Fotos de Ira Block, tomadas del sitio de origen |
Por Ira Block
Cuba y su amor incondicional por el béisbol
Hace años que viajo con frecuencia a Cuba, un país que hoy se halla en plena transformación. Para los cubanos el béisbol es, más que un deporte, una especie de religión, y para mí verlos jugar es como un viaje al pasado: así debían de ser los jaleados partidos que se disputaban en los Estados Unidos de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Percibo sin embargo que toda esta realidad tan arraigada se transformará a corto plazo.
No puedo predecir ni el momento en que sucederá ni el cómo, pero siento que necesito plasmar en imágenes una Cuba que afronta un fin de ciclo. Amo el béisbol, aunque no me interesa tanto la acción deportiva en sí misma –una carrera hacia la segunda base en La Habana es muy similar a otra en Nueva York– como captar el devenir del país y de sus gentes a través de este deporte que arraigó aquí a finales del siglo XIX, en un momento histórico en el que Cuba luchaba por liberarse del yugo colonial español.
El béisbol arraigó en Cuba a finales del siglo XIX, en un momento histórico en el que el país luchaba por liberarse del yugo colonial español
Como la mayoría de los jugadores jóvenes no pueden costearse un equipo, se espabilan compartiendo un viejo guante, armados con bates hechos con ramas de madera o tubos de PVC y con pelotas que no son más que piedras envueltas con papel de regalo arrugado y cinta adhesiva.
He querido documentar el juego a todos los niveles: aficionados y profesionales, jugadores y entusiastas seguidores, en las ciudades y en las áreas rurales. Pero cuando el final de este viaje ya estaba próximo, sentí que me faltaba algo: los jugadores de más edad. Por ello, tras contactar con algunas ligas de veteranos, fotografié a hombres y mujeres que habían jugado en equipos profesionales o de aficionados.
Es impresionante ver a alguien de 70 años lanzándose a la tercera base, y aún más, ver cómo se levanta para ponerse a salvo. Sus vívidos rostros se iluminan cuando practican el juego de su infancia. Un guiño a un tiempo que se acaba, repleto de magia.
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