ESCÁNDALO: La discriminación de los homosexuales en el movimiento deportivo cubano

Según el sexo y el deporte, la homofobia es más o menos evidente, en el caso de Liuba Grajales, ella abandonó su ascendente carrera deportiva para evitar la homofobia.
Según el sexo y el deporte, la homofobia es más o menos evidente, en el caso de Liuba Grajales, ella abandonó su ascendente carrera deportiva para evitar la homofobia.
Por Mayli Estévez

El deporte es un sector intocable en Cuba, uno de los reductos más fuertes del machismo y donde la homofobia es pasto de cultivo diario. ¿Cuánto puede complicarse la vida de un deportista con una orientación sexual por fuera de lo hetero-normativo?

Esa vez las tres sesiones de entrenamiento se alargaron al extremo, así que el aseo en el baño común del albergue estudiantil fue más tarde de lo habitual. Coincidió con el horario en que lo utilizaban las softbolistas.


— ¿Qué tú hacías en el baño?—le cuestionaron sus compañeras de cuarto. Contestó con lo obvio.

— ¡Bañándome, aproveché que hay agua!
Y entonces vino lo peor.

— ¡Nooo, tienes que llenar el cubo, y esperar a que terminen los hombres!

Liuba Grajales tenía 12 años cuando se hizo de un cupo en la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) de Santa Clara, a 260 kilómetros de la capital cubana, y cuando escuchó por primera vez un ataque homófobo. Tres años después, desde la base nacional de fondo—que tenía como sede esa misma ciudad—fue subcampeona de Cuba en la media maratón, y tenía la perspectiva de conseguir el campeonato al año siguiente.

Hasta ese minuto, nada concerniente a la sexualidad había afectado su vida. “Empieza a afectarme cuando me enamoro de una mujer. Cuando se atreven a cuestionar mi rendimiento atlético debido a mi orientación sexual”, dice a Tremenda Nota desde el almacén de la Farmacia, en la carretera Sagua, donde trabaja.



Antes de enamorarse de una mujer, ella “cumplía” lo establecido. Tenía novio y una sexualidad aparentemente definida. Sin que tuvieran la certeza de que fuese lesbiana, sus compañeras le retiraron la palabra en el albergue y en el aula. También la incitaron al enfrentamiento físico. Los maestros y entrenadores nunca intervinieron. Liuba, hasta entonces, solo tenía una amiga gay, con la que le gustaba pasar tiempo. Eso lo etiquetaron como “conducta antisocial”. La reunión no se hizo esperar: mandaron a buscar a su mamá a la escuela”.

Entre el director de la escuela, su entrenador, el comisionado de atletismo y el jefe de la base de entrenamiento (todos hombres) le dieron solo dos opciones: la sacaban de la beca o la convencían de abandonar, dejando de acercarme, a una persona “con características antisociales”. Ser gay para ellos era ser antisocial: “para mí, antisocial era robar, matar, no trabajar, no estudiar, lo que está establecido en el código penal. Pero yo me estaba superando, me sentía bien, me gustaba lo que hacía. Después de esa reunión yo no quise saber del deporte, al punto de que solicité la baja”.
Liuba abandonó su ascendente carrera deportiva para evitar la homofobia. Con 35 años, es farmacéutica y activista LGBTI en Cuba. Afirma que lo mejor que le pudo pasar fue asumirse como lesbiana e irse del deporte de alto rendimiento.

“Te humillan, te maltratan, te marginan. Te exigen el doble. Dejan de verte como mujer y más como hombre. Una ni siquiera quiere verse así. Traté de no escuchar, ese fue el mecanismo de defensa que encontré. Si bajas la cabeza es malo, pero si te atreves a levantarla es peor”.



Paso a paso

El panorama para los homosexuales en el movimiento deportivo cubano no ha cambiado mucho desde la época de Liuba. En 2010, el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), recibió la queja de una atleta habanera del equipo nacional de béisbol femenino, luego de que la separaran del mismo por su orientación sexual. Así rezaba su carta de expulsión: “Conducta homosexual antisocial”. El Cenesex siguió su caso y arremetió contra el Instituto Nacional de Deporte y Recreación (INDER). La atleta ganó la batalla. Pero la moraleja no está en ganar, sino en concientizar, y de eso el Cenesex hace muy poco, en un sector tan homofóbico como el deportivo.
Aunque en cada jornada cubana contra la homofobia, la institución vincula a algunas figuras deportivas a los debates, el trabajo dentro del sector no es sistemático. Tampoco hay estudios sobre esta problemática. Apenas en 2013, el Cenesex consiguió que las máximas autoridades del INDER (su entonces presidente, Cristian Jiménez, y su vice presidente Alberto Juantorena) asistieran a la inauguración de un Festival deportivo contra la Homofobia. El festival quedó en las buenas intenciones de los organizadores. Ningún medio lo promocionó. No existíó.

