Por Juan Carlos Teuma.
De la misma manera como la selección de Industriales vio convertirse un potencial éxito en derrota este viernes —en su primer choque de semifinales frente a Las Tunas— también se le pudiera escapar la posibilidad de llegar a la gran final de la actual 57 Serie Nacional de Béisbol.
Ese día, otra vez el pitcheo de relevo le negó la alegría a los parciales azules, para trocarla en tristeza y preocupación. De nada sirvió que los bates habaneros produjeran 7 carreras —cuatro de ventaja a la altura del séptimo episodio— porque los apagafuegos llamados a la lomita de los grandes felinos melenudos no pudieron sofocar las llamas para evitar que la pizarra del Estadio Julio Antonio Mella anunciara el definitivo 9x7, favorable a los Leñadores.
No es necesario ser un experto en béisbol para conocer que cada victoria en postemporada es un paso de ascenso hacia al trono, del mismo modo como los fracasos son algo similar a un lastre muy pesado, difícil de levantar posteriormente.
Es sabido que una división de honores en tierras tuneras aportaría argumentos para el optimismo, pero ver cómo se esfuman las posibilidades de triunfo en partidos como los del viernes, deja poco margen para sustentar el entusiasmo.
Durante la segunda fase de esta 57SN, una y otra vez fuimos testigos de reveses similares. Pleitos malogrados cuando el marcador anunciaba ventaja relativamente holgada de los Leones de la capital.
Hoy, muchos se preguntan por qué Víctor Mesa no echó mano tempranamente a uno de sus serpentineros abridores, para que cumpliera la función de relevista. Es incuestionable que ahora quienes más valía tienen en el staff giraldillo son, precisamente, los monticulistas encargados de iniciar partidos.
La postemporada, para los equipos que lleguen a discutir el título, consta de un máximo de solo 14 desafíos. Si se tiene en el bullpen a hombres como Frank Montieth, Noelvis Entenza, Erly Casanova, Misael Villa, Vladimir García, entre otros, y no se cuenta con un adecuado cuerpo de relevistas, vale la pena probar suerte —en primera instancia, no cuando el “daño” este hecho— con aquellos abridores de acreditada calidad. En definitiva, el “experimento” de usarlos en rol de sustitutos es un acto menos osado que poner a un consumado defensor del infield en los jardines, por citar un ejemplo tomado ¿al azar?
Sobre todo en play off, el juego que se va ganando debe llegar a feliz término a toda costa, más que cualquier otro. Y si se per-diera, reconforta más tener la convicción de que se fracasó, pero solo tras elegir entre las mejores alternativas.
No obstante, la semifinal entre Las Tunas e Industriales aún es joven. Nadie puede cuestionar que son dos excelentes conjuntos y una ventaja de uno —incluso dos juegos— no es insalvable. Aún queda camino para enmendar desaciertos.
Ahora —el martes, miércoles y jueves próximos— corresponde a quienes soñamos en azul poblar las gradas del Coloso del Cerro, ese Estadio Latinoamericano que suele cobrar vida para regalarnos grandes momentos. Nos convoca el amor por el equipo que habita en cada uno de nosotros. A fin de cuentas, la suerte está echada: sus triunfos y sus derrotas —nadie puede dudarlo— también son nuestros.
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