreno como jugadores y entrenadores. ¿Qué piensas de la actitud de las autoridades, al retirar su foto del salón de la fama de Palma Soriano y negarse a aceptar su presencia en el salón de la fama del béisbol cubano, por tomar la decisión de quedarse a vivir en el exterior? ¿Es esto justo?
«Quiero decirte que todos conocen la calidad humana de Antonio Pacheco, gran amigo y gran pelotero. Yo respeto su decisión de quedarse a vivir fuera del país, no soy yo el que va a juzgarlo por eso, las personas son dueñas de tomar sus propias decisiones y eso hay que respetarlo. Sigue siendo un hermano para mí, no va a perder mi amistad por eso.
»Si la dirección del INDER tomó esa decisión ellos sabrán, pero yo lo respeto. A muchas personas le dolió eso, otras se alegraron, algunos lo criticaron y tomaron decisiones. Aquí ha habido grandes deserciones, gente que ha emigrado, eso ha existido desde la época de Jesucristo, no quiero que lo vean como una traición. Son decisiones personales y pido respeto para eso.
»¿Por qué Pacheco tomo esa decisión? Esa es la pregunta que tenemos que hacernos. Por ahí hay algunas cositas. No sé si fue con la dirección del INDER de Santiago o con la dirección nacional, no lo sé, pero tenemos que hacernos esa pregunta. ¿Se cometió algún error con él? Cuando se hace un mal a alguien se está cometiendo un error, eso hay que valorarlo, quizás no le quedó más remedio que dar ese paso.
»Antonio Pacheco hizo cosas muy grandes por el béisbol cubano, fue capitán de capitanes, en todas las categorías, desde niño. Aquí tenemos músicos que se han ido, ahora regresan y dan conciertos y todos los admiran y los aplauden. Nunca he visto a Pacheco hablando en contra de nuestro país. Yo soy un tipo revolucionario y fidelista, me enseñaron el respeto y el amor a la patria y estoy consciente que Pacheco no ha dejado de querer a Cuba y que la ama, plenamente convencido estoy de eso».
¿Si te pedirían tu voto para que Antonio Pacheco ingresara en el salón de la fama del béisbol cubano se lo darías?
«Sí se lo doy, eso se lo ganó. No miremos a las personas por las decisiones que tomaron, mirémoslo por lo que fueron capaces de hacer en el terreno de pelota, no tiene que ver una cosa con la otra. Esa es nuestra política, pero creo que esa política tiene que cambiar. Miremos la huella que dejó, quien fue, qué hizo».
Siempre se ha comentado sobre tu devoción al comandante en jefe Fidel Castro. Sin adentrarnos en temas políticos, ¿qué vivencias personales tienes relacionadas con él que te llevan a valorarlo de esa manera?
«En primer lugar nací en un bello país, el mejor país del mundo para mí. Me crié formado por una familia con unas ideas muy definidas, jamás me permitieron una falta de respeto, siempre enfocados en el bienestar de la sociedad y en las ideas de Fidel Castro. De niño lo conocí personalmente, mi abuelo fue su masajista en muchas ocasiones y él tenía mucha amistad con la familia. Para nadie es un secreto que fue un paradigma, un maestro, una cosa muy grande. Yo he llegado a pensar, y es mi criterio personal, que Fidel es la excelencia de la especie humana.
»Siendo muchacho lo vi sufrir cuando el crimen de Barbados, cuando volaron en el aire el avión de cubana, nunca lo había visto así y eso me marcó. Me impactó ver a una persona sentirse así tan mal, tan preocupado por la vida de su gente, por la familia de esas personas.
»Siempre lo he tenido en el corazón, ha sido ejemplo para mí en todo y para hablar de él, la verdad es que se necesita mucho tiempo. Solo mentar su nombre me llena de regocijo».
¿Cómo es posible que a un atleta de tu talla, de tu calidad, con tantos méritos, nunca tuvo un retiro oficial? ¿Quiénes son los culpables de esto?
«No tengo respuesta sobre eso, todo se quedó frio, en el aire. Una vez pregunté sobre eso en una reunión en mi provincia y me dijeron que eso era responsabilidad de la Comisión Nacional o del INDER. Tampoco lo tuvieron Kindelán, Linares, German Mesa, etc. Ya han pasado varios años y en estos momentos no sé si asimilara eso, a estas alturas un retiro oficial sonaría a falsedad».
No se necesitan recursos materiales para estar centrado en un partido, para aprovechar el error del contrario, para la picardía, la agresividad y la entrega. ¿Por qué se han perdido estas cosas? ¿Por qué no surgen más Ulacias en las nuevas generaciones?
«Lo primero es que uno tiene que tener expectativas, hacer proyecciones en la vida, jugar béisbol fue mi gran sueño, pensaba en él a toda hora, comía y sudaba béisbol, siempre mirando a las grandes figuras, qué hacían en el terreno, tomando lo positivo de ellos. Trataba siempre de asimilarlo y algo dentro de mí me decía ¨tu puedes¨, ¨tu puedes¨, ¨tu puedes¨, esas cosas me inspiraban y me motivaban. Quería que me aplaudieran como a ellos, estar ahí en el terreno, decidir partidos, ser el héroe, que los fanáticos me conocieran.
