HISTÓRICO: A 5 años del jonrón de Pestano contra Víctor

Aquel que disparó Pestano constituye el batazo del morbo. Nunca jamás, ni antes ni después, hubo tanto resentimiento flotando sobre el diamante anaranjado
Aquel que disparó Pestano constituye el batazo del morbo. Nunca jamás, ni antes ni después, hubo tanto resentimiento flotando sobre el diamante anaranjado
Por Michel Contreras.

Hoy hace exactamente cinco años que Santa Clara fue sacudida por un terremoto de magnitud 7,5 en la escala de Ariel Pestano. Yo estaba allí, en las gradas del estadio, y juró que sentí cómo se estremecía el Sandino. No exagero.


Si el de Agustín Marquetti a Rogelio García significa el jonrón más memorable de las Series Nacionales y el de Antonio Pacheco a Pedro Luis Lazo representa el más heroico, aquel que disparó Pestano constituye el batazo del morbo. Nunca jamás, ni antes ni después, hubo tanto resentimiento flotando sobre el diamante anaranjado.

En el imaginario ring del 18 de junio del año 2013 había dos leyendas. Una era él, Pestano, quien tiraba sus últimos cartuchos luego de una carrera gloriosa tras el plato del equipo Villa Clara. 

La otra la encarnaba el más polémico y mediático de cuantos jugadores han pasado por los terrenos insulares, Víctor Mesa, que por entonces oficiaba como director de Matanzas.



Meses antes, el mánager había ignorado al receptor en su convocatoria para el team Cuba que asistió al tercer Clásico Mundial. Todo el país tomó partido en el encontronazo y circularon millones de rumores en torno al episodio. Solo faltaba, se decía, que el destino los enfrentara en la final del campeonato doméstico. Y así fue.

De manera que pasadas las nueve de la noche del día de marras, el juego lo ganaba Villa Clara tres por dos en el sexto episodio cuando el enmascarado del conjunto local caminó hasta el home plate para consumir su turno con las bases repletas y un pitcher recién llegado al montículo de los Cocodrilos.

Tenías una vez al bate que podía ser determinante. ¿Qué pensó Ariel Pestano al ver que Matanzas colocaba a Maikel Martínez en el box?

-Yo estaba en una mala racha. Fijé mi mente en cómo me habían pitcheado anteriormente para sacarme once outs seguidos. Pensé en por dónde soltaba la pelota él y cuál era su lanzamiento más efectivo. Me dije: 'suelta la bola por el lado, quiere decir que se le mete'. Las veces que me habían tirado más por dentro, me decidían con slider por fuera. Y si se me montaban con slider por fuera, me decidían por dentro. De modo que decidí esto: si me tira slider por fuera que sean tres y me meta ponchado; pero si viene con recta pegada, lo voy a joder. 



Estaban zigzagueando con el pitcheo, ¿no?

-Así mismo. Era una carrera de mentes. Todo el mundo sabe que a los lanzadores les habían dicho que podía batearles cualquiera menos yo.

En ese momento, ¿eras tú contra Maikel Martínez o tú contra Víctor Mesa?

-Yo contra todo el mundo. O mejor dicho, el pueblo de Villa Clara contra todo el mundo. El primer lanzamiento fue bola por dentro, pero no le hice swing porque era muy mala. El segundo fue una recta por fuera que cayó en strike. Entonces me invadió la duda y pedí tiempo. Si observas el video, me separé y busqué concentración. Me quedé en blanco. Saqué la lengua, que es una mala manía que tengo, y me la puse en los labios. En cuestiones de segundos llegué a no escuchar los ruidos del estadio, y calculé que vendría con recta por dentro otra vez. Por eso abrí el pie de ‘alante’ cuando el pitcher estaba presentándose, para dejar abierta la cadera y trabajar la bola pegada.



¿En algún momento te pasó por la cabeza que decidirías?

-Nunca pensé que yo podía decidir el juego, aunque generalmente en mi carrera deportiva se me dieron oportunidades así. Los juegos daban vueltas y vueltas y caían en mí al final. Eso me pasó con Villa Clara y con el equipo Cuba. Y te confieso algo: regalé con toda intención varios turnos porque me tiraban la bola que yo bateaba y no le hacía swing. Me iba con la que normalmente no bateaba. ¿Para qué? Para que llegado un momento como ese me tiraran la bola que quería.

¿Sabías que era jonrón desde que le diste?

-Así mismo. Desde que conecté con la bola yo sabía que se iba. Fue algo tan grande que no lo podía creer. Todo se dio como una novela. Parecía que se había escrito hasta un guión. No sé quién lo escribió, pero estaba escrito. Una señora de Santiago de Cuba me llamó a la casa para decirme que eso había sido ley divina, que Dios no se equivocaba y castigaba sin palos y sin piedras.





¿Qué pensamientos cruzaron por tu cabeza al percatarte de que habías pegado el Grand Slam decisivo?

-Los gestos lo dicen todo. Fue el último punto de la herida. Ahí me sané completo. Era un compromiso moral conmigo mismo y con Cuba, porque Cuba estaba implicada en todo eso. Salí corriendo y dije “yo soy un...”, y al llegar al home plate grité que “los grandes se respetan y a mí hay que tocarme los cojones”.

Fue en ese momento que tu familia te abrazó...

-Exacto. Yo pensé que me daba un infarto. Todo era locura. Fíjate que mi hija se cayó y se fracturó la muñeca. Mi esposa bajó al terreno, y mi hijo me esperaba en home fajado con el árbitro porque no podía estar ahí y se me colgó del cuello diciendo: “¡Qué grande eres, papá!”. Eso me partió en dos. Me quedé sin aire y después no sabía cómo seguir en juego. Incluso Yonder Martínez me pidió que me tranquilizara y me enfocara en la defensa, porque yo había descompresionado por completo. El problema es que ya me había sacado todo el rencor y la espina que llevaba dentro.


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