Hace rato no somos el ombligo del mundo, pero el béisbol cubano acaba de lograr una de sus notas más bajas, cuando perdió la corona que hacía cuarenta años ostentaba. Y eso es lo que cuenta |
Por Elsa Ramos.
Los cubanos se soltaron al fin a batear y a producir, algo que no hacían hace meses, solo que la reacción llegó a destiempo, cuando el torneo de béisbol en Barranquilla ya tiene un triunfador.
Como en el minicuento de Augusto Monterroso: cuando Cuba noqueó a República Dominicana 13-1 y superó a Nicaragua 10-3, ya había perdido el botín de oro en Barranquilla, que fue, a fin de cuentas, con el propósito que participó en los Juegos Centroamericanos y del Caribe.
Y aunque el equipo festejó con euforia los triunfos, para su afición en Cuba, no hubo motivo de festejo, decepcionada como está buena parte de ella por lo que se inscribe como lo peor escrito por nuestra pelota en casi cuatro décadas y como una de las notas más discordantes de la delegación cubana.
Desde horas antes de sus partidos nocturno del jueves y matutitno del viernes, ya la selección nacional había perdido la luz en el túnel y se le retiraba la respiración artificial que le quedaba cuando Puerto Rico, a falta aún de tres fechas del cierre de la competencia, se coronaba como campeón categórico del béisbol centroamericano.
Aunque ganaron, los cubanos perdieron cuando troncharon una cadena victoriosa de 36 años del béisbol nacional y eso es lo que cala en la afición del país. Cuba no ganó el oro en Colombia en lo que fue un torneo menor por la calidad de los contrincantes, inferiores a lo que enfrentó en la Serie del Caribe y esa es una noticia triste.
Incluso, cuando le faltaban dos encuentros para el cierre, no tenían aún definida su participación directa en los Panamericanos, reservada en esta oportunidad para los dos primeros puestos de esta lid.
Los cubanos se soltaron al fin a batear y a producir, algo que no hacían hace meses, ayudados también por la pésima defensa dominicana. Solo que la reacción llegó a destiempo, quizás para emborronar las causas de la sequía ofensiva que arrastraron hasta el jueves. Solo que el nocaut de un día y la ventaha del otro no pueden ahora llevarnos a la euforia de legitimar una Serie Especial que, aunque se presentó como lo más avanzado y científico, no cumplió el objetivo esencial de su diseño: ganar el oro en Barranquilla.
Para después vendrá el análisis, pero el fiasco de Colombia dice que los peloteros cubanos llegaron sin la forma que debían a su torneo principal. No es batear un día. Es tener la capacidad sobre todo psicológica para ganar los partidos grandes y los chiquitos, como Puerto Rico, que fue de punta a punta el elenco más convincente y por eso ganó e incluso nos aplastó.
Sucede que por el sistema de todos contra todos que estableció la competencia del béisbol, el oro se lo lleva el equipo que más victorias acumuló. Puede parecer poco atractivo sobre todo porque ya se sabe el campeón aun sin terminar, pero es justo. Cuba perdió el oro beisbolero y la culpa no es del sistema competitivo sino de nuestras propias carencias que no pueden quedar enrevesadas en un discurso triunfalista de peloteros y técnicos porque entonces ahí comenzamos a perder la perspectiva.
Cuba perdió cuando no supo sobreponerse a esa autopresión que cargan torneo tras torneo, cuando a veces pierde la noción de qué hacer en un momento dado.
Cuba se perdió en un torneo cuando tras la segunda derrota que los sucumbió en el túnel aun el jefe técnico Leonardo Goire hablaba de pelear hasta morir cuando ya estaban casi enterrados de la opción al oro y ni se sabía cómo andaba el resto de los partidos. Y después hablamos de estudio de contrarios.
Lo triste es que este descalabro, no fue, sin embargo, inesperado, como varios han descrito, por la estela de derrotas pre-colombianas y eso también duele y decepciona.
Hace rato no somos el ombligo del mundo, pero el béisbol cubano acaba de lograr una de sus notas más bajas, cuando perdió la corona que hacía cuarenta años ostentaba. Y eso es lo que cuenta.