Por Boris Luis Cabrera.
Nuestro béisbol vive ahora mismo un estado de gracia nacional, la inercia que dejaron los playoffs, aún hace olas por todos los rincones del país, la pasión por este deporte se ha disparado a niveles increíbles, y otra vez entramos en el ciclo eterno de la euforia colectiva, la amnesia generalizada, y la decepción final.
La Serie del Caribe abre sus puertas, otra vez el reto internacional, la maldita prueba en la cabeza de jefes y directivos, los trapos sucios que desnudan, y el miedo que los estremece en sus puestos de privilegio.
Los que niegan la mala salud de nuestro deporte nacional, esos de pasos lentos que miran hacia arriba con la boca abierta, los mismos que se acomodan y se duermen encima de épicas batallas y de héroes populares internos, los que se aferran a métodos arcaicos y no se ensucian con el polvo de los terrenos, los que juegan a tatuar el aire y se alimentan de verborreas para mantener firmes cortinas de humo, otra vez están nerviosos y expectantes, sudorosos y preocupados.
Otra vez un equipo nacional, oriental, de Granma, o como quiera que lo llameis, sale en busca de banderas perdidas, de orgullos nacionales envejecidos, y de cuños para papeles que hablan de ranking mundiales y de poderios gigantescos. Otra vez bajo la sombra de la estrella solitaria, poniendo en juego "perfectos sistemas de entrenamientos", "fuertes pirámides deportivas", y "sistemas socialistas motivadores".
Tenemos en el plató a un equipo "invencible" y aún caliente, que se ha reforzado varias veces en poco tiempo, con muy pocas fisuras en el campo y en el cajón de bateo, con un cuerpo heterogéneo de lanzadores, con abridores de lujo, caminadores, y cerradores potentes.
En el papel un hombre proa hábil, pícaro y zurdo, bateadores de todas las bandas, impulsadores natos, líderes jonroneros domésticos y de ligas japonesas, receptores súper defensivos, torpederos espectaculares, prospectos increíbles, emergentes sin nervios, y una banca que da envidia a contrarios.
Hay también un director de experiencia, el de más experiencia de todos, que para colmo ha llevado dos coronas seguidas a sus vitrinas, que está bendecido por los dioses del béisbol, y que muchas veces convierte las malas decisiones en victorias.
¿De que manera justificaremos ahora las derrotas, las hambrunas ofensivas, las jugadas infantiles, el pensamiento errado, la desconcentracion, los malos comandos, y el desparpajo en el terreno?
¿Puede nuestro béisbol resurgir de sus cenizas por obra y gracia del espíritu santo?
¿Basta con la calidad individual de los nuestros, con su coraje, y con los más puros deseos que tienen cada uno de ellos de inmortalizar la gloria y desenterrar respetos perdidos?
¿Basta con la calidad individual de los nuestros, con su coraje, y con los más puros deseos que tienen cada uno de ellos de inmortalizar la gloria y desenterrar respetos perdidos?
Yo, como miles, temo caer en un estado de analgesia perenne, no quiero ser insensible a tantas derrotas internacionales, a las caídas abruptas por abismos predecibles, pero no me dejo llevar por las mariposas de colores que pinta en el aire nuestra serie nacional, y no descansare hasta exorcizar todos los malos demonios que habitan en la piel de nuestro pasatiempo más preciado, uno por uno, con la ayuda de todos los que aman este deporte.
Saludos amigos.
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