Primero fue un caballo, luego dos y después varios los que pastan en el terreno en el que, presumiblemente, debían entrenar los atletas de la Academia Provincial de Béisbol. Web Screen Shot |
Por Mario Martín Martín
No voy a recurrir a cifras ni fechas, y menos insistir —por obvio— en lo negativo que resulta para el desarrollo del béisbol en la provincia, que el terreno de esta disciplina, aledaño al estadio José Ramón Cepero, siga en completo abandono, como si en esta ciudad sobraran campos de entrenamiento de nuestro pasatiempo nacional.
Primero fueron dos bloques lo que desaparecieron de la cerca de los jardines, luego decenas y finalmente casi es la mismísima pared la que casi no existe.
Primero fue un caballo, luego dos y después varios los que pastan en el terreno en el que, presumiblemente, debían entrenar los atletas de la Academia Provincial de Béisbol.
Primero fue alguien al que le urgió utilizar los dogouts como baños públicos, luego fueron varios y con el tiempo ganaron en afluencia de “usuarios”, a juzgar por los olores y las “huellas” que por allí pululan.
En resumen, primero fueron los recursos que brindó el Poder Popular para apoyar el buen desarrollo del béisbol, luego ocurrió la dejadez y “ojos cerrados” para creer que nada sucede.
Pero allí está ese necesario, campo deportivo, que pudo ser y no es, como un gran monumento a la desidia.
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