Uno de los detalles que más extraña la afición beisbolera cubana es aquella enconada rivalidad que mantenían los Industriales y Santiago de Cuba. |
Lectura recomendada, por Heeney Figueroa, titulada originalmente:
Juan Padilla: “ojalá podamos ver un equipo Cuba unificado”
Ha pasado mucho tiempo desde aquel día en que Juan Padilla recogió una de las papeletas lanzadas por un carro con bocinas que, paseado por las calles de Santiago de las Vegas, anunciaba las pruebas en el área especial de béisbol para niños interesados aprender a jugar
Eran los años 70 y por entonces Padilla no pasaba de ser un niño rubio, flaco y muy bajito, que jugaba en los placeres imitando a su ídolo Rey V. Anglada. Pero aquel día, con la papeleta en las manos, decidió probar su suerte.
Al llegar al terreno se encontró que alrededor de ochenta niños habían tenido la misma idea. Pero esto no hizo mella alguna en su determinación, ni siquiera el hecho de tener que presentarse con un par de tenis agujereados en las suelas, algo que le produjo una gran ampolla al realizar la prueba de velocidad.
Al final del día quedaron seleccionados treinta niños, entre los cuales se encontraba él. Así, a los nueve años de edad, Juan Padilla comenzaba su camino en el béisbol.
Su brillante trayectoria lo llevaría después a convertirse en uno de los ídolos indiscutidos de su generación. Apodado como “La Maravilla” o “La Aspiradora Azul”, sería parte de una legendaria combinación alrededor del segundo cojín junto a Germán Mesa en el equipo Industriales, e integraría la selección nacional como segunda base con tan solo diecinueve años en una época en la que sobraba brillantez en esta posición.
Mas, en el año 2000, un accidente doméstico truncó su carrera como atleta debido a la perdida de la visión de su ojo derecho. No obstante, su vínculo con el deporte de las bolas y los strikes no concluyó, y comenzó a formar nuevas generaciones como manager y entrenador.
Padilla, con su carácter jovial y sencillez, accedió a compartir con los lectores de Play–Off Magazine algunas de sus principales vivencias como atleta, además de sus opiniones acerca del estado actual del béisbol cubano.
Heeney Figueroa: Padilla, jugaste tus dos primeras temporadas con los Metropolitanos. ¿Qué importancia le concedes a este equipo en tu desarrollo como pelotero?
Juan Padilla: Yo le doy la máxima importancia. Si los Metros no hubieran estado en mi carrera deportiva, quizás yo no hubiese sido el mismo jugador que fui después. Por ejemplo, allí me probaron como campo corto y como tercera también. En esas posiciones cometí muchos errores a la defensa y la dirección del equipo decidió dejarme en segunda que era donde más suelto jugaba. En esos dos años tuve la posibilidad de desarrollarme, de jugar, de conocerme como jugador y de definir cuáles eran mis límites.
De hecho, quiero aprovechar este espacio para decir una vez más que pienso que fue un grave error desintegrar a los Metros. A causa de esta decisión se perdieron muchos jóvenes talentos aquí en la capital, quienes, de existir el equipo, se habrían desarrollado jugando y no hubieran abandonado el béisbol como lo hicieron muchos.
Total, el remedio fue peor que la enfermedad, porque si se quejaban de que Metros era una sucursal de Industriales, pues lo que lograron fue multiplicar el número de sucursales. Ya que muchos de esos jóvenes tomaron rumbo a las provincias para poder jugar y después varios regresaron ya formados a Industriales.
HF: Como jugador pasaste por las manos de grandes directores. ¿Con cuál te sentiste más a gusto?
JP: Como bien tú dices, a lo largo de mi carrera tuve muy buenos directores que fueron vitales en mi desarrollo en el béisbol y cada cual tiene características y metodologías diferentes.
