El pitcher, con el ponche más célebre en la historia holguinera, actuó en 20 Series Nacionales y en dos Copas Revolución, ganó 147 juegos y propinó más de 1500 ponches en 2187 entradas de actuación |
Por Raúl Rodríguez.
Una gran alegría causó en mí, al igual que en muchos aficionados, ver las gigantografías que hace un buen tiempo exhibe el Estadio de Béisbol Mayor General Calixto García de nuestra ciudad de Holguín, capital de la provincia del mismo nombre en el oriente de Cuba.
En los jardines se nos muestran a peloteros que hicieron historia en este pedacito de tierra que tanto amamos; Fermín Laffita, El Satélite Oriental, rey de la Pradera Central, como le denominaron, dejó marcas impresionantes: mil hits conectados y 364 de average; Rafael Castillo con sus más de 100 victorias y más de 1000 ponches en Series Nacionales y participante en múltiples eventos internacionales; Luis Miguel Rodríguez, El Conde, con su medalla de plata en los Juegos Olímpicos Beijing 2008 y su participación en el Segundo Clásico Mundial de Béisbol 2009 y Orelvis Ávila con su gran actuación al frente de los lanzadores holguineros en el titulo de los nuestros en la Serie Nacional número 41.
Todos con meritos de sobra para estar reflejados en estas instantáneas, que constituyen reconocimiento a sus carreras deportivas... Pero no se a ustedes amigos, pero a mi me falta uno, pequeño de tamaño pero grande de corazón, actuó en 20 Series Nacionales y en dos Copas Revolución, ganó 147 juegos y propinó más de 1500 ponches en 2187 entradas de actuación... corajudo como ninguno para los momentos difíciles, como en en el que le propinó un ponche decisivo al peligroso Frederich Cepeda, para cerrar con broche de oro el titulo holguinero en la pelota nacional, hablo del gran Oscar Gil Rey...
Me pregunto: ¿Le vamos a negar a Gil su gigantografía, como tantas veces se le negó su llamado al equipo Cuba? ¿Por qué no tenerlo en el lugar que merece al igual que a otros?
Estamos a tiempo de saldar nuestra deuda con este gran hombre, y ponerlo en ese espacio que se ganó por merito propio, para que las nuevas generaciones señalen con su dedo y digan, ese de allí, es también héroe de la pelota holguinera.
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