Anglada fue suspendido de por vida en 1982 en uno de los episodios más oscuros del béisbol cubano Foto: José Raúl |
Por José Raúl Concepción.
Anglada es un Rey extraño. No gusta de palacios. Condena las reverencias. Si le dices que es un ídolo para millones de cubanos, te habla de sus hijos, de su esposa. Entró en la nobleza del deporte nacional por sus movimientos impredecibles en la segunda base, por su estilo. Y fue nombrado monarca en la capital por aquellos tres títulos en siete años inolvidables. Anglada es culpable de sumar adeptos al béisbol. Primero conquistó a una generación como pelotero, después a varias como manager.
Vecino del estadio Latinoamericano, creció en un “barrio caliente”, donde cambió el fútbol por el béisbol. Vivió una década en el Olimpo antes de ser desterrado. Él dice que cuando lo suspendieron de por vida sintió que le arrancaban los brazos, la verdad es que lo dejaron sin alma. En cada leyenda hay una caverna oscura donde el héroe vence justo antes de morir.
El desenfado de sus maneras te contagia. Es capaz de mostrar una sonrisa en el momento más duro, aunque cuando comienza un juego de pelota todas sus miradas atraviesan a los rivales.
Ahora, su historia dibuja una nueva curva. Rey Vicente Anglada Ferrer ha regresado a la dirección de Industriales.
Anglada fue suspendido de por vida en 1982 en uno de los episodios más oscuros del béisbol cubano.
En 1982 viviste uno de los momentos más tristes de tu vida cuando saliste de manera forzada de la Serie Nacional, ¿cómo tuviste que reinventarte para seguir tu vida sin tu pasión?
Sinceramente te digo, creo que cuando sucedió eso me arrancaron los brazos. Primero que todo porque fueron injustos, nosotros no hicimos nada. Llegó un momento en el que no veía, ni oía, ni leía nada de pelota. No quería saber nada. El béisbol para mí había muerto. Incluso no quería que mi hijo jugara pelota. Pero la vida es así, tú sabes cómo cambian las cosas y cuando naces para algo olvídate que allá arriba hay un Dios que todo lo ve. Un buen día me llamaron para insertarme otra vez a trabajar en el béisbol porque hubo un momento que quisieron que regresara a jugar. Pero dije que no porque primero debían reconocer que se equivocaron, que yo no hice nada. Después decidí no jugar más pues pasaron más de tres años y ya era demasiado tarde. Eso pasó cuando tenía 29 y a los 32 no quería volver.
¿Exactamente de qué se te acusó?
Se me acusó por vender juegos. Eso nunca se probó y nos condenaron por peligrosidad, esa fue la sentencia final. Pero todo fue mentira.
¿Cuánto tiempo estuviste en la cárcel?
Dos años y ocho meses estuve en prisión. Pero nada… aquí estoy (risas).
¿Qué hiciste al salir de prisión?
Me puse a trabajar en la escuela Alfredo Sosa con niños. Me fue bien. Fuimos campeones en el área donde estaba. Cuando ganas en esa categoría la dirección en la Serie Nacional la asume el equipo que ganó, entonces me llamaron para que no fuera al campeonato de los niños porque si me preguntaban la razón de mi retiro qué yo iba a decir… y yo iba a decir lo que pasó. En definitiva, no me dejaron ir a la Serie Nacional de los niños. De todos modos cuando yo me lo ganaba jugando me eliminaban del equipo Cuba por varias razones. Recuerdo en el Campeonato Mundial de Japón me dejaron fuera pese a batear 16 indiscutibles en 28 veces al bate (571 de average) porque el torneo fue después del Mariel (1980) cuando se fueron muchos amigos míos y aunque yo decidí quedarme eso también me generó problemas.
Cuando terminé de trabajar con los niños me fui de la pelota por 10 años. Trabajé en Berroga, en una firma española, en una empresa china hasta que un día me llamaron para ser el director de Industriales.
¿Cómo fueron esos años?
Me fue de lo mejor, yo me adapto, me llevo bien con la gente.
¿Cómo se dio tu regreso al deporte nacional?
Yo no me lo creía, cuando mi esposa me dijo que me habían llamado para dirigir a Industriales pensé que estaba loca (risas). Entonces le dije: “me voy a meter”. Ella no quería porque nos iba bastante bien. Pero eso era una forma de demostrarle a la gente que yo no había hecho nada. Había quedado en deuda con la afición por lo que había sucedido y comencé a dirigir. El primer año no fue un éxito, pero bueno ganamos el segundo, el tercero, después discutimos otra vez.
¿Crees que ese llamado a la dirección de Industriales fue una especie de disculpas?
Quizás, nunca me lo dijeron, pero quizás.
La última sentencia la dictó el pueblo…
Ese es el que no se equivoca. Nunca me arrepiento de haber tomado la decisión de dirigir Industriales.
¿Cómo te sientes al ser actualmente un ídolo a nivel nacional?
Me siento tranquilo, sobre todo porque mi familia; mi esposa y mis amigos están orgullosos, porque mis hijos están contentos de que yo sea su papá.