Pero siempre tendré en un lugar muy especial a Pedro Chávez, porque fue mi primer manager y el que me dio la oportunidad de jugar. Yo abrí en el banco, pero cuando Chávez me dio la posibilidad lo hice bien y él sencillamente me mantuvo en el line-up. Después, cuando el pasó a dirigir a Industriales me llevó con él. Yo pienso que Chávez fue un gran director y es una excelente persona.
Aunque tampoco puedo dejar de mencionar a José Miguel Pineda, quien me dirigió en la selección nacional y en las Selectivas. De Pineda solo te puedo decir que era brillante en todos los aspectos, porque dirigir a ese equipo Habana era algo sumamente complicado, debido a todas las estrellas que tenía.
HF: En tu opinión, ¿cuál es el momento más significativo de tu carrera?
JP: Mira, te voy a ser sincero, gané todo lo que jugué con el equipo Cuba y además soy doble campeón olímpico, que es la máxima distinción que puede tener un deportista. Pero el logro que realmente quedó marcado en mi vida fue el campeonato de 1986 con Industriales.
Imagínate, yo con diecinueve años siendo el primer bate regular y peleando en un play–off. A veces me pongo a pensar en eso y veo que mi hijo tiene veintiocho y para mí es muy joven todavía. Así que valora tú lo que significaba para mí, con la edad que tenía en aquel entonces, vivir esos momentos de responsabilidad y presión extrema.
Ese equipo era una mezcla perfecta de jugadores experimentados como Marquetti y Medina, y de jóvenes como yo, Vargas y Javier. Afortunadamente pude producir bastante durante todo el torneo y en ese último juego contra los Vegueros también pude aportar mi granito de arena.
Quizás tenga la posibilidad de llegar a los noventa años de edad y es probable que no recuerde muchas cosas de mi carrera, como las olimpiadas. Pero te aseguro de que si recuerdo algo, será ese campeonato.
HF: Tu combinación con Germán Mesa no puede tener otro calificativo que legendaria. ¿Cómo lograron algo tan especial?
JP: Recuerdo que varios amigos cercanos, quienes tenían la posibilidad de ver los entrenamientos, se me acercaban y me preguntaban que cómo era posible que en las prácticas nos saliera mal en la mayoría de las ocasiones y en el juego funcionara perfecto.
Esa fue la clave, en los entrenamientos no existía el rigor que había en un juego. Por tanto, nos tomábamos la libertad de experimentar todo lo que quisiéramos. Siempre hacíamos la mecánica, pero nos la tirábamos difícil o de distintos ángulos. Siempre tratamos de ponernos al límite el uno al otro. Entonces, cuando llegaba el momento de los partidos, era mucho más fácil porque nos adaptamos a esperar cualquier cosa.
Fíjate el nivel de entendimiento que logramos que, hace algunos años en un juego de veteranos del Juego de las Estrellas, lo hicimos y nos salió bien a pesar de los años.
HF: Eres ampliamente recordado entre los aficionados por tu excepcional defensa. Sin embargo, también fuiste un excelente bateador, en especial muy productivo. ¿Coméntanos al respecto?
JP: Siempre me pongo muy contento cuando alguien se acuerda de que fui un buen bateador. De hecho, te voy a dar un dato curioso: tengo más carreras impulsadas que Pedro Medina, quien fue un gran bateador; yo con 149 jonrones y el 220.
Aprendí a batear bien con hombres en circulación. Observando el juego me di cuenta que los lanzadores se ponían más tensos cuando tienen corredores en posición anotadora. Por tanto, cuando me tocaba una de esas situaciones yo me serenaba y eso me daba una clara ventaja sobre ellos. De hecho, te confieso que yo disfrutaba mucho venir a batear cuando el juego estaba tenso. Al contrario de varios bateadores, la verdad es que a mí me encantaba.
HF: Por cierto, como dato curioso eres uno de los pocos peloteros que en su carrera ocupó todos los turnos al bate dentro de una alineación. ¿Cuál era tu preferido?
