INTERESANTE entrevista de Miguel Antonio, hijo de Lázaro Vargas, cuando aún jugaba en Industriales

Miguel Antonio, hijo del mítico número 20 de los equipos Industriales, nació en noviembre de 1999, jugó en Industriales y hoy está contratado con los Dodgers
Miguel Antonio, hijo del mítico número 20 de los equipos Industriales, nació en noviembre de 1999, jugó en Industriales y hoy está contratado con los Dodgers
Por Dayan García.

Dos años atrás Play Off Magazine conversó con Miguel Antonio Vargas. Por entonces el sueño del joven prospecto cubano era llegar a las Grandes Ligas. Ese objetivo es ya una realidad tras su firma con los Dodgers de Los Ángeles en septiembre de 2017. Desde los archivos de nuestra revista, acá recomendamos este texto.


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Para confirmar que la pasión por el béisbol puede ser un gen hereditario, y que no hay mayor regocijo para un padre que ver a su descendencia transitar tras sus huellas, Play- Off dialogó con uno de los jóvenes más talentosos del país en el mundo de las bolas y strikes, cuyo apellido Vargas no necesita presentación.

Miguel Antonio, hijo del mítico número 20 de los equipos Industriales y Cuba, retrasó el inicio de un entrenamiento en el estadio Santiago Changa Mederos para compartir sus sueños con nuestros lectores, esos que tiene cada vez más cerca.

Nacido el 17 de noviembre de 1999, el menor de los Vargas refirió que su papá nunca influyó en su decisión de ser pelotero. “Él quería que escogiera solo mi camino, fue un vecino que era su fanático quien comenzó a bajar conmigo todas las tardes al parque y me lanzaba piedras que yo conectaba con un bate plástico. Luego me trajo a la Ciudad Deportiva para que comenzara con el entrenador Osvaldo Montalvo en la categoría 7-8 años”.

Desde el inicio el pequeño demostró que “de casta le viene al galgo”, y se convirtió en el líder de su equipo, como tercero en el line up y además torpedero a la defensa. “Al crecer me movieron a la tercera base para aprovechar mis potencialidades como bateador, pero me puedo desempeñar en todas las posiciones del infield. La que más disfruto es la esquina caliente y no tiene nada que ver con mi papá, sino que me siento más cómodo, los lances son más espectaculares, no hay que apurarse para soltar la bola”, agregó.



Hasta la categoría 9-10 años, Miguel Antonio se mantuvo con Osvaldo, a quien le debe la técnica primaria para jugar beisbol. “A la hora de batear me enseñaba los movimientos esenciales, echar los brazos hacia atrás, girar el pie, y otros, después me concentraba en la repetición de esas posturas. El talento es importante, pero para ser un buen atleta hay que entrenar muy fuerte todos los días”.

Integrante de los equipos nacionales 9-10, sub 12, sub 15 y sub 18, el joven de 15 años recuerda sus primeros pasos en la selección de las cuatro letras cuando en el año 2009 participó en unos Criollitos de Venezuela, en los que Cuba concluyó en el cuarto lugar. Además, tiene una plata mundial para menores de 12, un oro del orbe en la U-15 y un quinto lugar del planeta entre los juveniles.

“El título que ganamos en México en la sub 15 es el momento más emocionante de mi carrera. Le ganamos al equipo de Estados Unidos seis carreras por tres en la final, y me tocó decidir. Gracias a Dios salieron las cosas como yo quería y pude darle la victoria a mi equipo, fue un momento increíble”, señaló el espigado joven, quien en ese torneo en tierra azteca resultó el antesalista del Todos Estrellas con un promedio ofensivo de 394 y ocho carreras impulsadas.

El estudiante del onceno grado en el preuniversitario José Miguel Pérez, de Nuevo Vedado, también recuerda con placer el día que debutó con el equipo de Industriales en la Serie Nacional número 54, a las órdenes de su papá Lázaro. “Ese es el sueño de todo el capitalino que practica beisbol, vestir de azul es algo mágico, jugar en el Latinoamericano es un reto tremendo. Experimentados como Yuliesky (Gurriel) y Rudy (Reyes) me dicen que cuando se llena se les eriza la piel”.



Sobre la relación padre- hijo, entrenador- atleta, el Migue reconoce que es bien difícil. “Él nunca puede dejar de ser mi papa, mi amigo, siempre me aconseja como tal, pero la exigencia es igual para todos. Una vez me mandó a esperar y yo hice swing, de inmediato me llevó a la banca. Es fuerte con los regaños, siempre quiere que haga las cosas bien”.

Sucede que desde los 11 años, el pequeño Vargas entrena con su progenitor, doble campeón olímpico como jugador, y además hasta hace poco manager del equipo insigne de la pelota cubana. “Mis números mejoraron desde que estoy bajo su pupila. Él me conoce mejor que cualquier otro preparador, y sabe dónde están mis límites. Me saca el máximo y yo le respondo el doble, porque no es solo el compromiso con el entrenamiento, sino con la propia familia”, resaltó el muchacho, dueño de una agradable elocuencia que no imaginaba este redactor.

Confió que le gusta más batear, y que su debilidad en el cajón es la recta por encima de las 90 millas. “Esa es la más difícil, aunque algunos digan otra cosa”, dijo en tono jocoso mientras hizo alusión a los tres lanzadores estadounidenses que enfrentó en el Mundial Juvenil 2015, el trío por encima de las 91 millas, incluso el cerrador con envíos de más de 94.



“Yo escogí el beisbol y quiero que mi familia esté orgullosa de mí. Vivo con mis padres, mi hermano y mi abuela, y cada paso que doy es para que ellos se sientan felices. Escogí el número 13 porque soy fanático a Álex Rodríguez, el jugador de los Yankees de New York. Muchos me han dicho que juegue con el 20, pero ya ese número tiene su historia, tengo que tener el mío propio y ponerle mi sello. Además con el 13 jugaba mi abuelo Reinaldo Echarri en el equipo nacional de baloncesto”, añadió Miguel Antonio, quien en sus ratos libres escucha música y se declaró fanático del reguetón de Gente de Zona y Desiguales.

¿La actual contratación de atletas en el extranjero es una motivación para que te esfuerces por concretar tus sueños?

Sí, por supuesto. El beisbol es mi profesión. Me parece que en cualquier esfera uno siempre quiere probar su calidad con los mejores. No me importa el dinero, simplemente el crecimiento personal que significa tocar el techo del deporte al que le dedico mi vida. Por ahora solo me enfoco en seguir entrenando duro, esa es la única forma de alcanzar las siguientes metas: regresar a Industriales, integrar el equipo Cuba de mayores, y -si cambia el escenario político alrededor de este asunto- jugar en las Grandes Ligas.


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