Por Oscar Álvarez
La afición juega un papel fundamental en cualquier evento deportivo, al punto de influir de forma positiva o negativa, en el ánimo de algunos atletas. Tanto es así, que muchas personas la catalogan como un jugador más, mientras otras la consideran un arma estratégica.
No resulta para nada extraño escuchar, en medio de un partido de béisbol, expresiones como “te voy a pasar la cuenta”, proveniente de los aficionados. Sin embargo, ello en sí, no constituye un acto de violencia, sino una muestra de agresividad considerada como aguaje, o sea, una forma de intimidación.
Algo diferente sucede cuando ese mismo público grita palabras obscenas, que llegan, incluso, a ofender a la familia de los atletas. Ello, además de ser muestra de mala educación, es un acto de violencia verbal. El deportista debe, en esas circunstancias, tener el máximo control posible de sus emociones y concentrarse en el partido. Pero, no siempre es así... en esos casos la acción oportuna de las autoridades tiene un peso fundamental.
Llamar a la cordura a los provocadores y retirarlos de las instalaciones deportivas, impediría que las cosas pasasen a otro nivel. En fin de cuenta, a nuestros estadios se va a disfrutar en familia, y no a formar camorra.
Un lanzamiento rasante de la pelota al bateador puede ser considerado, por este, como una manifestación de violencia; sin embargo, es una forma de evitar que pueda hacer el swing, lo cual está dentro de las acciones del juego. El otro lado de la moneda es cuando se le lanza a propósito para amedrentar; esto ocurre muchas veces, ante la impotencia del pitcher para poner fuera de juego a ese hombre. Y como a cada acción corresponde una reacción, en varias oportunidades ello genera una respuesta por parte del agredido, e incluso, desde las gradas.
Otro tanto pasa cuando un entrenador manda a su discípulo a frenar, por cualquier vía, el accionar de un contrario. En ese momento se están sentando las bases para un ataque del adversario, como dar un manotazo en medio de un partido de baloncesto o tirar de la camiseta del oponente durante un encuentro de fútbol.
En los deportes de combate, la historia es otra. Los gestos de los contendientes, antes y durante la justa, los gritos de aficionados y entrenadores, contribuyen a un mayor nivel de agresividad. Pero en esos casos, mientras esa “violencia” solo se manifieste dentro del área de pelea y se sigan las reglas de cada deporte, las cosas marchan bien.
Una cosa es apoyar al equipo de nuestra preferencia y otra bien distinta, agredir a sus contrarios. Piense en ello pues del accionar de cada uno de nosotros, depende en buena medida, la calidad del espectáculo que veamos.
Con información tomada de TRIBUNA de La Habana
Con información tomada de TRIBUNA de La Habana
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