El 2019 podría ser la consolidación definitiva de una nueva etapa de Chapman como lanzador, una versión mejorada que no dependa única y exclusivamente del fuego de su recta |
Por Juan Páez / @jmanupz
Examinando los números de Aroldis Chapman y midiendo la potencia del brazo en conjunto con el uso de sus diferentes lanzamientos en la recién finalizada temporada de las Grandes Ligas, surgen varias interrogantes: ¿Se está convirtiendo en un nuevo lanzador? ¿Está perdiendo velocidad? ¿Recurrirá con mayor frecuencia a otros pitcheos hasta dominarlos completamente y tener más armas cuando su recta no sea tan humeante? En este trabajo trataremos de responder cada una de esas incógnitas que dejó el cerrador de los Yankees de Nueva York en la campaña 2018 de la Gran Carpa.
El “Misil” cubano mejoró notablemente en comparación a su zafra anterior, cuando incluso perdió el puesto de apagafuegos por un corto periodo debido a su inconsistencia en la loma.
Esta vez salvó 32 juegos, tuvo una relación de 16.3 ponches por cada 9.0 entradas lanzadas, dejó 2.45 de efectividad y terminó con un WHIP de 1.05 en 51.1 episodios de labor.
Pero lo más particular es que todos esos números los logró con lo que parecen ser nuevos hábitos sobre el morrito a causa de una ligera pérdida de velocidad desde 2016. Ese año su recta se mantuvo en 101.08 millas por hora, el segundo promedio más alto para él en su trayectoria en el big show. Progresivamente, ha perdido casi dos millas: 100.24 MPH en 2017 y 99.26 MPH en 2018.
Eso no le viene bien a Chapman. Lo que demuestran las estadísticas es que cuando un turno acaba con una bola que viaja a 100 o más millas por hora, los rivales son casi nulos.
Este año en ese escenario tuvieron un slugging minúsculo de .093 ante él, el año pasado (quizás su peor torneo en Grandes Ligas) fue de .280, mientras que en 2016 quedó en .165.
Por el contrario, cuando lanza un envío rápido (recta de cuatro costuras, recta de dos costuras, cutter o sinker) a 99 millas por hora o menos, sus contrarios le conectan con poder más constantemente: .250 de slugging en 2016, .526 en 2017 y .385 este año.
Para mala fortuna del siniestro, es algo que viene empeorando torneo tras torneo. Su porcentaje de pitcheos veloces a 99 MPH o menos va in crescendo. De hecho, en 2016 ese registro fue de 11.8 % de su total de lanzamientos, en 2017 fue de 18.9 %, mientras que en esta temporada dio un salto tremendo a 38.9 % (358 de 920 pelotas a la goma).
As bajo la manga
La disminución en la potencia de su lisa no es algo que pasa por debajo de la mesa para Chapman. Incluso, el nacido en Holguín intenta recurrir a otra arma de su arsenal: el slider, un recurso muy poco utilizado por él en el pasado.
En 2016, utilizó su recta sobre todo lo demás: 81.78 % de las ocasiones. Aquel slider, que parecía algo nuevo para el taponero, apenas se vio en el 15.33 % de sus tiros al plato. En aquel momento, los rivales batearon para .200 de average (35-7) y .371 de slugging frente a ese pitcheo.
En 2017, aumentó un poco más su uso: pasó a 19.78 % y su dependencia de la recta bajó a 76.74 %. Frente a su slider, los contrarios pasaron a ligar para .234 de promedio (47-11) y de .340 de slugging.
Pero la cosa se puso mejor este año con la nueva arma de Aroldis. La bola rápida la utilizó en el 68.58 por ciento de las veces, mientras que el slider aumentó su frecuencia a 25.47 %. Lo mejor es que ahora sí tuvo un real dominio con ese lanzamiento: en 66 turnos legales le conectaron solo siete incogibles (cinco sencillos y dos cuadrangulares), lo que arroja un average de .106 y un porcentaje de slugging de .197, con 52 retirados por la vía del tercer strike.
2019 podría ser la consolidación definitiva de una nueva etapa de Chapman como lanzador, una versión mejorada que no dependa única y exclusivamente del fuego de su recta.
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