Por Alexander García Milián
Es un espacio amplio, amplio como lo son los espacios de la sala en una casa. El lugar idóneo para conversar de lo que sea con comodidad. Es la casa de Alfonso Urquiola, él esta sentado sin camisa en su sillón, mira de frente al periodista, observa de lado a Donald Duarte , todo parece listo, - no- está listo hace ratos ; Urquiola comienza a hablar,- es un gran testigo, está en su Nuremberg, en su gran momento,…
Urquiola se destapa, habla de todo, de la corrupción en el béisbol cubano, de la apatía hacia Pínar del Río por parte de la prensa y de la Comisión Nacional, hace trisas a Rodolfo García y compañía, Urquiola quiere callar pero no puede; Urquiola sigue y se molesta, se encabrona de a lleno, parece que se le va a reventar la aorta;- ¡Yo aquí no dirijo más!- sentencia con marcado enojo…
La entrevista fue grabada sin consentimiento, violando un montón de los “principios éticos” por los que debe regirse el periodista. Pero hoy cuántos no agradecemos a ese “desconocido” por habernos puesto al alcance de la mano toda una madeja de criterios que maceran la podredumbre técnica, profesional y también moral de los directivos del béisbol en la Isla.
Y pienso entonces en todas las historias, las grandes historias que se han escrito de modos similares y han trascendido por sacar la verdad a la luz. Upton Sinclair, inmerso en la vida nauseabunda de los arrabales de Chicago donde vivían los inmigrantes que echaban a andar la poderosa industria de la carne que allí emergía a inicios del siglo XX. O Gunter Wallraff, disfrazado de turco, para contarnos la deplorable situación de esos inmigrantes en la Alemania Occidental.
Estos son ejemplos puntuales, la gama es amplia pero no interesa. Lo esencial es dar por sentado que esa grabación de la entrevista con Urquiola, a luces un daño casi irreparable, fue algo que empezó, sin quererlo, a poner las cosas en su lugar.
Hace días leí otra entrevista con Alfonso; había regresado ya a Cuba, recuperado de una pancreatitis aguda que por poco le cuesta la vida, por la cual estuvo ingresado cerca de un mes en una clínica de Miami, tiritando entre quedarse o irse al más allá.
Urquiola agradecía todo el apoyo brindado, los mensajes de solidaridad por sms, en las redes sociales; y digo lector, - como no agradecer a un hombre que es todo historia, que en sapiencia beisbolera es de los más avezados, sino el principal, el mismo que en San Juan con sus vegueros ganó la última Serie del Caribe que tiene Cuba, con aliciente de que el buen papel era necesario pues aún se competía bajo la condición de invitado.
El pupilo de Pineda y de Jorge Fuentes, es un apasionado de la dinámica de grupo, esa es su máxima para dirigir,- “… Para dirigir a un grupo de hombres como son los jugadores de pelota que forman un equipo,… hay que lograr eso,… que todos se sientan como en una hermandad…”,- sentenciaba Alfonso en esa última entrevista, como tantas veces lo ha hecho en otras ocasiones.
Pínar nace y renace, muere, en las manos de Urquiola. Tantas generaciones de peloteros preparados por él, se van, se pierden y vuelve a armar un equipo competitivo, y casi siempre discute el campeonato y gana o da pelea hasta el final. Las selecciones de Alfonso son así, máximo espectáculo. Desde ele Chiriquí en Panamá, la selección panameña, los equipos Cuba y sus pativerdes.
Pero a Urquiola lo quieren desaparecer, los de siempre Higinio y su alter ego Aragón, no soportan a estos tipos que dicen las cosas como son y que además, con guajira incluida, saben de pelota,…. De verdad…
El otrora estelar segunda base de los equipos de vuelta abajo, esta en Cuba, la gente lo quiere, en Pínar muchos le piden que regrese a dirigir,- Si me llaman,.. Lo asumo,… con ese pitcheo no hay quien me gane- dice Alfonso con decisión y alega,- Pero conmigo tiene que meterse todo el mundo, ir a la caliente, sin miedos-.
Hasta el momento, Lazo sigue en Pínar; Donald montó berrinche y dice que su carrera terminó; Donald el ahijado de Alfonso, su escudero. Po su parte Urquiola, está en su casa, más calmado, tranquilo; unos lo miran con agrado y devoción, otros,… los de siempre,… le sueltan algún que otro escupitajo al virar la espalda. La vida de estos hombres, de estos excepcionales es así, cruenta,… Pero Alfonso, un hombre de temple, tabaco en mano,…sigue plantado de lo lindo, tal vez sea el último hombre de béisbol que queda en Cuba.