Por Boris Luis Cabrera.
Giraldo González es un hombre de honor. En la mente de miles de aficionados permanece aún el saludo a Agustín Marquetti cuando el inicialista capitalino dejaba tendidos en el terreno a los de vueltabajo con aquel jonrón memorable en el ya lejano 1986 que definía el banderín a favor de los Industriales.
"A mí me enseñaron que siempre hay que tener honor, hay que saber ganar y perder con las botas puestas. Eso ya es casi una victoria, y mi gesto fue una forma de demostrarlo", explica con orgullo.
"Cuando uno lleva años jugando al béisbol, conoce que hay partidos que son casi imposibles de ganar, por las situaciones que se van presentando. Siempre admiré a Marquetti. Desde aquel jonrón contra los norteamericanos en Nicaragua, él era un símbolo para mí, y aquel día pensé que si íbamos a perder, que fuera él quien lo decidiera. Y así fue, cuando vi ese jonrón, dentro de mi tristeza sentí un consuelo, porque Marquetti era el más indicado para decidir el partido. Entonces me emocioné y lo saludé", continúa.
"Aquel día perdimos en el terreno, pero ganamos en dignidad, en la entrega, en muchas cosas. Cuando mi hija ve el video de ese momento empieza a llorar, y de eso hace ya más de 30 años".
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