Un año antes, durante la V Jornada, el lanzador cienfueguero, Yosvany Pérez Ruiz, conocido como el zurdo de oro de Constancia, contaba una perogrullada: en el deporte cubano había homosexuales. “Conozco muchos atletas en mi deporte, el béisbol, que tienen inclinación por personas del mismo sexo, pero no lo demuestran. En el deporte no se admite, dentro de los mismos atletas, ese ambiente que a veces no está acorde con un juego de béisbol, o cualquier otro deporte”, dijo.
«No se sienten relajados, son personas calladas, no se relacionan mucho con otros (…) saben que hay personas que conocen que tienen su inclinación, pero son muy buenos atletas, han sido muy buenos atletas, y creo que eso no define nada», concluye el pelotero, que si bien tuvo la intención de solidarizarse, terminó siendo un reflejo de lo que piensan sus colegas.
La discriminación continúa y no es de escandalizarse, cuando apenas en 2014, el código de trabajo, en el inciso b, de su artículo 2, reguló la igualdad laboral, sin discriminar por la orientación sexual. Un artículo que se quedó a medias y dejó muy descontenta a la diputada Mariela Castro.



Según Liuba “es una historia hipócrita: la gente tiene un poco más de cuidado a la hora de discriminar y lo sé porque algunas de mis antiguas compañeras ahora son entrenadoras y así las tratan”. Algo que detesta, porque “no debes tolerar algo que no te gusta, con no ser ofensivo, violento, con respeto, basta y sobra”.
Salir del closet puede dañar irreparablemente la carrera de cualquier atleta. El falso modelo de masculinidad, donde el deportista es el mayor exponente de lo viril, hace a este sector uno de los más fuertes reductos de homofobia, en Cuba y en el resto del mundo. De allí que sea difícil declarar que eres LGTBI. Por ejemplo, en las últimas olimpiadas de Río de Janeiro, solo el 0,5% de los atletas dijo ser LGBTI. Mientras la Carta Olímpica, toca de forma sutil, las manifestaciones de odio, al declarar incompatible con el movimiento deportivo, toda forma de discriminación, por cuestión de raza, religión, ideas políticas, género u otro motivo.
Diversas investigaciones coinciden en que el deporte es uno de los ámbitos más homofóbicos de la sociedad. Para Jesús Muñoz Machín, especialista de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades “el universo atlético además de fijar la heterosexualidad como norma, contribuye a prefijar falsas ideas de estatus entre los hombres de acuerdo a su virilidad. Como si a cuanto más macho, más exitoso en los terrenos de juego».

Por si no bastara con los patrones tradicionales, los medios de comunicación también refuerzan esta tendencia. El deporte históricamente es un asunto de hombres, y contado por hombres. No se visibilizan historias de homofobia y pulula el lenguaje sexista, donde la “mujer aunque practica judo, todavía parece una flor”, intentan venderte las entrevistas tradicionales en la prensa cubana.



Para Muñoz Machín, las narraciones deportivas en esencia refuerzan las relaciones de subordinación de unos sobre otros y la violencia: “Aniquiló a…”, o apabulló, o “pelear a muerte”.

Según el sexo y el deporte, la homofobia es más o menos evidente. Ningún atleta cubano famoso se ha declarado homosexual y pueden pasar muchos años más antes de que suceda. Para Ramón Silverio, promotor cultural, y uno de los activistas LGBTI más conocidos de la Isla “el sector deportivo no está preparado”.
En el deporte la gente encuentra un gran tabú para salir del closet. Silveiro no cree que “tampoco sean bien aceptados en esos colectivos cuando lo digan…en el arte, o la medicina, la gente suele ser más abierta y aceptar libremente la homosexualidad”.

Milaysis Méndez Rodríguez, Máster en Psicología Médica, también cree que en el deporte hay mucha represión, porque es ahí donde más destacan los patrones culturales de la “masculinidad”: “en los deportes de equipo, las burlas de la mayoría apuntan a uno”. Si no se discrimina abiertamente, se utilizan otras tácticas donde el atleta se sienta incómodo, hasta el punto de hacerlo renunciar. En el mejor de los casos, se argumentan viejos artilugios como el bajo rendimiento, indisciplinas o ausencias a los entrenamientos. La otra opción es hacer de la víctima el culpable.


Comentarios

Síguenos en Facebook