JP: Me gustaba mucho ser sexto bate, porque casi siempre venia con hombres en base. Esto se debe a que tercero, cuarto y quinto casi siempre se embasaban. Además, en Industriales siempre tenía excelentes bateadores antes que yo. Además, nunca existía la presión que tienes cuando eres tercero o cuarto, puedes relajarte un poco más.
HF: Uno de los detalles que más extraña la afición beisbolera cubana es aquella enconada rivalidad que mantenían los Industriales y Santiago de Cuba. En tu caso personal, ¿cómo vivías esa rivalidad?
JP: Mira, es cierto que también siempre tuvimos una rivalidad muy especial con Pinar y Villa Clara. Pero, nunca tuvieron comparación con todo lo que se vivía alrededor de un partido entre nosotros y los santiagueros.
A mi esos partidos me encantaban, se jugaban con una fuerza descomunal. Sin embargo, fuera de los terrenos, todos éramos amigos. Yo tenía excelentes relaciones con Pacheco y Kindelán. Pero cuando estábamos en el partido no existían contemplaciones con el contrario.
Muchacho, cuando nos tocaba ir a jugar allá, aquello era siempre a estadio lleno, la conga, el publico gritándote cosas. En mi caso personal no me dejaban respirar, yo recuerdo que una vez me hicieron un cartel que decía “Pacheco es tu papa” y en él se mostraba la imagen de Pacheco dándole un biberón a un bebe que tenía el numero 7.
HF: Después de tu retiro forzado a causa del accidente te convertiste en manager. ¿Háblanos de esa experiencia?
JP: Ser manager es muy difícil, créeme que es mucho más fácil jugar. Date cuenta de que estás al frente de todos los aspectos de un equipo, tú tomas todas las decisiones dentro y fuera del terreno. Aunque tengas un colectivo de entrenadores que te dan criterios y opiniones, la decisión final siempre es la tuya.
Las decisiones hay que tomarlas en cuestión de segundos, muchas veces te equivocas y ese sentimiento es muy duro. Demás está decir que un error te puede costar lo mismo un juego que un campeonato. Tampoco podemos olvidar el factor que es el público aficionado, que no entiende muchas veces que las cosas salgan mal, te castigan por ello y no te perdonan tan fácilmente.
Yo dirigí a los Metropolitanos por cuatro temporadas, recuerdo que muchas veces llegaba al hotel después de un juego y me tiraba en la cama muerto de cansancio. Era sorprendente el agotamiento físico y mental que tenía, a pesar de no haber jugado pelota. Fue una experiencia muy bonita, pero a la vez muy dura.
HF: Recientemente nuestra selección nacional sostuvo un tope amistoso con el equipo de Nicaragua. En la última temporada estuviste al frente de los Indios del Bóer de la liga de ese país. Desglósanos un poco las características de esta liga y cuéntanos sobre la diferencia entre dirigir un equipo profesional y una novena de la Serie Nacional.
JP: En primer lugar te diré que la liga profesional nicaragüense tiene una buena calidad. En ella se insertan alrededor de cinco o seis jugadores extranjeros por equipo, los cuales algunos han llegado hasta el nivel de AAA en los Estados Unidos. Esos jugadores poseen cierto nivel de maestría y suben mucho el nivel de la liga. Desde mi punto de vista, su punto más débil es el picheo, los lanzadores nicaragüenses tiene muchas dificultades. De hecho, en el tope pudimos ver que nunca fueron capaces de mantener una ventaja.
No obstante, de manera general han subido su nivel y la propia concepción del profesionalismo —hoy estás en el roster y mañana quizás no— los hace mejorar cada día. Hoy ellos hacen cosas que no hacemos nosotros, como correr bien las bases, por ejemplo.