»Pero eso se logra con sacrificio. Las habilidades se van adquiriendo con el tiempo, pero otras cosas como la picardía si son innatas de la personalidad de cada cual. Siempre fui el mismo dentro y fuera del terreno, la intranquilidad, la jocosidad y la risa siempre las tenía y me dieron resultado. Al terreno hay que salir a disfrutar, a divertirse. Muchas veces me reía cuando me ponchaban porque sabía que después me tocaba a mí, siempre le saqué provecho a los malos momentos. Esto es un juego muy serio, pero en un juego hay que divertirse. Hoy en día, los muchachos no son capaces de interiorizar estas cosas, piensan poco en eso, no entienden lo que representan para mucha gente y no quieren saber de sacrificios.
»Otra cosa muy importante es conocer cada cual sus funciones dentro de un equipo: qué hace un primer bate, qué hace un cuarto bate. Ahí están los entrenadores que te ayudan con la parte técnica, pero el mejor entrenador es uno mismo, preguntarse a sí mismo que tiene que hacer.
»Yo le cogí un amor tremendo al toque de bola, me hice un especialista en eso, y lo disfrutaba a veces más que un jonrón. La gente iba al estadio a verme tocar la bola, a ver mi juego agresivo, rápido y yo no podía decepcionar a miles de personas. Esa era mi responsabilidad.
»Ahora las nuevas generaciones no quieren hacer esas cosas, no quieren tocar la bola, ni adelantar a los corredores, ni sacrificarse por el equipo. Piensan que un jonrón es más importante que todo, no le dan importancia a que tu equipo puede ganar por un buen corrido de bases, por un detalle. Creo que piensan mucho en sí mismo, hay mucha individualidad y han dejado la importancia del equipo a un lado».
¿Qué pasa en la provincia de Camagüey ahora mismo? ¿Cómo se explica que, después de un año tan esperanzador, regrese otra vez el fantasma de las derrotas y la decepción?
«Allí tenemos un buen trabajo con un grupo de atletas que vienen en ascenso a través de la academia, tenemos algunos talentos y queremos llevar otra vez el equipo a la élite del béisbol, estamos trabajando para hacer un equipo competitivo.
»El año pasado la Academia aportó entre el 70 y el 75 por ciento de estos atletas al equipo grande de Camagüey y se vieron los resultados: los lanzadores dieron un salto de calidad tremendo, tenemos seis o siete lanzadores de perspectivas inmediatas e incluso para el equipo nacional. Además, en ese año Ayala les dio un apoyo muy grande y se reunieron muchos factores que ayudaron a que el equipo diera ese salto y contentara a la afición.
»Este año se mantuvo ese trabajo y todos esperaban más del equipo, no es un secreto. No sé si hubo exceso de confianza por parte de los atletas, no quisiera criticar, no me corresponde a mi valorar a la dirección del conjunto. Ahí hay una comisión y un jefe técnico, y ellos serán capaces de decidir si funcionó o no la dirección y qué medidas tomar para el próximo año.
»Lo que si te puedo decir es que la provincia necesita hacer una renovación de atletas que llevan mucho tiempo allí y no van a resolver el problema del béisbol en Camagüey. Quien lo quiera malinterpretar es su problema, pero allí hay atletas que no cumplen objetivo alguno y están frenando a las nuevas generaciones que vienen en desarrollo y con tremenda calidad. La vida como deportista tiene un final y hay que aceptarlo, si no somos capaces de aceptar eso, no vamos a resolver el problema del béisbol en la provincia».
Muchos jóvenes no entienden por qué las estrellas de tu época no aceptaron contratos profesionales, no pueden entender el rechazo de ustedes a cheques en blanco y a propuestas millonarias. Hoy en día la mayoría cree que se equivocaron, que dejaron pasar una buena posibilidad de vivir una vida próspera, económicamente hablando. ¿Cómo puedes explicar esto? ¿Te arrepientes de eso alguna vez en la tranquilidad de tus pensamientos?
«Déjame decirte que todos sabemos que jugar en las Grandes Ligas es lo máximo para cualquier pelotero, sería injusto decir lo contrario, pero hay una cosa ahí muy importante y lo he dicho en otras ocasiones: si yo hubiera tenido la posibilidad de jugar allí y regresar a mi país, de seguir viviendo en mi país, todo hubiera sido distinto.
»Yo soy cubano, cien por ciento cubano. Ahora no soy millonario, pero tengo un millón de amigos, estoy aquí con mi gente y esa es mi forma de pensar. Yo nací aquí y aquí me hice grande. ¿Tenemos limitaciones?, por supuesto que sí, pero aquí me siento realizado, me siento feliz. El dinero hace mucha falta para vivir pero no es todo en la vida.
»Abandonar a mi país, abandonar a mi familia —que es lo más importante— por fama y por dinero, no es cosa mía, ¿y después?, ¿qué hago con mi añoranza?
»Siempre he dicho y lo repito otra vez: me hubiera gustado mucho jugar allí, pero al final de la temporada hacer como hacen los puertorriqueños, los venezolanos, los dominicanos, regresar a mi país. Yo amo a Cuba y eso nada ni nadie me lo va a cambiar, respeto muchísimo el que piense diferente, de todo corazón, pero a mi hay que respetarme también, mi forma de pensar y de actuar.
»Por eso no estoy arrepentido por lo que hice, necesito esa felicidad espiritual para vivir, con un millón de dólares no la podría comprar, no hubiera podido sentirme realizado así, sin mis seres queridos, no hay dinero que compre esas cosas. Eso no me quita el sueño, yo duermo feliz aunque algunas veces no tengo un centavo en los bolsillos. Pero tengo puertas donde tocar, amigos a quien acudir, familia que me van a apoyar. El dinero se acaba y yo me siento millonario en Cuba».
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