Por Alexander García Milián
Es, o fue sin dudas el mejor equipo de los últimos quince años en la pelota cubana. Los Tigres de Ciego de Ávila, con tres coronas en su haber, cuentan con aval suficiente para hablar de una dinastía en el béisbol antillano. Una dinastía porque no, como las de Santiago y sus aplanadoras, como Pínar del Río con sus Vegueros o el Villa Clara de Pedro Jova.
No obstante ya de nombres no se vive, no se sostienen los logros y la realidad avisa que la reestructuración, la renovación lleva su tiempo.
Ya no están hombres como Isaac Martínez o Yorelvis Charles, ahora las riendas las llevan otros pero necesitan carburar, tomar un aire siquiera.
Se ve un equipo algo gastado, jugadores cansados, faltos de ganas; es la clásica mentalidad del que lo gano todo y no tiene motivación para seguir. Entonces comienzan a caminar bajo las apariencias.
En este Playoff, luego de armarse hasta los dientes, Ciego se ha visto superado por las Tunas en todas las líneas. Tal vez ha influido la cuestión del favoritismo otorgado con antelación pero la realidad es que el terreno ha sentenciado.
Si quitamos a los refuerzos, solo Raúl González y Yorbis Borroto sacan la casta por los avileños.
Es más, gracias a los refuerzos; Edilse Silva, Lázaro Blanco y Jefferson Delgado, los de la piña lograron arribar a postemporada. El oxígeno se les iba y una hábil y arriesgada jugada de Paret les dio el boleto; hasta en eso anduvieron con suerte.
No es menos cierto que jugadores como José Adolis García y su hermano Adonis, así como Luis Robert Moirán, Yunier Cano y Yaibel Tamayo, por solo mencionar a los principales; la ausencia de estos jugadores ha truncado en buena medida la fuerza real del poderío detentado por Ciego de Ávila en los últimos años.
Acoto; era un equipo para dominar al menos por quince años más nuestra pelota pero no, no se vive del aire, hay que jugar y ganar.
Las dinastías acaban, todas, como los grandes imperios, como todo lo que tiene fecha de caducidad. El caso de Ciego nos lleva a comentar sobre ello e incluso yo, un defensor a ultranza de su grandeza como equipo, acepto que la hora de los muchachos de Roger pasó.
Quizás al cabo de los años, de unos cinco o seis temporadas ya nadie recuerde las tres coronas de los avileños; tal vez la historia sea otra e incluso ya no existan las Series Nacionales, no obstante cuando todo moría ellos, los Tigres le dieron color a la fiesta pero ya, hasta aquí, terminó.
Nos vemos a la vuelta.
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