Después de lanzar ocho temporadas con el Matanzas de sus amores, Martínez iniciaba en el 2013 una travesía que le llevaría allí donde hubiera trabajo y alguien necesitara un lanzador. |
Por Jorge Ebro / jebro@elnuevoherald.com
Jorge Martínez siempre soñó con los pies en la tierra. Cuando llegó a Estados Unidos con 30 años, al cubano le quedaba clara que alcanzar las costas de las Grandes Ligas le iba a ser muy difícil por la edad y por no contar en su hoja de servicios con una de esas credenciales que suelen ayudar a quien ha integrado la selección nacional de su país.
Después de lanzar ocho temporadas con el Matanzas de sus amores, Martínez iniciaba en el 2013 una travesía que -sin conocerlo entonces- le llevaría allí donde hubiera trabajo y alguien necesitara un lanzador.
"Claro que quise jugar en Grandes Ligas, pero la edad y las pocas oportunidades me lo impidieron'', expresó Martínez, de 34 años. "No digo que esa ilusión se ha apagado por completo, pero hay que leer la realidad y la vida. El Caribe me permitió ganar el sustento de mi familia y permitirme hacer lo que más me gusta''.
Por estos días el nombre de Martínez se hace con reverencia en Venezuela. Durante la temporada, ahora ya en fase de playoffs, el matancero terminó como primero en victorias y WHIP, tercero en efectividad y fue elegido como el segundo mejor lanzador del torneo, una decisión que todavía despierta debates e inconformidades.
UNA MANO SALVADORA EN LA OSCURIDAD
El venezolano, que puede ser igual o superior al cubano en pasión por el béisbol, habla con elogios de la labor de Martínez, sobre todo en Barquisimeto, donde anidan sus Cardenales de Lara.
"Resulta muy reconfortante, todo lo que estoy viviendo ahora'', comentó Martínez, quien comenzó a jugar pelota a los siete años en el histórico Palmar de Junco. "Pero esta temporada comenzó muy mal para mí por lesiones, me sacaron de la rotación. Octubre fue horrible, pero noviembre y diciembre trajeron la redención''.
La carrera de Martínez ha sido una batalla redentora de principio a fin, sobre todo en aquellos momentos en que presentó la salida legal del país y las autoridades de su provincia le impidieron jugar béisbol.
Martínez -autor del juego sin hit ni carrera número 50 en Series Nacionales- estaba en su casa convencido de que más nunca iba a lanzar en Cuba, cuando apareció una figura que lo cambió todo: Víctor Mesa, quien convenció a los jerarcas provinciales de la importancia de traer de vuelta al serpentinero.
"Eso se lo voy a agradecer siempre a Víctor, porque él hizo un esfuerzo para que me permitieran trabajar hasta que llegara mi salida'', recordó Martínez, quien había sido reclamado legalmente por su suegro. "Fueron dos años más con el Matanzas que pude haber perdido sin hacer nada''.
UNA MALETA LLENA DE PELOTAS
Trabajo no le ha faltado a Martínez desde que puso un pie en este país. Primero en Puerto Rico con Santurce, gracias a la mano tendida de su compatriota Yoanner Negrín y del manager de los Cangrejeros David Flores.
De la Isla del Encanto a Ligas Independientes, de México a República Dominicana y de vuelta a Ligas Independientes, hasta que finalmente encuentra en Lara su residencia deportiva actual, aunque espera muy probablemente lanzar en México para el verano. Martínez tiene la maleta siempre lista.
Pocos han lanado mejor que el cubano en la pelota invernal. En las cinco últimas temporadas con los Tigres del Licey, los Cardenales de Lara y los Cangrejeros de Santurce acumula foja de 23-11 con 3.05 de efectividad y 217 ponches.
Mientras tenga fuerza, fe y brazo, Martínez no piensa detenerse en el camino, ese que comenzó cuando su abuelita le cosió el primer traje de pelotero y su padre lo llevó a conocer la grama legendaria del Palmar de Junco en Matanzas.
"Siento que he tenido una carrera digna, forjada en medio de sacrificios, donde nadie me regaló nada'', recalcó el yumurino. "Amo mi profesión. El béisbol alimenta mi ilusión y a mi familia. Mis números han sido buenos, solo ha faltado la oportunidad de las Mayores. Pero no me quejo. Soy un hombre feliz''.
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