Así se juega pelota en Cuba, a estadio vacío |
Por Norland Rosendo.
En otros tiempos, no muy lejanos, tanta pelota como la que se está jugando en Cuba ahora fuera más que suficiente para mantener activadas todas las peñas deportivas. Pero ya lo dije, y con pesar, en otros tiempos. Ahora se juega más y se habla menos; se sigue menos, para ser milimétricamente preciso.
Hay serie especial élite, que en realidad debería haberse llamado desde un inicio: Concentrado de entrenamiento, porque competencia no es, ni debería serlo si lo que se pretende es poner a tope al grupo que buscará revalidar el último bastión dorado que le queda al béisbol cubano: los Juegos Centroamericanos y del Caribe.
Hay también Serie Nacional sub-23, que por muchísimas razones sigue cuesta abajo, cuando lo ideal fuera que esta edición superara a la pasada, y que aquella hubiese sido mejor que la anterior… Varias de las figuras de más condiciones con esa edad están en la preselección para Barraquilla y otro grupo, nada pequeño, ya había decidido que su futuro no estaría en los estadios cubanos, y aún en el trance de la adolescencia a la juventud tomó otros rumbos para exhibir las potencialidades con las que habían debutado en las categorías menores en la Isla, y que ahora de haberse quedado fueran regulares en este certamen.
Pero ni un torneo (el que dice serlo sin serlo) ni el otro han logrado conmover a los aficionados. Las gradas están desconsoladoramente vacías, y en la calle lo que más se oye es: ¿para qué trasmiten eso, si no tiene calidad?
A mí, que escribo de béisbol, por lo que más me preguntan es por la MLB y Alfredo Despaigne, y a veces por los demás cubanos contratados, y si toco el tema de los torneos de casa me sueltan un “eso nada más lo ves tú porque estás obligado. Eso no es béisbol, los pitchers parece que tiran la bola con los ojos vendados, pues los boletos llueven, y los errores son uno por cada dos batazos…”.
Hace tiempo venía sosteniéndose el pulso con el fútbol europeo por las trasmisiones en vivo cuando coincidían. En un 99 por ciento ganaba la pelota cubana, pero esta vez fue tan abrumador el reclamo popular que los decisores tuvieron que abdicar. Ganó la Champions.
Una lectura tan simple como la de que es el mejor fútbol del mundo contra una pelota de quinta, no deja ver la esencia del fenómeno: nuestro deporte nacional está en “tres y dos”, un porcentaje alto de niños y jóvenes solo se acuerda de él cuando es época de play off, más por la fiesta y la gozadera criolla que por el juego en sí. Dicen algunos que es la globalización; yo, en cambio, pienso que no, que somos nosotros mismos que no estamos haciendo todo lo que la pelota se merece. Y lo que no le demos hoy, no se lo vamos a poder exigir mañana. El asunto va más allá de lo deportivo.
Un amigo, medio en broma, medio en serio, me dijo hace poco: No descartes que cuando haya posibilidades de instalar tecnologías de punta en las instalaciones deportivas de nuestro país, se trasmita fútbol por las pantallas gigantes mientras en el terreno se juegue pelota.
Y yo le respondí con una carcajada. A él se le ocurren cada cosas… pero empecé a darle vueltas a esa propuesta suya y se la comenté a unos vecinos míos que tienen menos de 25 años y les pareció “original, espectacular, lo mejor que podía inventarse”. Crucé los dedos, miré para el cielo y murmuré: Dios del béisbol, haz algo.
Mientras sigue la Serie de preparación, que nadie sigue; la Sub-23, que pocos ven, y ya están próximos a la postemporada dos torneos que a lo mejor pudieran darle más brillo a nuestra pelota, porque ahí sí están casi todos los buenos: el juvenil y el sub-15. A lo mejor la televisión cubana se embulla y los trasmite.
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