Por otra parte, en Cuba no se acostumbra a dirigir como se hace allá. Cuando yo dirigía a los Metros, tenia total autonomía sobre el equipo, en especial en cuanto al roster se refería. Pero allá tienes que convivir con el Gerente General y con el dueño del equipo, y créeme que esa relación puede ser muy difícil. Por ejemplo, aquí yo definía quien jugaba o no. Allá, había veces que yo quería poner a jugar a alguien y venia el Gerente o el dueño y me decían así de sencillo que ese pelotero no podía jugar, y yo no podía ponerlo.
Por estas cosas tuve muchos encontronazos, pero creo que lo hice bien, quede tercero en la liga. Pero, así todo fui despedido al final de la campaña. Como manager siempre tuve bien claro que era lo que necesitaba para que mi equipo rindiera mejor, pero ellos nunca me lo dieron.
HF: Cambiando un poco de tema. ¿Descríbenos las sensaciones que te dejaron las celebraciones por el cincuenta aniversario de los Industriales en Miami?
JP: Nunca pensé que íbamos a tener el nivel de aceptación que tuvimos. El cubano que reside allá de mi generación no está interesado en cuestiones políticas, por tanto, fuimos acogidos con un gran cariño. Siempre hubo alguno que formo lío, pero pasó totalmente desapercibido.
En ningún momento me sentí fuera de Cuba y en más de una ocasión caminaba por las calles y la gente me reconocía. Pero lo mejor fue el reencuentro con varios de nuestros compañeros de aquí como “El Duque”, Yobal Dueñas o René Arocha, con quienes compartimos como si los años no hubiesen pasado.
HF: El béisbol cubano no pasa por su mejor momento en la actualidad. Ya que el viaje a Miami demostró que se pueden derribar muchas barreras, ¿te gustaría ver a un equipo Cuba unificado en un Clásico Mundial de béisbol?
JP: Para nadie es un secreto de que nuestro béisbol se encuentra hundido en un bache actualmente. La Serie Nacional hoy está llena de jugadores veteranos que tienen total protagonismo y el recambio generacional no existe en muchos casos, debido al éxodo. Existe calidad aun y creo que es muy positivo seguir insertando a nuestros jugadores en otras ligas para que puedan ver otro nivel de béisbol.
Por tanto, claro que estoy a favor de que algún día podamos conformar una nomina del equipo nacional con nuestros mejores jugadores, sin importar el lugar donde estos residan. Yo haría una preselección de los veinticinco mejores de aquí y los veinticinco mejores de allá, y lo pongo a entrenar juntos. De esa gran preselección saco a los mejores y conformo el equipo.
Total, hoy en día aquí vienen todos los que decidieron irse sin ningún tipo de problemas. Pasan por emigración, se rencuentran con sus familias, comparten con sus viejos compañeros que decidieron quedarse aquí como yo, van a los estadios a ver a los nuevos muchachos y después se vuelven a ir tranquilamente. Por eso te digo que los años han pasado y las cosas se han flexibilizado, algún día ojalá podamos ver un equipo Cuba unificado en un Clásico Mundial o en cualquier otro evento.
HF: Para terminar, imagínate que, como manager, te dan a escoger un equipo Cuba ideal de la etapa de las Series Nacionales. ¿Cómo estaría conformado dicho equipo?
JP: Bueno te voy a escoger a dos por posición. En primera, yo pongo a Antonio Muñoz y a Agustín Marquetti. En segunda base, Antonio Pacheco y Rey V. Anglada. En el shortstop, pongo a Germán Mesa y a Pedro Jova. En tercera, a Omar Linares y a Lázaro Vargas. Ahora te voy a escoger a seis jardineros sin importar en que jardín se desempeñaron más, Luis G. Casanova, Armando Capiró, Víctor Mesa, Javier Méndez, Ermidelio Urrutia y Wilfredo Sánchez. Como designados me llevo a Orestes Kindelán y a Lourdes Gurriel. Los lanzadores derechos serian Braudilio Vinent y el “Duque” Hernández, los zurdos, Pablo M. Abreu y “Tati” Valdez, y como relevista a Euclides Rojas.
Comentarios
Publicar un comentario
Formulario de comentarios