El Octavo Juego de las Estrellas de la Pelota Cubana en el Tamiami Park salió adelante, aún con cosas por refinar, pero camino a ser una tradición indiscutible de Miami |
Por Jorge Ebro
Con tantos héroes dudosos en mármol, algún día habrá que erigirle un monumento a Orlando Hernández, y en vida. Así como Miami también debería ir preparando el suyo. Nadie, absolutamente nadie, lleva esta ciudad en su corazón tanto como El Duque.
El Octavo Juego de las Estrellas de la Pelota Cubana en el Tamiami Park salió adelante por el pulmón de esfuerzo de Rafael Milanés y el corazón de oro de Hernánez, quien junto a su hermano Liván –I love you Miami- siempre han sido los primeros en responder.
Y hablando de responder, muy pocos respondieron. De los retirados unos cuantos, de los activos ninguno. Quizá porque no les invitaron, quizá porque estaban ocupados en otras cosas, las estrellas, o la mayoría de ellas, fueron las grandes ausentes de este sábado en el terreno número 3 del Tamiami Park.
“Hay que darle las gracias a Milanés, que siempre se esfuerza por dar lo mejor, aunque muchas personas no le den apoyo, y me refiero a los peloteros’’, apuntó El Duque. “Si queremos buscar respeto, tenemos que dar respeto. Hay que respetar tres veces para que te respeten una. Eso es lo que nos está faltando’’.
Muchos fueron los mencionados y los publicados, pero pocos asomaron su rostro delante de unos centenares de aficionados que acudieron para ver sus jugadores del pasado y quizá encontrarse con alguna estrella del presente, algo cada vez más quimérico en este tipo de evento.
Afortunadamente, ver a Orlando, Liván, Agustín Marquetti, Osvaldo Fernández –parecía una convención de industrialistas en Miami- junto a otros fieles como Eddy Oropesa y el periodista Jorge Morejón, fue suficiente para darles algo de alegría a esos aficionados.
Un elemento sorpresivo fue la llegada del legendario Víctor Mesa, quien compartió su tiempo con la gente y volvió a tocar base con antiguos colegas de Series nacionales. Tal vez el próximo juego la “explosión naranja’’ pueda vestir un uniforme de los equipos Cuba Rojo y Azul.
Este tipo de encuentro no puede perderse. Durante ocho ediciones ha sido parte importante del calendario de esta ciudad, pero queda claro que sin el apoyo de los peloteros, de todas las edades y todas las épocas, puede enrumbar por el camino de la desapareción.
¿Qué cuestan unas horas para consumir un par de turnos, firmar unos autógrafos y pelotas, y dejarse fotografiar con quienes los idolatran de manera sana y rotunda? Siento que a veces el elemento social se desdibuja entre los nuestros, ya sea por culpa de la organización o por pura desidia.
Tomemos el ejemplo de El Duque, una joya nacional e internacional, un hombre que siempre es el primero en llegar y el último en irse, que se deja querers por los suyos, aunque se le note el cansancio en el rostro.
Y nunca se queja. La humildad y la sencillez echas hombre. Necesitamos muchos más Duques.
“Deberíamos unirnos más, apoyarnos más y festejar cada año como festejan los dominicanos, los venezolanos, cuando se reúnen’’, agregó Hernández en unas palabras antes de iniciar el choque. “Con lo que tenemos les daremos lo mejor de nosotros’’.
Y dieron lo mejor, y la gente la paso bien en general, pero quedó el regusto de lo que pudo haber sido y quedó a medias, y la preocupación por lo que pueda suceder en el Noveno Juego de Estrellas si las luminarias siguen abandonando el firmamento de este día tan especial.
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